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Nasim lo estudió durante unos instantes en silencio,

– Aun así me parece raro.

Tarik lo miró con el ceño fruncido mientras abandonaba la estancia.

– Mala suerte. Esperaba que no notara su ausencia.

– ¿Por qué?

– Es un hombre muy inteligente. Puede que esto lo haga pensar.

– Deja de hablar con rodeos. -Kadar se acercó a él-. ¿Por qué estás tan preocupado por su comentario sobre Selene?

– Porque ella ya no está aquí.

Kadar se quedó helado.

– ¿Qué?

– Haroun y ella se marcharon anoche. Ya deberían estar de camino al barco que los llevará de vuelta a Escocia.

– ¿Dónde está atracado el barco?

Tarik se negó a contestar.

– Esta vez no la seguirás, Kadar.

– No me vas a… -Kadar intentó reprimir la ira que lo invadía por momentos-. Maldito seas, ¿dónde está?

– Más segura de lo que estaba aquí -respondió Tarik-. Está con Haroun y mi mejor hombre, Antonio, para escoltarla. Antonio tiene instrucciones de reunirse con nosotros en Roma e informarnos de si está a salvo y en camino, tan pronto como embarque.

– ¿Roma?

– Este lugar ya no es seguro para ninguno de los dos. No podemos contar con que Nasim nos espere eternamente ahí fuera.

Kadar estaba maldiciendo.

– ¿Por qué estás tan afectado? Una vez me pediste que la sacara de aquí.

– Entonces era diferente. No deberías haberlo hecho. No con Nasim esperando al otro lado de las puertas para abalanzarse sobre ella. No sin decírmelo.

– No la he secuestrado. Ella lo ha decidido así. Sabía que era lo mejor. -Miró a Kadar a los ojos-. Y tú también. Ella está más segura en Montdhu. Ya has oído a Nasim. Mientras estuviera a su alcance, intentaría utilizarla en tu contra.

– No tienes derecho. Ella es mía.

– Piénsalo.

Kadar no quería pensar. Quería estrangular a Tarik.

– Yo la habría puesto a salvo. La hubiera llevado a…

– Y habrías tenido a Nasim pisándote los talones. Eso la habría puesto en una situación aún más peligrosa. Mi plan es mejor. Os mantendrá vivos a los dos. -Movió la cabeza al ver la expresión de Kadar-. Estás demasiado furioso como para ver las cosas con claridad. Vendré a verte cuando hayas tenido la oportunidad de calmarte.

– No me voy a calmar en lo concerniente a Selene -dijo salvajemente-. No somos piezas de ajedrez que puedas mover a tu antojo.

– Si lo fuerais, mi parte sería mucho más fácil -suspiró-. Ambos sois muy difíciles. Selene confió en mí. ¿No puedes hacer tú lo mismo?

Kadar no respondió.

– He ultimado los preparativos para que abandonemos el castillo esta noche, después de las doce. Ven a mis aposentos. Y, por favor, estate preparado.

Kadar pronunció una blasfemia.

Tarik se encogió de hombros e inició el ascenso de la escalera.

– Más tarde.

Kadar apretó los puños mientras lo veía marchar. Se sentía impotente, furioso y aterrorizado.

Selene.

Siempre había sabido dónde estaba, siempre había sido capaz de llegar a ella y protegerla, desde que se habían conocido cuando ella era tan solo una niña. Ahora estaba sola. No importaba que Tarik hubiera hecho lo que Kadar seguramente habría hecho en su lugar. No tenía derecho. Tendría que habérselo dicho. Debería haber permitido que Kadar fuese con ella y que él mismo la embarcara.

Y Nasim los habría seguido.

De todas formas, Tarik no tenía derecho. Kadar no le permitiría…

Estaba permitiendo que la ira hiciera pedazos su control y no lo dejara pensar. Eso era peligroso. Si había aprendido algo con los años, era que solo los estúpidos dejaban que la furia controlase sus emociones.

Selene se encontraba ahí fuera y él no podía protegerla.

Respiró profundamente. Tarik lo había impulsado a pensar. Pensaría.

Pero dudaba que a Tarik le importasen los resultados de sus consideraciones.

