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Kadar giró para marcharse.

– ¿Te ha dicho Tarik qué hay dentro del cofre? -preguntó Nasim.

Lo miró por encima del hombro.

– No.

– ¿Ni siquiera una ligera idea?

No sería muy sensato mentir. Nasim podría tener un hombre en el castillo de Tarik.

– Me enseñó el manuscrito de De Troyes.

– Ah, ¿y qué opinas tú de ello?

– Que no es más que una fábula de trovador. Estoy seguro de que tú no puedes darle crédito.

– En la mayoría de las fábulas hay algo de verdad -afirmó, sosteniéndole la mirada a Kadar-. Y tú eres demasiado inteligente como para no cribar la paja y ver el oro que hay debajo.

– Eso es lo que tú te imaginas.

– Cuanto más arriesgues, más posibilidades habrá de conseguirlo. Una vez en mi poder, lo pondré a prueba y lo sabré enseguida.

– ¿Ponerlo a prueba?

Nasim lo despidió con la mano.

– Ve con la mujer. Quiero que estés de vuelta con Tarik al anochecer y tener el tesoro en mis manos por la mañana. El hecho de estar tan cerca me hace desear con más fuerza que todo esto acabe de una vez.

Kadar también sentía lo mismo. Los negros ojos de Nasim brillaban, y sus mejillas estaban ligeramente arreboladas. Nunca había visto a Nasim en tal estado de excitación.

No pintaba bien.

Pero a menudo señales que parecen adversas pueden volverse ventajosas si se encuentran los medios para hacerlo.

Sin embargo, solo Dios lo sabe, no veía la forma de salir de este embrollo.

– ¿Qué vamos a hacer ahora? -preguntó Selene cuando vio entrar a Kadar en su tienda-. He visto llegar a Nasim. Corremos un gran peligro, ¿no es verdad?

– Sí, creo que sí. Parece que se ha hartado de esperar.

– ¿No puedes hacer nada con él?

– Esta vez no.

Y era ella quien lo había llevado hasta las manos de Nasim, pensó con desesperación. Levantó los hombros.

– Bien, di algo.

– ¿Qué?

– Ya sé que es culpa mía. Quería que te mantuvieras alejado de Tarik. Pensé que aquí estarías más seguro. Sabía que Balkir no era un peligro real para ti.

– Lo que no sabías era que Nasim vendría.

– Aun así sigue siendo culpa mía.

– Sí, en efecto -dijo sonriendo-. Cuando Tarik vino a decirme que te habías escapado me entraron ganas de estrangularte.

Pero ahora no estaba enfadado. Estaba preocupado, y eso hacía que ella se sintiera peor.

– Te estabas comportando como un necio. No me escuchabas.

– Te escucharé ahora si me dices cómo salir de ésta. Debo regresar al castillo antes del anochecer, y tengo que traerle el cofre a Nasim al despuntar el día.

– ¿Y yo tendré que quedarme aquí?

Asintió.

– Nasim no es tonto. Sabe que vendré a buscarte.

– Tarik te matará si intentas robar el cofre.

– Y Nasim nos matará a los dos si no lo hago.

– Entonces tenemos que escapamos y libramos de los dos.

– Así de simple. -Negó con la cabeza-. Si conseguimos escapamos, volveremos a Tarik.

– ¡No!

– Es mejor aliarse con Tarik que ser perseguidos campo a través por ambos.

– Pero Tarik te…

– ¿Matará? No, he estado dándole vueltas a algo. No creo que sea eso lo que tiene en mente.

– Ya te he contado lo que me dijo.

– Te dio un aviso porque sabía que me lo repetirías. Cuando abandoné el castillo dijo que la fortuna decidiría.

– ¿Decidir qué?

– No estoy seguro. Se me está ocurriendo una idea y tengo la intención de hacerla realidad cuando volvamos.

– ¿Puedo convencerte para que no regreses con él?

– Es lo más sensato.

– No se trata de sensatez. Se trata de tu curiosidad.

