Выбрать главу

Parecía saberlo todo sobre ellos. Pero la irritación de Selene se templó con la compasión ante el dolor que había percibido en su rostro cuando mencionó a su esposa. El podría ser más listo y perspicaz de lo que ella imaginaba, pero también era humano.

– Mandaré sirvientes con agua caliente y una tina para que toméis un baño. En mi casa todo el mundo toma un baño a diario. -Hizo una mueca-. Nunca me he acostumbrado a esta asquerosa costumbre de dejar el cuerpo sin asear durante días. Donde me crié, el agua se consideraba una bendición, no una maldición. No puedo soportar la suciedad. Puedo aceptar casi todo lo demás, pero semejantes sacrificios son demasiado para mí.

– A nosotros tampoco nos gusta la suciedad -replicó Kadar pausadamente-. ¿Dónde pasaste tu juventud?

Tarik no respondió.

– Enviaré un criado para que os traiga algo para romper vuestro ayuno. Aunque espero que consideréis oportuno reuniros conmigo más tarde para una comida más consistente. -Se apresuró a enseñar a Kadar la salida.

Selene se desabrochó la capa lentamente y la dejó caer en el taburete que había junto a la ventana. Era verdad que no había dormido muy bien la pasada noche, pero dudaba que pudiese dormir es ese momento. Tenía demasiadas preguntas en su mente. Ahora veía claro por qué Kadar estaba intrigado con el rompecabezas que Tarik le había presentado.

Era un hombre fuera de lo común.

CAPÍTULO 08

– No has probado bocado -dijo Tarik con tono reprobatorio-¿No te gusta mi comida?

– No tengo hambre -respondió Selene.

– Puedo ordenar que te traigan otra cosa.

– La comida es excelente. Es que últimamente no tengo mucho apetito.

– Es bueno comer con ganas al mediodía. Te da fuerzas para…

Kadar interrumpió:

– Si no desea comer, no la fuerces.

– Vaya, qué rápido saltas en su defensa, incluso por un pequeño detalle como éste -dijo Tarik sonriendo-. No quería ofender. No tengo intención de forzar a comer a la dama. Lo único que deseo es que ambos disfrutéis de vuestra estancia aquí.

– No estamos aquí para divertirnos. Me prometiste que me enseñarías el cofre.

– Y así lo haré -dijo poniéndose en pie-. En este mismo instante. Acompáñame a mis aposentos. -Se volvió hacia Selene-. ¿Te gustaría verlo a ti también? Es un objeto de gran belleza, y seguro que sientes curiosidad.

– Casi nunca siento curiosidad. -Evitó la divertida mirada de Kadar y se levantó de la mesa-. Pero no tengo nada mejor que hacer.

El aposento de Tarik era tan austero y simple como la habitación que le había dado a ella, era suave y llena de texturas. Tenía un jergón cubierto con una tela de gasa en lugar de una cama. No había tapices para protegerse del frío de la noche, solo una mesa y dos sillas sin adornos. El único objeto ornamentado en la estancia era el arcón situado contra la pared. Parecía muy antiguo, pero estaba muy bien cuidado.

La complicada escena tallada en la oscura tapa de teca representaba un pequeño barco a la deriva en un río y tres aves zancudas caminando entre gráciles juncos.

– Es precioso, ¿verdad? -Tarik levantó la tapa-. Fue tallado por un joven esclavo de la corte.

Kadar dio un respingo.

– ¿De qué corte?

Tarik se limitó a sonreír.

– Pero este arcón de madera es mucho menos impresionante que el objeto que alberga. Estoy seguro de que estaréis de acuerdo.

Los ojos de Kadar se abrieron con sorpresa, ya que solamente vio una pequeña estatua de madera descansando en un lecho de seda color púrpura.

– Me temo que no estoy de acuerdo.

Ni tampoco Selene. Esperaba algo esplendoroso, y la estatuilla de madera de apenas dos palmos no tenía nada de esplendoroso. La figura, que parecía toscamente tallada, representaba a una mujer con cabeza de chacal y vestida con una túnica.

