Kadar asintió lentamente.
– Pienso que puedes ser cualquier cosa que te propongas.
– Ojalá fuera eso verdad -dijo Tarik suspirando con nostalgia-. La vida sería mucho más fácil.
– ¿Has escrito tu el manuscrito?
– No.
– ¿Lo mandaste escribir con alguien?
Tarik sonrió.
– También podría darse el caso de que yo no tenga nada que ver con su creación. Ya te he hablado de mi adoración por los libros.
Kadar dio un salto.
– ¿Así que lo admites?
– Lo único que reconozco es que tienes toda la razón al pensar que no soy un mago. -Se levantó y fue cojeando hasta la puerta-. Ahora recoge el arcón y sígueme. Es hora de que nos vayamos.
– No te he dicho que iría contigo.
– Por supuesto que vendrás conmigo. Nunca he tenido ninguna duda al respecto. La única manera de saber que Selene está segura es acompañándome a Roma para recibir el mensaje de Antonio. Además, no querrías quedarte aquí. Te sentirías muy solo. He dispuesto todo para que Sienbara sea abandonado dentro de cuatro días. Mis hombres usarán este túnel y se esfumarán en el campo. No voy a dejar que nadie se sacrifique para que Nasim se desahogue. -Se volvió hacia la puerta-. Espera aquí. Tengo que bajar a buscar el manuscrito. Es solo cuestión de tiempo que Nasim descubra que nos hemos marchado. No puedo correr el riesgo de que se enfurezca y lo destruya.
– Actúas como si el manuscrito fuera más importante que el arcón.
– ¿No lo encuentras raro?
– A menos que no exista el de De Troyes y seas tú quien ha creado el manuscrito.
Tarik sonrió.
– Esa sería una buena y singular razón. Pero otra podría ser que, para mí, la palabra escrita es más valiosa que cualquier otro tesoro. Puedes intentar averiguar qué es lo más probable de camino a Roma.
– No te prometo quedarme contigo en Roma. Cuando Antonio llegue con el mensaje, tendré con él unas palabras. -Hizo una pausa-. Y si descubro que me has mentido en lo concerniente a meterla en un barco rumbo a Escocia, no vivirás un día más.
– No te he mentido. He hecho todos los preparativos necesarios. -Se encogió de hombros-. Pero a menudo los preparativos de los hombres se ven alterados por el destino. Siempre hay que tener eso en cuenta.
– No si Selene está involucrada. Más le vale a ese Antonio cuidar bien de ella.
– Le di muchas vueltas antes de escoger a Antonio para esta tarea. -Tarik empezó a bajar hacia el salón-hemos fiarnos de que hará lo que sea necesario.
GENOVA
– No me fío de él -susurró Haroun con la mirada fija en Antonio, que cabalgaba a pocos metros delante de ellos-Y no creo que éste sea el camino hacia la costa.
Ni tampoco se lo parecía a Selene. Había visto fugazmente el mar a las afueras de Génova y desde que habían cruzado las puertas parecía que se estaban alejando de él. Pero podría estar equivocada, y la primera opinión de Haroun era la que más valía.
– ¿Por qué no te fías de él?
– No lo sé. Se guarda todo para sí. Es demasiado tranquilo. Cuando estaba en el cuarto de la guardia, no era… No era como los otros soldados.
– Eso no es motivo para condenarlo. Todas las personas son diferentes. Dime algo con más consistencia.
– No me fío de él -dijo Haroun frunciendo el ceño-. Y además no deberíamos estar aquí. A lord Kadar no le habrá gustado que os hayáis escapado sin decirle nada.
No era la primera vez que le daba a conocer sus impresiones sobre ese tema, y estaba de mal humor. El viaje había sido largo y además lo estaba haciendo en contra de su voluntad. Las críticas de Haroun eran como añadir sal en la herida.
– No me importa lo que le guste o no a lord Kadar -afirmó apretando los dientes-. ¿Cuántas veces tengo que decirte que yo no le pertenezco a él ni a ningún otro hombre? Yo tomo mis propias decisiones.