Negó con la cabeza,

– Arriesgaría mi cabeza, pero nunca la tuya, Selene.

Ella lo sabía, pero no por ello iba a aceptar su decisión más fácilmente.

– Está bien, volveremos -dijo frunciendo el ceño-, pero no te prometo quedarme allí.

Él sonrió.

– La próxima vez te costará más saltar el muro. Estoy seguro de que Tarik ha castigado severamente al guardia que golpeaste en la cabeza.

– Espero que no. Parecía una buena persona. -Cambió de tema-. ¿Cómo vamos a escaparnos? La tienda está vigilada.

– Tengo que pensar en ello.

– Yo ya he pensado en una manera. -Desvió la mirada-Tendrás que volver al castillo. Yo me escaparé más tarde, esta noche. Me esperarás en la puerta norte y me dejarás entrar.

Él negó con la cabeza.

– Es el mejor plan. Sabes que lo es. Si intentas llevarme, nos pueden matar a los dos.

– Iremos juntos.

– No seas tan terco. ¿Crees que necesito contar contigo para conseguir ayuda? Yo me he metido en este aprieto y soy yo quien tiene que salir de él.

– Juntos -dijo él sonriendo-, siempre juntos. ¿Todavía no has aprendido la lección?

Ella sintió cómo se le llenaban los ojos de lágrimas.

– No podría soportar que te hicieran daño por mi culpa-susurró.

– Lo soportarías. Podrías soportar cualquier cosa.

Sonrió temblorosa.

– Claro que podría. De todas formas no sé por qué me preocupo tanto por ti. Tú eres el culpable de todo lo que ha ocurrido.

– Creía que te estabas culpando a ti misma. Me alegro de que hayas recuperado la razón.

– Ahora estamos en peligro por mi culpa, pero estaríamos a salvo en Montdhu si tú…

– Calla. -Estaba riendo entre dientes cuando negó con la cabeza-. Muy bien, todo es culpa mía. Lo admito.

– Bueno, casi todo, -Se dirigió hacia la entrada de la tienda y clavó la mirada en los muros de la fortaleza-. Si no se te ocurre otro plan mejor, llevaremos a cabo el mío. ¿Lo comprendes?

– Lo que comprendo es que me estoy hartando de tanto ultimátum. El tuyo me gusta tan poco como el de Nasim.

Ella empezó a desesperarse.

– Por favor -susurró.

– Ven aquí.

Miró por encima del hombro. Se había dejado caer en el jergón y le tendía la mano.

– ¿Por qué?

– Y porque estoy preocupado y un poco desanimado, y necesito consuelo. ¿Me lo darás?

Ella sentía cómo su resistencia se derretía. ¿Qué otro hombre reconocería su debilidad y la necesidad de una mujer?

Se acercó a él despacio.

– No deberías preocuparte si te vas y luego me permites…

– Shh. -La empujó dentro el jergón-. No digas nada. Solo déjame abrazarte.

– Deberíamos estar haciendo planes.

– Tenemos varias horas, y mi mente no parece funcionar adecuadamente en este momento.

Ella se acercó a él con instinto protector.

– Seguro que salimos de ésta. Ya pensaré algo.

– ¿Lo harás? -dijo besándole la sien-. Sería un gran alivio.

No había yacido con él desde la última noche en Maysef, y el momento era de una cálida dulzura. Seguro que no habría nada de malo en tenderse ahí y consolarlo.

Y consolarse a sí misma.

Kadar se fijó en que los rayos de sol que entraban en la tienda se estaban alargando. No les quedaba mucho tiempo.

Debía despertar a Selene.

Ella se había quedado dormida hacía más de una hora, pero él permaneció despierto pensando, sopesando las alternativas. No es que tuvieran mucho donde elegir. Solamente veía una oportunidad con una mínima posibilidad de éxito.

– Es tarde. -Selene abrió los ojos, su expresión era de pánico-. Está bien. No hay prisa. -Se incorporó-. He decidido que tu plan al fin y al cabo es el mejor.