Ella también se sentó en la cama.
– ¿En serio?
– ¿Por qué estás tan sorprendida? Me aseguraste que era nuestra mejor opción.
– Pero no siempre entras en razón.
– Puedo aceptar la premisa, pero no todos los detalles. Regresaré al castillo al anochecer. Cerca de la medianoche, cuando el campamento esté dormido, volveré por ti.
La sola idea la aterrorizaba.
– No, te matarán.
– Si no hubiera aprendido cómo infiltrarme en un campamento, Nasim me habría desterrado el primer día de mi adiestramiento. Estate preparada.
– No vengas. No estaré aquí. Cuando llegues me habré marchado.
Él sonrió.
– Pues entonces sí que me matarán, porque tendré que ir tropezándome por todas partes mientras te busco. -Se inclinó y le rozó la nariz con los labios-. Estate preparada.
Selene estaba desesperada. Ya debería estar allí.
Él dijo hacia la medianoche.
¿Lo habrán apresado?
No, habría oído algo.
¿Por qué? Introducir una daga entre las costillas de un hombre no hacía ningún ruido.
Selene respiró hondo. Déjalo ya. Imaginarse lo peor no te hace ningún bien.
Enderezó los hombros, que tenía encorvados, y se deslizó hacia la entrada de la tienda. A través de la rendija pudo ver a dos guardias vigilando a pocos metros. ¿Cómo podría un hombre eliminar a dos guardias sin despertar a todo el campamento?
Uno de los guardias levantó la cabeza como si estuviera escuchando algo. Habló con el otro guardia y luego rodeó la tienda por el lado derecho.
¿Qué habría oído?
Entonces lo oyó ella también. Un suave sonido, como el trino de un pájaro.
Pero no era eso.
A través de la fina tela de la tienda escuchó el ruido de un cuerpo desplomándose.
Todavía quedaba un guardia, y ahora que había eliminado a su compañero, Kadar lo tendría más difícil para sorprenderlo.
Dio un salto y abrió la portezuela de la tienda. El guardia se dio la vuelta.
– Quiero ver a Nasim -dijo-. Tengo algo que decirle.
El guarda negó con la cabeza.
– Mañana.
– Ahora. -Salió de la tienda y se dirigió hacia la izquierda, sin perderlo de vista-. Te castigará si no lo despiertas.
El guardia se dio media vuelta, siguiéndola.
– Lo más seguro es que me castigue si…
Kadar se abalanzó sobre él. Le tapó la boca con la mano mientras le apuñalaba en el corazón. El hombre cayó al suelo.
Kadar avanzó silenciosamente y Selene voló a su lado.
La empujó delante de él rodeando la tienda por la derecha.
Selene casi se tropieza con el cuerpo del primer guardia que Kadar había engañado. Entonces Kadar la cogió de la mano y la arrastró entre el laberinto de tiendas.
Al cabo de unos minutos alcanzaron el límite del campamento. Selene soltó un suspiro de alivio. Era demasiado pronto para estar a salvo, pero al menos habían llegado hasta allí sin ser descubiertos. Ahora solo les quedaba la carrera hasta el castillo y…
– Sabía que vendrías por ella.
Se dieron la vuelta y vieron a Balkir bajo un árbol a pocos metros de distancia. La luz de la luna hacía brillar la hoja de la espada que empuñaba.
– He estado esperándolos. Nasim se equivocó al confiar en ti. Debería haberme encargado a mí que viniera a buscar su tesoro. Yo nunca lo traicionaría.
Kadar agarró a Selene por el codo.
– Corre -le susurró al oído-. Ya te seguiré.
Ella se negó. No lo dejaría enfrentarse solo a Balkir.
– Dejad de cuchichear. Estáis perdidos. Nasim piensa que eres muy inteligente, pero seré yo quien le dé lo que quiere. -Balkir avanzó hacia delante con el rostro demudado por el odio-. Y te quitaré lo que tú quieres.
Arremetió contra él, apuntando con la espada en el pecho de Selene.
