– Sí quieres que me quede, tendrás que ponerla a salvo fuera de aquí. Sabrás cómo hacerlo.
Tarik se recostó en la silla y lo miró a los ojos.
– No estoy seguro de querer hacerlo. ¿Y si mis planes para ti se quedan en agua de borrajas y necesito buscar en otro sitio? Sería un gran inconveniente tener que ir a buscar a Selene hasta Montdhu.
La cabeza de Kadar se vio invadida por una repentina amenaza.
– No te permitiré que la utilices.
– Qué rápido saltas en su defensa. Es realmente conmovedor.
– Estoy harto de tus juegos y tu sarcasmo. Acabemos con todo esto de una vez. Dime qué tendría que hacer y te diré sí o no.
– Te estás volviendo muy impaciente.
– Y tú solo hablas con enigmas y secretos. ¿Está el grial en tu cofre?
– ¿Temes que la ira de Dios recaiga sobre ti si robas una reliquia santa?
– Responde.
Tarik se quedó callado.
– Entonces dime cómo conseguiste el cofre.
– Vaya, qué insistente eres. -Levantó la voz-. Selene, ven. Kadar me ha convencido para que le revele mis secretos. No te dejaré fuera de esto.
– No la involucres más en esto -dijo Kadar en voz baja-. Te dije que la quería fuera.
Tarik sonrió y le tendió la mano a Selene, que se acercaba hacia ellos.
– Kadar no está siendo justo. Quiere excluirte de nuestra discusión.
Selene se sentó en un banco junto al fuego.
– No me sorprende.
– ¿Dónde conseguiste el cofre? -preguntó de nuevo Kadar.
– Me lo dio un joven príncipe. Dijo que era un regalo, pero sé que lo que buscaba era sobornarme para que le diera el tesoro. Cogí el regalo y no le devolví nada. Pensé que sería una buena lección para él. -Hizo una mueca-. No, no es cierto. Lo cogí porque era un hombre pobre y el oro y las joyas del cofre me deslumbraron.
– Dijiste que habías nacido entre la escoria de las calles. ¿Qué tiene que ver la escoria con los príncipes?
– Cualquier hombre puede hacerse valioso para la realeza si posee algo que ésta desea.
– ¿Y qué corte hizo esa principesca gracia?
Tarik negó con la cabeza.
– Nunca cejas en tu intento de atraparme, ¿verdad?
Kadar probó con otra pregunta:
– ¿Cómo supo el príncipe lo del tesoro?
– Layla se lo dijo. Ella tenía miedo y quería protegernos.
– Regalando el tesoro.
– No lo comprendes.
– ¿Cómo podemos entenderlo si no nos dices nada que valga la pena? -preguntó Selene.
– Vaya, queréis que os diga algo importante. -Tarik echó la cabeza hacia atrás lentamente-. Déjame pensar… ¿Qué le parece importante a Nasim?
– Poder -respondió Kadar.
– Y piensa que mi tesoro se lo proporcionará. -Hizo una pausa-. Es cierto, se lo dará.
Kadar se quedó inmóvil.
– ¿Cómo?
Tarik ignoró la pregunta.
– El poder es un faro. Te atrae, ¿no es así, Kadar? ¿Y si te dijera que podrías tener un inmenso poder, pero que a cambio perderías todo lo que realmente te importa y que lo ejercerías tú solo?
– Más acertijos. -Pero Kadar era consciente de que la lentitud de Tarik era solamente una pose; la mirada del otro nombre estaba fija observando su cara-. ¿Qué hombre desearía tanto poder?
– Nasim. -Tarik echó la silla para atrás y se levantó-. Pero aparentemente tú no. Pensaba que no, pero siempre hay esperanza. Parece que todavía tengo que tomar una decisión.
– ¿Qué decisión? -preguntó Selene.
– El bien o el mal. Os he tomado afecto. Yo mismo estoy titubeando. -Apretó los labios-. Pero soy un hombre egoísta. Sin duda el amor a uno mismo triunfará al final. -Se dio la vuelta y abandonó el salón.
El entusiasmo se apoderó de Kadar mientras lo seguía con la mirada.
– ¿Qué habrá querido decir? -preguntó Selene.