Era casi medianoche cuando Kadar entró a zancadas en los aposentos de Tarik.

Tarik estaba sentado tranquilamente en una silla junto al fuego, recordando la primera noche que Kadar llegó al castillo.

– Bueno, supongo que esto significa que vienes conmigo, ¿verdad? -preguntó Tarik.

– Quizá. Cuando tenga respuestas. -Se dirigió hacia el arcón tallado al otro lado de la estancia-. Estoy harto de tus secretos. Abre el arcón. Quiero ver el grial.

Tarik negó con la cabeza.

Kadar se dio la vuelta y lo miró fijamente a los ojos.

– No te lo estoy preguntando. Abre el arcón o lo destrozaré yo mismo.

Tarik volvió a negar con la cabeza.

– Tú no eres del tipo que destroza las cosas. Sería una falta de sutileza y diplomacia.

– No me siento sutil en absoluto. -Hizo una pausa-Y en este momento me produciría un gran placer hacerte pedazos a ti o a tu arcón. Tú eliges.

– No me gusta ninguna de las dos opciones. Supongamos que elijo discutir a cambio -argumentó Tarik-. Me parece que necesitas un incentivo. Naturalmente que me llevo el arcón conmigo. Y supongamos que además accedo a abrirlo cuando lleguemos a Roma…

– Ahora.

Lo estudió detenidamente.

– Sospechaba que te enfadarías, pero no que perderías el control Esto me convence de que tenía razón al enviar a Selene lejos de aquí. Es realmente tu talón de Aquiles.

– Abre el arcón.

– No estás preparado.

– Ábrelo.

– En Roma. -Se apresuró a levantar la mano cuando Kadar se acercó un paso más hacia el arcón-. Espera.

Kadar se detuvo.

– Quiero respuestas. Dame respuestas y esperaré hasta que lleguemos a Roma para ver el grial.

Tarik suspiro.

– Muy bien. Haz tus preguntas.

– ¿De verdad es el grial lo que hay en el cofre?

– Es una manera de decirlo.

– Estoy cansado de tu lengua bífida. Contesta.

– Ya lo he hecho. -Tarik lo miró directamente a los ojos-. Creo que ya has llegado a sacar tus propias conclusiones y que simplemente quieres que te las confirme. ¿No es cierto?

– Puede que sea así.

Tarik sonrió entre dientes.

– Es cierto. ¿Fue el manuscrito?

Kadar guardó silencio.

– Dímelo. ¿Qué secretos te revelé enseñándote mi maravilloso libro? -Se inclinó hacia delante-. ¿Soy el mago que Nasim cree que soy?

– No -dijo haciendo una pausa-. No eres un mago.

– Oh, vaya, no se lo digas a Nasim. Se llevaría una gran decepción.

– Nunca se me ocurriría decírselo. No después de todas las molestias que te has tomado para engañarlo.

– ¿Es eso lo que he hecho? ¿De qué manera?

– Pienso que el manuscrito lo has escrito tú mismo.

La sonrisa de Tarik se desvaneció.

– Interesante. ¿Y qué te ha hecho pensar eso?

– En todas las leyendas celtas que menciona el manuscrito hay un rey pescador que custodia el grial. Siempre está lisiado. La coincidencia es demasiado patente. Tú has escrito el manuscrito.

– ¿Por qué habría de hacerlo?

– ¿Cómo quieres que lo sepa? A lo mejor para hacer creer a Nasim que el guardián tiene que ser lisiado y hacer de ti el candidato más obvio. Quizá sea parte del juego que os traéis entre manos Nasim y tú. Puede que rodearte de poderes místicos sea la manera de proteger tu tesoro.

– ¿No sería más lógico asumir que Nasim tiene razón acerca de mis poderes? ¿O es que no crees en la magia?

– He visto muchas cosas en mi vida que no puedo explicar, pero ésta sí. Tú no eres un mago, Tarik. Aunque seas lo suficientemente inteligente como para engañar a Nasim haciéndole creer que sí lo eres.

– Habría tenido que querer engañarlo con muchas ganas para pasarme todos estos años escribiendo ese denso manuscrito. ¿Me crees tan paciente?