No respondió. Ya se había ido.
No pienses en el daño que debes haberle hecho para llegar a convertirlo en ese extraño. Piensa en Haroun. Piensa en Nasim. Piensa lo que tienes que hacer.
CAPÍTULO 15
– No nos creen -dijo Layla.
– Tampoco esperábamos que lo hicieran. -Tarik se asomó por la balaustrada para contemplar el jardín-. Es una historia absurda.
– Sí -dijo ella poniéndose a su lado-. No estoy segura de que Kadar sea la persona adecuada. Le gusta demasiado hacer las cosas a su manera.
– ¿Ya ti no?
Ella hizo una mueca.
– Me gusta, pero casi nunca lo consigo. No contigo.
– Que yo recuerde, solo te he dicho «no» una vez.
Pero había sido el ruego más importante, cuando le había pedido que se quedara.
– Aunque siempre discutíamos -dijo cruzando los brazos-. ¿Por qué te casaste con ella?
– ¿Con Rosa? Era tierna. Me sentía solo.
– Yo también me sentía sola. Nunca busqué un marido para aplacar mi soledad.
– No deseo hablar de Rosa.
– Yo tampoco. Solo me preguntaba por qué. -Paseo la mirada por los árboles y las flores del jardín a la luz de la luna, la clara serenidad del estanque rectangular-. Es muy agradable. Me recuerda un poco a nuestra casa en Grecia. ¿La compraste por eso?
– No. La compré porque estaba harto de vivir entre los muros de una fortaleza.
– Yo nunca me he aislado del mundo. Tú tampoco tenías por qué hacerlo.
– Me enviaste el grial.
– Pero fuiste tú quien creó las cadenas a tu alrededor. Cuando tratas un tesoro como si no lo fuera, atraes menos la atención de los curiosos. Yo lo hubiera cubierto de barro, lo habría metido en las alforjas de mi caballo y me habría olvidado de él.
– No, no lo habrías hecho. Guía tu vida.
– Guía las vidas de los dos. Pero eso no significa que lo sea todo. Tenemos que vivir nuestra vida con alegría.
Posó la mirada sobre la de ella.
– ¿Han sido estos años felices para ti, Layla?
Ella miró hacia otro lado.
– Ha habido momentos de alegría.
– Tiene que haber sido doloroso para ti saber que Selene estaba encinta.
– ¿Tan mezquina me crees? Me alegré por ella. Quería que tuviera lo que yo nunca pude tener -dijo volviéndose hacia él-. Y además quería ver a Nasim muerto por lo que hizo. He procurado calmarla y hablar de lo bueno y lo sensato, pero sé perfectamente cómo se siente.
– Layla. -Alargó el brazo, pero se quedó con la mano en el aire sobre su hombro.
Ella contuvo la respiración.
La mano cayó sin tocarla.
No debía dejarle ver su dolor. Sonrió forzadamente.
– Pero, como de costumbre, debemos olvidar nuestros sentimientos y proteger el grial. Puede que sea más difícil protegerlo de Selene y Kadar que de Nasim. -Tenía que retirarse. Ya había tenido bastante por esa noche-. Me parece que me voy a acostar. Estoy agotada del viaje.
Tarik asintió.
– Buenas noches.
Sintió la mirada de Tarik en la espalda mientras se dirigía hacia la puerta.
Aquí estamos juntos por fin. No me dejes marchar.
Detenme. Dime la verdad.
Acaríciame.
Él no hizo ninguna de estas cosas.
Miró cómo se alejaba.
Había alguien en el aposento.
Selene se despertó por completo, escudriñando en la oscuridad.
– No tengas miedo. Soy yo -dijo Kadar.
Se encontraba sentado en el suelo con las piernas cruzadas junto a su lecho. Apenas adivinaba su silueta bajo la pálida luz de la luna que entraba por las ventanas. La luz iluminaba su pelo oscuro, aunque el lado izquierdo de su rostro se mantenía en la sombra.
– No estoy asustada. ¿Qué estás haciendo aquí?
– Mirarte. No podía dormir. Tenía muchas cosas en qué pensar.