– Tu estatua parece interesante, pero no un tesoro inestimable-dijo Selene.

– Lo es para mí -Tarik acarició la estatuilla con cariño-. Dime, Kadar, ¿tu tampoco le encuentras belleza alguna? -Cuando Kadar ofreció un silencio por respuesta, lo miró detenidamente-. ¿Qué te ocurre?

Kadar estaba mirando la estatua con los ojos entornados.

– Nada. Es solo que me resulta… familiar.

– ¿Has visto antes algo similar en alguna parte?

– No, no… -Encogió los hombros-, Quizá, pero no puedo recordar dónde. -Dirigió la mirada hacia el rostro de Tarik-. ¿Es una treta para engañarnos? No he venido aquí por una estatua. ¿Dónde está el cofre?

– Me ofendes -suspiró Tarik-. Bueno, a lo mejor prefieres esto. -Con un gesto dramático quitó la seda púrpura sobre la que descansaba la estatua.

Selene se quedó sin respiración.

– ¡Por Dios santo! -susurró Kadar.

El resplandeciente cofre de oro tenía quizás sesenta por treinta centímetros y estaba finamente tallado. No con un tranquilo paisaje, como el arcón, sino con extraños y angulosos símbolos. Piedras de lapislázuli formaban una cruz como de aguja enrollada que cubría el cofre por completo.

Selene extendió la mano y tocó suavemente la cruz.

– Es realmente una maravilla…

– Sí.

– No me extraña que Nasim lo quiera -afirmó Kadar.

Tarik se encogió de hombros.

– Dejaría que sus caballos lo aplastaran con tal de conseguir lo que hay dentro.

Selene hizo un gesto negativo.

– No puedo creerlo. Aunque no le importe la belleza en absoluto, debe ser de gran valor.

– Lo destruiría. -Tarik cubrió de nuevo el cofre con la seda, colocó la estatua encima y cerró el arcón-. Sin pensarlo dos veces.

– La cruz ha de tener algún significado -probó a decir Kadar-, aunque Nasim me aseguró que el contenido no era una reliquia religiosa y que no tendría problemas con los caballeros de la Orden de los Templarios.

Tarik arqueó las cejas.

– ¿Y le creíste?

– No del todo. ¿Es una reliquia santa?

– Algunos podrían considerarla como tal.

– ¿Y la guardas aquí, en tu aposento, sin vigilancia?

– Mis hombres son leales. No sería una labor fácil arrebatármela -dijo encogiéndose de hombros-. Y puede que, en el fondo de mi corazón, desee que me la roben. A veces la carga se hace demasiado onerosa.

Kadar sonrió.

– Entonces déjame ayudarte.

– Quizá lo haga. -Se dirigió hacia la puerta-. Ya veremos. ¿Te gustaría inspeccionar mi cuartel de la guardia para ver cómo he instalado a tu amigo Haroun?

– ¿Por qué no?

Tarik miró a Selene.

– Os pediría que nos acompañarais, señora, pero mis soldados son rudos y no están acostumbrados a las damas.

– No tengo deseo alguno de ir con vosotros. -Selene se dirigió hacia la puerta-. Regresaré a mis aposentos.

– Allí te aburrirás -Kadar se estremeció-. Así que lo dejaremos para otro momento, Tarik.

Tarik sofocó una risita.

– ¿Ayudaría si mandara llevar ricas sedas para bordar?

– Quizá.

– Según tengo entendido es una buena jugadora de ajedrez. A lo mejor podría tener el honor de jugar una partida después de cenar esta noche.

– No si seguís hablando como si no estuviera en la misma habitación -remarcó Selene sin rodeos.

Tarik sonrío entre dientes e hizo una profunda inclinación.

– Mis excusas, dulce señora. ¿Tendría la amabilidad de perdonar a este humilde siervo y entretenerme esta noche?

– Yo no juego para entretenerme. Yo juego para ganar.

– Gracias por la advertencia. -Su sonrisa se desvaneció y de repente se mostró muy preocupado-. No he ansiado una victoria desde hace mucho, mucho tiempo. Debe ser agradable preocuparse tanto por cosas tan pequeñas.