Morir. Iba a…
Kadar dio un salto para interponerse, tirando a Selene al suelo.
La espada penetró en su pecho.
– ¡No!
Balkir arrancó la espada y Kadar cayó al suelo. Selene vio salir un chorro de sangre de la herida. Cayó de rodillas junto a él.
– Oh, Dios mío, por favor…
Kadar tenía los ojos abiertos.
– Corre…
– No. -Un torrente de lágrimas surcaba sus mejillas-. No hables. Estás herido…
– Corre. -Sus ojos se cerraron y se desplomó sobre su costado.
¿Muerto?
La desesperación le partió el alma. Le acunaba entre sus brazos, meciéndole como a un niño.
– Aléjate de él -dijo Balkir.
Ella apenas podía oírlo.
Él dio un paso amenazante hacia ella.
– He dicho que te alejes de ese…
– Por Alá, ¿qué has hecho, Balkir? -Nasim se acercaba hacia ellos a zancadas desde las tiendas.
Balkir pareció encogerse.
– Estaban intentando escapar. Dijiste que mataríamos a la mujer si él nos traicionaba.
– Estúpido torpe, no te dije nada de matar a Kadar.
– Se plantó delante de mi espada.
Nasim se arrodilló junto a Kadar.
Selene se aferró aún más a él.
– No lo toques -dijo con fiereza.
El la ignoró mientras examinaba la herida causada por la espada.
– Todavía no está muerto, pero es una herida mortal. -Fulminó con la mirada a Balkir-. No pasará de esta noche.
– Se puso delante de mi espada -repitió Balkir.
– Déjanos en paz -dijo Selene-. No morirá. No lo dejaré morir.
– Nadie puede salvarlo. Está herido de muerte -dijo Nasim-. Nos ha engañado a los dos, a Tarik y a mí. -De repente se quedó parado-. O quizá no. -Se volvió hacia Balkir-: Prepara una camilla y acuéstalo en ella. Con cuidado. Que tu torpeza no lo mate demasiado deprisa. Se lo devolveremos a Tarik.
Balkir salió disparado.
Nasim se volvió hada Selene.
– Ve con él. Tarik puede curarlo si quiere. Convéncelo para que use sus poderes. -Se dio la vuelta y siguió los pasos de Balkir sin siquiera mirar otra vez a Kadar.
Tarik podía curarlo. Se aferraba desesperadamente a esa última esperanza que Nasim le había otorgado. Kadar no tenía por qué morir. Tarik lo ayudaría.
Dios santo, Kadar estaba tan quieto… Parecía imposible que no estuviera muerto todavía.
Selene se aferró a él aún más mientras le mecía entre sus brazos.
Vive, Kadar… Hasta que pueda llevarte hasta Tarik, vive.
CAPÍTULO 10
Tarik salió a su encuentro mientras atravesaban las puertas.
– ¡Por todos los dioses! -El rostro de Tarik se torció de dolor cuando vio a Kadar tendido en la camilla en mitad del patio-. ¿Qué ha sucedido?
– Él me salvó -dijo Selene-. No va a morir por haberme salvado. ¿Me oyes? No puede morir.
Tarik se inclinó para examinar la herida.
– Acércame esa antorcha -ordenó a un soldado que estaba a pocos pasos detrás de él.
La luz de la antorcha parpadeó sobre el pálido rostro de Kadar. Tarik retiró suavemente la tela de lino que cubría la herida. Cerró los ojos por un momento cuando vio el agujero abierto.
– Una herida de muerte.
Las mismas palabras que Nasim había pronunciado.
– No es una herida mortal. -Selene lo miró fijamente-. Deja de decir eso.
Tarik le acarició el cabello con suavidad.
– Niña, se está muriendo.
Se sacudió sus caricias.
– Entonces haz algo. O dime qué puedo hacer. Nasim dijo que podrías curarlo. Hazlo.
Él se puso rígido.
– ¿Nasim dijo eso?
– Dijo que tenías el poder para sanar.
– Maldito sea.
– Si tienes algún poder, tienes que curar a Kadar.