– No me mires así. Estaba bromeando.
– Una broma muy burda -dijo ella vacilante.
El extendió su mano y le acarició suavemente la delicada piel bajo los ojos.
– Ojeras. Te has marchitado y demacrado como una andana. Cualquiera se enfermaría al ver esa cara.
– Zoquete desagradecido.
– Ve y descansa. Necesito que me atienda alguien más agradable de contemplar y que sepa apreciar mejor mi sentido del humor.
Se puso en pie.
– Entonces no seguiré malgastando mi tiempo contigo. Enviaré a Haroun para que atienda tus necesidades.
– Que sea durante el próximo día y su noche. Después te habrás recuperado lo suficiente como para que yo pueda tolerarte.
– ¿Tendré yo que tolerar tus insultos? Eres un necio, nunca debería haber sufrido y trabajado para mantener tu cadáver con vida. Yo no te pedí que te pusieras delante de la espada de Balkir.
– No me quedó otro remedio. -Cerró los ojos-. Pero en este momento siento unas punzadas de arrepentimiento. Este agujero en mi pecho debe ser tan grande como una madriguera.
Ella frunció el ceño con preocupación,
– ¿Te duele?
– Quizá -dijo abriendo un ojo y sonriendo con malicia-, o a lo mejor es que no veo otra manera de retenerte a mi lado. No puedes atacar a un hombre en tan lamentable estado.
– Podría -replicó dirigiéndose hacia la puerta-, y lo haré si no te comportas como es debido.
– Procuraré hacerlo.
Su voz no era más que un hilo, y ella miró hacia atrás con pánico renovado. Parecía estar muy débil y pálido. Había estado muy cerca de la muerte, y ese espectro podría estar todavía cerniéndose sobre él.
– Balkir casi te mata. Los dos nos equivocamos con él.
– Sabía que podría ser peligroso si se sentía acorralado.
– Y sin embargo querías que viniera con nosotros. Dijiste que lo habrías requerido.
– Prefería tenerlo cerca.
– ¿Por qué?
– Tenía que pagar por lo que hizo en Montdhu -respondió sin siquiera abrir los ojos-. Te hizo daño…
Tarik se encontraba junto a él cuando Kadar se despertó de nuevo.
– Así que has sobrevivido -dijo Tarik-. No estaba seguro de que lo hicieras.
– Pareces decepcionado.
– No estoy decepcionado. Simplemente no me gusta interferir cuando la muerte llama a la puerta.
– Entonces no deberías haberme ayudado a vivir.
Tarik hizo una mueca.
– No tuve más remedio. Selene me habría cortado el cuello si no hubiera encontrado el modo de mantenerte con vida. Puede llegar a ponerse muy agresiva.
– ¿Es la única razón por la que me salvaste?
– Puede que sí, puede que no. Prefiero no examinar mis motivos. ¿Cómo te sientes?
– Bastante bien.
– ¿Te duele algo?
– Sí. ¿Me puedes dar alguna poción que me alivie?
– No, tienes que aguantarte. No tengo ninguna poción para prevenir el dolor de la curación. Además, ya he hecho demasiado. Seguramente llegará a los oídos de Nasim que aún estás vivo y que me he servido de algún truco de hechicero para conseguirlo.
– ¿Y lo has hecho?
– ¿Tú también? -exclamó con un suspiro-. No soy un hechicero, y deberíamos convencer a Nasim de esta verdad. Ahora estará más seguro que nunca de que mi tesoro proporciona poder y no tengo ningún deseo de pelear con él en este momento.
– Se irá si le das el cofre de oro. -Kadar hizo una pausa-. Y el grial que contiene.
Tarik sonrió.
– Pero entonces no tendrías motivos para permanecer aquí y me quedaría desolado sin el placer de vuestra compañía. No, creo que tendremos que pensar en otra treta para deshacernos de Nasim.
– ¿Nosotros? Vine aquí cumpliendo una misión suya.
