Ella negó con la cabeza.
La sonrisa de Kadar se hizo más amplia.
– No creo. Tú también tienes una buena dosis de curiosidad.
– Tonterías.
– No, tú solamente intentas suavizarlo porque la curiosidad te puede llevar por caminos peligrosos y apartarte de puertos seguros.
La mirada de ella se dirigió hacia el castillo.
– Como el que lleva hasta allí.
– Podría ser.
– Entonces no vayas.
– Pero hay un rompecabezas que resolver y un reto al que enfrentarse -dijo como sin darle importancia.
– Y un tonto al que asesinar. No te arriesgues.
Él perdió la sonrisa.
– Cuando era un niño, solía aterrarme a la seguridad igual que tú. Luego aprendí que la muerte y la pobreza te siguen buscando, no importa si te escondes tras unos muros o si duermes en un campo de batalla. También se puede vivir la vida al máximo cada minuto del día.
– Yo no me estoy escondiendo tras ningún muro -replicó ella secamente.
– No, pero has salido a la fuerza. Nunca habrías dado el paso tú sola. Esos años en Montdhu te han hecho precavida a la hora de dejar atrás la seguridad. -Se le endurecieron los labios-. No es de extrañar, después de haber encontrado un rincón seguro. Nicolás se aseguró de que tu niñez fuera un infierno en la tierra.
¿Sería esto verdad? Se preguntó Selene con repentina incertidumbre. ¿Habrían sido aquellos años en la Casa de Nicolás los culpables de no querer arriesgarse a desbaratar la paz conseguida? Bien, no importaba si era cierto o no. Había sido feliz en Montdhu, y sencillamente lo más sensato era aferrarse a lo que la hacía feliz.
– Nadie en su sano juicio querría dormir en medio de un campo de batalla. Mi único deseo es regresar a Montdhu, donde pertenezco. -Desvió la mirada-. Pero las palabras de Tarik acerca de separarnos de Balkir tienen fundamento. Sería más fácil escapar una vez dentro del castillo.
– A menos que Tarik se convierta en la amenaza en lugar de Balkir.
– Pero tú no crees que Tarik sea una amenaza -añadió con sarcasmo-. Es solamente un rompecabezas.
– Podría ser una amenaza una vez resuelto el rompecabezas. Quiero que reflexiones sobre ello y…
– Vamos. -La miró con exasperación-. Primero me dices que no hay seguridad en el mundo, y después no paras de hacer advertencias y discutir conmigo.
Se encogió de hombros.
– Nunca he dicho que fuera sensato.
– Entonces ¿por qué hacerte ningún caso? -replicó dándole la espalda-. Iré a decírselo a Haroun.
Al amanecer Balkir cabalgó con ellos hasta las puertas del castillo.
Se volvió hacia Kadar mientras se abrían las puertas lentamente.
– Estaré aquí esperándote -dijo en tono violento-. Si no sales con el tesoro de Nasim dentro de una semana, lanzaré mi ataque. No creas que puedes engañarme fácilmente.
– Nunca -dijo Kadar-, pero podrías considerar que quizá tarde más de una semana, y a Nasim no le gustaría que te precipitaras y estropearas mis posibilidades.
La mirada torva de Balkir se dirigió hacia Selene.
– Ella debería quedarse aquí conmigo. Tengo órdenes.
– Ya te lo he dicho, Tarik quiere que me acompañe. ¿De qué tienes miedo? Como dijiste, es un pequeño castillo endeble que no merece tus esfuerzos. Estarás acampado justo al otro lado de las puertas. Puedes tomártelo como quieras. -Espoleó su caballo al trote-. Buenos días, Balkir.
Selene oyó al capitán mascullar una maldición mientras seguía a Kadar y atravesaba las puertas.
Haroun acercó su caballo al de ella cuando vio a los guardias apostados entre las almenas.
– ¿Es esto prudente?
– Eso creo. Ya veremos.
– Sea bienvenida, lady Selene. -Un hombre alto se acercaba andando… no, cojeando, hacia ella. Kadar no había mencionado que Tarik estuviera lisiado-. Estoy encantado de que encontrarais adecuado acompañarnos. Soy Tarik.
Ella asintió con cautela.