Haroun se retractó inmediatamente.
– Mi intención no era… Es que Antonio no es…
– Antonio nos ha traído hasta aquí sanos y salvos. Si hubiera querido traicionarnos con Nasim, ya lo habría hecho antes de dejar Toscana. Y lord Tarik fue quien lo eligió para nosotros. ¿También sospechas de él?
Haroun negó con la cabeza.
– Lord Tarik es un hombre de honor. Pero Antonio podría estar pagado por Nasim. A lo mejor le ha pagado para traemos aquí, donde pueda atraernos hasta sus redes.
– ¿Y a lo mejor tú has decidido servir a lord Tarik y no deseas volver a casa con lord Ware?
– No. -Los ojos de Haroun se abrieron atemorizados-. De ninguna manera, lady Selene. Lord Ware es mi amo. Es cierto que he disfrutado sirviendo a las órdenes de lord Tarik, pero yo nunca…
– Ya sé que tú jamás lo harías -le cortó Selene. La aspereza de su propio dolor la estaba obligando a ser injusta.
Haroun estaba preocupado genuinamente, y no convenía ignorar su instinto. Ojalá su mente estuviera más clara para poder considerar la situación. Desde que habían abandonado Sienbara se sentía como si estuviera caminando por la niebla-. Vigilaremos a Antonio de cerca hasta que veamos al capitán del barco de lord Tarik.
Haroun asintió con satisfacción.
– Debemos prepararnos para…
– Ya hemos llegado. -Antonio volvía cabalgando hada ellos, exhibiendo una amplia sonrisa. Era la primera vez que lo veía sonreír desde que habían emprendido el viaje. Señaló hacia una pequeña construcción frente a ellos-. Pensé que sería mejor traeros a una posada donde pudierais tener una cama limpia y agua para quitaros el polvo del camino antes de embarcar. Apostaría que os hartaréis de agua salada antes de terminar el viaje.
Oyó a Haroun maldecir mientras desmontaba.
– Iré a ver si las habitaciones son dignas de vos. Y a comprobar que no había una trampa esperándolos dentro. No podía permitirle que lo hiciera.
– No, iré yo misma.
– Está limpia de sobra -dijo Antonio haciendo girar a su caballo-. He estado aquí varias veces. Pero comprobadlo vos misma. Iré a buscar al capitán.
Vio cómo se alejaba sin prisa. En caso de que hubiera tendido una trampa, no lo parecía. Puede que no se tratara de una trampa. A lo mejor las sospechas de Haroun no tenían fundamento. Se deslizó de la silla.
– Espera aquí.
– No, entraré y…
– Espera aquí -repitió ella-. Es una orden, Haroun. -Entró dando zancadas en la posada antes de que él pudiera protestar.
El salón era pequeño y estaba lleno de mesas de madera toscamente talladas. Le llegó un fuerte aroma a carne y hierbas proveniente del hogar que había al otro lado de la estancia.
Los juncos del suelo eran frescos, las mesas estaban limpias. Había visto muchas posadas como ésa antes. El posadero, regordete y calvo, se acercó a ella sonriendo alegremente.
– ¡Bienvenida! Soy Mario. ¿En qué puedo serviros?
No vio amenaza alguna en aquel lugar. Realmente era un sitio demasiado pequeño para esconder soldados enviados por Nasim. Relajó parte de su tensión.
– Una habitación, un baño y comida caliente para mí y para mí criado, que está en el establo.
– Inmediatamente. -La condujo hacia las escaleras-. Solo tengo una pequeña habitación. Sois afortunada de que no esté ocupada. Vuestro criado tendrá que dormir en el establo con los demás.
Una habitación. De nuevo, un lugar demasiado pequeño para que nadie pudiera esconderse.
– Solo la necesitaré para una noche, quizá menos. El baño es lo más importante. -Habían llegado a la habitación en lo alto de la escalera y Mario estaba abriendo la puerta-Necesitaré jabón y…
Había alguien de pie mirando por la ventana.