– ¿Pero no crees que una espada atravesada en tu pecho te libera de cualquier promesa que hayas podido hacerle? Este hecho haría cambiar de opinión incluso a alguien tan terco como tú. -Se dio la vuelta para marcharse-. Piensa en ello. Volveré mañana para comprobar tus progresos. Me parece que vas a sanar rápido, pero nunca se sabe con un pecho herido.
Al cabo de una semana, Kadar estaba suficientemente bien como para sentarse en la cama. Al cabo de unos días más ya estaba dando paseos por la habitación. Al final de la segunda semana merodeaba como un tigre y daba pruebas de lo imposible.
– Siéntate -ordenó Selene-. Nunca he visto un hombre tan estúpido. ¿Y si se te abre la herida?
– Se está curando bien. No creo que haya ningún peligro. -Hizo una pausa y luego dijo con indecisión-: Me parece que hoy bajaré al patio.
– Ni se te ocurra. -Lo empujó para que se sentara de nuevo-. Tu impaciencia no va a estropear todos mis esfuerzos por ponerte bien.
– ¿Te está dando problemas? -Tarik se encontraba en el umbral de la puerta-. En ese caso podríamos tirarlo por las almenas para que Nasim lo recoja.
– ¿Estás seguro de que Nasim está aquí todavía? -quiso saber Kadar.
– Desde luego, por lo que sé está aún esperando como una cobra hambrienta tras el rastro de un platillo de leche. -Avanzó irnos pasos-. Siempre me han dado miedo las cobras. Cuando era niño, no era raro despertarse y ver una serpiente deslizándose por el suelo de la choza. Aprendí a no dejar nada que pudiera atraerlas.
– No aprendiste bien la lección.
Tarik rió entre dientes.
– ¿Te estás refiriendo a mi tesoro? Siempre se debe sopesar la amenaza con el valor. Algún día quizá llegue a la conclusión de que la amenaza es mayor que el premio, pero esa hora aún no ha llegado. Además, el tesoro podría no ser el único platillo de leche que Nasim está deseando. Creo que lo que tiene es curiosidad.
– ¿Por saber cómo Kadar ha logrado sobrevivir? -preguntó Selene.
– Exacto. -Retiró el vendaje y examinó la herida-. No es muy bonita, pero no creo que tengas que preocuparte más por él, Selene. Déjalo que siga su camino.
Sintió una especie de pérdida, pero lo ocultó rápidamente.
– Bien. No tengo por qué soportar más ninguna de sus tonterías, Ha sido un auténtico fastidio.
Kadar sonrió con complicidad.
– ¿Eso es lo que he sido para ti?
Ella lo ignoró y se dirigió hacia Tarik.
– ¿Atacará Nasim?
Tarik se encogió de hombros.
– ¿Quién sabe lo que hará Nasim? Todavía no ha atacado.
A lo mejor está vigilando y esperando el momento oportuno.
– ¿Y te conformas con quedarte aquí y dejarlo que lo haga?
– ¿Qué otra cosa sugieres?
– No me importa lo que hagas. Simplemente déjanos marchar. Kadar aún está débil, y nosotros no tenemos nada que ver con lo que pueda haber entre Nasim y tú. Me escapé una vez de aquí y podría haber evitado a los hombres de Balkir. Podremos saltar la muralla de nuevo.
– Qué firmeza tan admirable posees -alabó Tarik-. Ignoras todo excepto lo que te interesa proteger. Me temo que no es tan simple. -Desvió la mirada hacia Kadar-. ¿Me equivoco?
Kadar lo miró a los ojos.
– Su plan no es tan malo.
Selene se dio cuenta con frustración de que la estaban liquidando. Por la mirada que intercambiaron dedujo que había entendimiento entre ellos y algo más que no supo cómo definir.
– ¿Entonces os iréis? -preguntó Tarik.
– Todavía no he terminado lo que vine a hacer.
– Has estado a punto de perder la vida. Balkir casi te saca el corazón -le recordó Selene con crudeza-. ¿Quieres quedarte aquí y que te ocurra lo mismo otra vez?
– No volverá a ocurrir -aseguró Tarik. -Me he metido en un gran problema al mantenerlo con vida, y no me gusta desperdiciar ningún esfuerzo. Ahora considero mi deber guardar a Kadar.