– Lord Tarik.
– Solo Tarik -apuntó con una sonrisa-. Es cierto que soy el señor de este castillo, pero nunca he conseguido acostumbrarme a que se dirijan a mí de ese modo. Crecí entre la escoria de las calles, y eso nunca se olvida.
Parte de su preocupación se alivió ante la franqueza de él.
– ¿Crecisteis en Toscana?
– No, mucho más al este. -Se volvió hacia Haroun-. Ha llegado a mis oídos que eres un hombre valiente y un excelente nadador. Me gustaría tenerte como soldado. ¿Hay posibilidad de convencerte para que te unas a mi guardia?
Haroun negó con la cabeza.
– Mi deber es quedarme junto a lady Selene.
– Lady Selene no puede estar más segura. -Tarik hizo una seña y un soldado se acercó corriendo-. Éste es Adolfo. Supongamos que vas con él para que te enseñe lo bien tratados que están mis hombres.
Haroun vaciló.
– No puedo.
– Lealtad. Eso es bueno -dijo Tarik sonriendo-, ¿pero no echas de menos la vida en Montdhu, ser un soldado entre soldados?
Haroun frunció el ceño, dubitativo.
– Sí.
– Adelante -le animó Kadar-, te mandaré llamar si ella te necesita.
– ¿Lady Selene?
Vio impaciencia además de emoción en la expresión de Haroun. El chico quería ir. Parecía un alma en pena danzando alrededor de ella durante las últimas semanas. Ella asintió.
– Te llamaré si te necesito.
Él sonrió aliviado y se apresuró a seguir a Adolfo a través del patio.
– Ahora estará más contento -afirmó Tarik.
Se volvió al notar cómo la miraba Tarik.
– Un soldado siempre es un soldado. Ha estado incómodo con el papel que le has asignado.
Y ella estaba incómoda con el hecho de que él supiera tanto sobre todos ellos.
– ¿Esto te lo ha contado tu espía en la fortaleza de Nasim?
– No, tengo ojos en la cara.
Esos ojos veían demasiado, pensó ella mientras lo miraba fijamente. Una sola mirada le había bastado para pronunciar las palabras exactas para apagar su hostilidad; otra mirada y había identificado y resuelto de un plumazo el problema de Haroun.
– ¿Y ahora, en qué estáis pensando? -preguntó Tarik con suavidad.
– Estoy pensando que sois un hombre muy inteligente. -Hizo una pausa antes de añadir deliberadamente-: Y que más nos vale examinar detenidamente cada palabra que pronunciéis.
Kadar reprimió una carcajada.
Tarik parpadeó con sorpresa antes de recobrar la compostura.
– Bueno, es cierto, soy un hombre taimado. -Dio un paso hacia delante y la ayudó a bajar del caballo-. Pero solamente miento cuando es necesario. Y ahora no lo es. En este momento no soy una amenaza para vuestro amigo Haroun ni para Kadar. Espero sinceramente que todos disfrutemos de una interesante y gratificante estancia en Sienbara.
Kadar desmontó.
– Balkir nos dará problemas si la visita dura más de una semana.
– Nos ocuparemos de Balkir cuando llegue el momento-dijo Tarik-. Venid. Debéis descansar. Os mostraré vuestros aposentos. Estoy seguro de que no habéis pasado una sola noche tranquila. -Avanzó por el patio-. Pero ahora que os habéis tranquilizado respecto a mis excelentes intenciones…
El aposento que le dieron a Selene era tan cómodo como el que ocupaba en Montdhu. Sedas de color crema cubrían la cama y había cojines y tapices por toda la habitación.
Los rayos de sol que entraban por la estrecha ventana bruñían una jarra de bronce tachonado con lapislázuli junto a la jofaina.
– ¿Es de vuestro agrado? -preguntó Tarik.
Ella asintió.
– Es precioso. Qué tapiz tan bonito.
– Sí -dijo él mirándolo-. Mi esposa lo trajo como parte de su dote.
– ¿Vuestra esposa?
– Mi segunda esposa, Rosa. Murió -Se dio la vuelta bruscamente-. Ven, Kadar. Tu aposento está justo al lado. Creo que lady Selene y tú no ocupáis el mismo lecho. Una lástima.