– No estoy seguro. -Pero estaba empezando a captar una luz en el horizonte. Imposible. Es imposible que… No, imposible.
– Me asusta más que Nasim -dijo Selene-. Quiere destruirte.
Kadar negó con la cabeza.
– No seas necio -dijo Selene con ferocidad-. Ya lo has oído. Tenemos que marchamos. Y no me digas que tienes que mantener tu promesa a Nasim. Estoy harta de esta locura.
– Entonces no te lo diré. -Ella tenía miedo y él quería cogerla entre sus brazos y consolarla. Sabía que no se lo permitiría. En cambio, le acarició suavemente la mejilla con el dedo índice-. Nunca me arriesgaría a enfadarte.
– No bromees. -Retiró la cara para evitar sus caricias-. ¿Vendrás conmigo?
– Pronto.
– ¿Por qué no ahora, esta noche?
– ¿Por qué estás tan ansiosa por marcharte? No hay una amenaza mayor esta noche que la que había hace una semana.
– Sí, la hay. ÉL… está cambiando. Era… y ahora es… Va a suceder algo.
Él también podía sentirlo. Pero esa sensación le trajo expectativas, no temor.
– He hablado con Tarik sobre la posibilidad de sacarte de la fortaleza y mandarte a Montdhu. Por tu seguridad, haré lo que sea…
– Pero tú no irás -dijo apretando los puños-. Burro. Idiota. Bufón. Me dan ganas de golpearte.
Le dio la espalda y salió corriendo del salón.
Estuvo tentado de seguirla y consolarla, pero si lo hacía, habría más discusiones. Esperaría a que recuperase la compostura e intentaría hablar con ella por la mañana.
Cogió su peón del tablero y jugueteó con él entre los dedos. ¿Somos para ti simplemente las piezas del ajedrez, Tarik?
Puede que al principio sí, pero eso había cambiado. El instinto de Kadar le decía que Tarik se había involucrado más de lo que pretendía. Ahora que Tarik había tomado conciencia de esa realidad, tomaría cartas en el asunto.
¿Pero qué haría?
Algo estaba a punto de suceder.
Era un estúpido.
El puño de Selene se estrelló contra el alféizar de piedra de la ventana. Ojalá fuera la cabeza de ese testarudo de Kadar o esos ojos que se negaban a ver.
Apoyó la mejilla contra la pared mientras miraba sin ver el patio a sus pies.
¿Por qué no la escuchaba? Él había visto el peligro en Nasim, pero parecía ajeno a cualquier amenaza proveniente de Tarik. Kadar no parecía darse cuenta de la oscura tempestad que ella sentía cerniéndose sobre él.
Tenían que abandonar ese lugar. Balkir no constituía una amenaza en absoluto comparado con Tarik.
Y allí estaba ella escondida en su habitación magullándose la mano contra el muro de piedra cuando debería estar haciendo algo para remediar la situación.
Piensa.
¿Qué obligaría a Kadar a marcharse?
No era fácil razonar. Tenía demasiado miedo de ese torbellino que sentía acercarse por momentos.
Algo estaba a punto de suceder.
El temor le estaba atenazando el estómago, pero la emoción la había dejado sin aliento.
Era la misma sensación que había experimentado cuando se escapó de la Casa de Nicolás muchos años atrás, pensó Selene.
Se echó la capa por encima. Respira hondo. No muestres emoción alguna.
El guardia del muro sur se encontraba apostado en la parte alta de la escala de cuerda que tenía sobre ella. Era joven pero no obtuso. Ella se dio cuenta de que le preocupaba que alguien invadiera su puesto de vigilancia en mitad de la noche.
Esperaba que no estuviera demasiado preocupado. Lo había saludado con la mano para desarmarlo antes de subir por la escala. Le sonrió al aceptar su mano cuando la ayudó a subir los últimos peldaños.
– Gracias.
– No deberíais estar aquí, lady Selene.
– Lo sé -suspiró-. No podía dormir.
Él la miró con recelo.
– Lord Kadar ha ido hoy a visitar el campamento del capitán Balkir. Ha dicho que el capitán había amenazado con irrumpir en el castillo. -Ella se estremeció-. Me ha asustado.