– No puedes verme en la oscuridad.
– Sí puedo. Fui adiestrado por Sinan y Nasim. ¿Me has oído cuando me deslicé dentro de tu habitación? -preguntó sabiendo que la respuesta sería negativa-. Nadie es capaz de oírme. Nasim estaría ya muerto.
Se quedó estupefacta,
– ¿Qué te ocurre? ¿No es eso lo que quieres?
Había sentido su alteración con ese sexto sentido que siempre había habido entre ellos.
– Lo quiero muerto. No quiero que te abalances sobre él mientras está profundamente dormido.
– ¿Deseas que tenga una muerte honrosa? No hay muertes honrosas o deshonrosas. Simplemente hay muertes.
– No quiero que tú… Yo lo haré.
– Ya veremos.
– ¿Has decidido ayudarme?
– Quizá-dijo en tono burlón-. Todo depende del preció. Soy un asesino sin par. No pretenderás que te salga barato.
– ¿Precio?
– Quería a tu hijo. No sabía cuánto hasta que Layla me dijo que estaba muerto. -Hizo una pausa-. Ése es mi precio, Selene. Tendrás que darme un hijo.
Ella se quedó sin aliento.
– Nunca renunciaré a un hijo.
– Yo no te he pedido que me entregues al bebé. Sé lo que es crecer sin una madre. Tú eres parte del trato -dijo con voz aterciopelada-. Aceptarme no debería ser un trago tan horrible. Nuestros cuerpos se aman, y una vez de vuelta en Montdhu estaremos los dos ocupados en nuestras tareas. Tendremos que intercambiar los votos, por supuesto. No dejaré a mi hijo desprotegido cuando vaya tras Nasim.
– No puedo… yo no…
– ¿No quieres otro hijo?
Ni siquiera lo había considerado. El dolor de la pérdida era demasiado reciente. Estaba confundida y aturdida con solo pensarlo.
– ¿Ahora?
– No sería ahora. Creo que se tardan nueve meses.
– Me refiero a…
– Es mi precio, Selene. Dámelo y convenceré a Tarik y a Layla para que nos permitan utilizar el grial. Te enseñaré cómo llegar a Nasim y yo mismo lo mataré si es tu voluntad.
– No es mi voluntad. -Se humedeció los labios-. Además no estoy segura… Te conozco, Kadar. No creo que tenga que hacer nada por ti para que tú hagas esto por mí.
– Muy lista. Es cierto que habría hecho casi cualquier cosa por ti. Aún podría. Pero no lo sabes, ¿o sí? ¿Crees que de verdad me conoces?
No a ese Kadar. No al Kadar que se había presentado a su puerta esa noche.
– No me gusta el poder que los votos otorgan a los hombres.
– A mí sí. Con una mujer como tú, un hombre necesita alguna ventaja que reclamar. Y creo recordar que una vez me pediste que me casara contigo.
– Eso fue hace mucho tiempo. -Parecía un siglo desde aquella última noche en Montdhu-. Ya no soy aquella mujer.
– No, no lo eres. Así que te estoy ofreciendo una buena oportunidad.
– Lo… consideraré.
– Tienes poco tiempo. Hay que golpear rápido y duro a un hombre como Tarik. Si no le daremos tiempo para que refuerce sus defensas.
– No se trata solamente de Tarik, sino de Layla. Parecían muy decididos. ¿Estás seguro de que podrás ejercer alguna influencia sobre ellos?
– Los convenceré. -Añadió con tono ligero-: Y si no, robaré el grial para ti.
– En ese caso tendríamos que huir de ellos además de urdir un plan para atrapar a Nasim. Tienes que persuadirlos.
– ¿Y si lo hago?
Se agarró con fuerza a las sábanas. Podría ser un gran error. Ya no estaba segura de nada. Ni de Kadar. Ni de ella misma.
Bueno, de una cosa sí estaba segura. Nasim debía ser castigado.
– Tendrás lo que pides.
– Bien.
Silencio en la estancia. Empezó a sentirse incómoda al ver que él no hada ningún movimiento, seguía sentado mirándola fijamente.