– Vamos vete a tu cama. No tenemos nada más que hablar.
– Enseguida. Estoy disfrutándolo.
– Yo no. Vete.
– Disfrutarías, si te lo permitieras. La oscuridad hace todo más sensual, ¿no es cierto? Siempre me ha gustado tu olor. Soy capaz de percibir cada cambio en tu respiración. Tienes un rayo de luna acostado en tu cuerpo. Tienes los senos cubiertos por la manta, pero los hombros están desnudos y relucen… -De repente se echó a reír-. Tu respiración se acelera. ¿Por qué?
Sabía muy bien por qué. Siempre lo sabía todo sobre las reacciones de su cuerpo,
– Quiero que te marches.
– ¿Seguro? -Entonces se puso de rodillas en el suelo, junto a su lecho. Todavía tenía las facciones en penumbra-. Quiero poner la mano sobre ese rayo de luna. -Sacó la mano de la oscuridad y la posó sobre la manta, en su vientre. Los músculos de su abdomen se tensaron al ser rozados-. Míranos -susurro.
No pudo evitar mirar. Su toque era ligero, pero el calor parecía quemarla a través de la manta. La mano se veía pálida sobre la oscura cubierta de lana. A partir del antebrazo él permanecía en la sombra, pero su mano se mostraba clara y audaz, fuerte, con los dedos separados y rígidos.
Ella respiraba con dificultad.
– Ésta no es mi voluntad.
– Shh, no es raro que un hombre de mi profesión reciba un pequeño adelanto como garantía de pago. -Estaba apartando la manta.
Debería moverse.
Pero no podía.
Él tenía la mejilla apoyada en su vientre, y la movía acariciándolo lentamente. Sentía la ligera aspereza masculina contra la suavidad de su piel.
– Aquí-susurró-. Pronto, Selene.
Un hijo. Estaba hablando de un bebé.
Movía la mano de arriba abajo acariciando, frotando, pellizcando.
Un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo.
Antes de que pudiera darse cuenta tenía los labios en su pezón y lo succionaba con fuerza, con fruición.
Sus dedos se hundieron profundamente dentro de ella.
Entonces dio un grito y arqueó la espalda.
– Sí. -Él le daba más, dentro, fuera, rápido, profundo.
– Grita. Quiero escucharte.
Ella clavaba las uñas en las sábanas.
Más rápido. Más fuerte.
– Ven a mí.
Oscuridad. Profundidad. Calor abrasador.
Ella dio un grito cuando su tensión llegó al clímax.
Él se detuvo, con la frente ligeramente inclinada descansando en su estómago. Su aliento se sentía cálido en la piel de ella, el pecho le palpitaba con fuerza.
Ella jadeaba. El corazón le latía demasiado deprisa. Parecía que se le iba a salir por la boca.
El levantó la cabeza. Su mano la abandonaba, cubriendo su cuerpo con la manta. Se puso en pie y se alejó de la cama.
– Ya me voy. Buenas noches, Selene.
Ella se quedó atónita.
– Pero tú no has…
– Ah, no, y lo sufriré esta noche. Yo no suelo cobrar hasta que el trabajo está terminado. Necesitaba tocarte, el resto puede esperar.
– Pero tú… ¿qué significa todo esto?
– Quiero demostrarte que el placer sigue ahí, esperando ser llamado. Debes procurar que tu cuerpo reviva otra vez. Hay que preparar el camino. -Se dirigió hacia la puerta-. Mañana tengo que hablar con Tarik y Layla a solas. Vendré a visitarte más tarde a lo largo del día.
Selene se acurrucó bajo la manta cuando se cerró la puerta tras él. No podía seguir temblando de esa manera.
Debes procurar que tu cuerpo reviva otra vez.
Dios mío, su cuerpo estaba demasiado vivo. La sangre corría por sus venas, y sentía la piel ruborizada y con un leve hormigueo. Había un doloroso vacío entre sus muslos.
La torre.
Él le había dado placer, pero no había sido suficiente.
Quería más.
Podía tener más. No significaba una rendición, no se perdía a sí misma. Había llegado a un acuerdo.
Podría ser como en la torre.
Tarik y Layla se encontraban sentados en el banco cuando Kadar, a la mañana siguiente, se plantó dando grandes zancadas en la terraza. Ambos lo miraron con cautela.
– ¿Dónde está Selene? -preguntó Tarik.
Kadar sonrió.
– He pensado que podríamos hablar con más libertad sin ella. Ya le contaré después lo que hablemos.
– No creo que te dé las gracias por hacer algo a sus espaldas -replicó Layla secamente.
– Oh, estamos completamente de acuerdo. Anoche tuve una larga conversación con ella. Sabía que rechazaríais sus planes. No quería que se sintiera más frustrada.
– Ninguno de nosotros lo desea -afirmó Tarik.
– Pero no podemos darle lo que pide -dijo Layla-. Habrá que encontrar otra manera.
– Lo haría, pero ella tiene razón. El grial es el único cebo que atraerá a Nasim. -Sonrió-. Por lo tanto será el señuelo que utilizaremos.
Tarik negó con la cabeza.
– Sí -reafirmó Kadar.
– ¿Vas a amenazarnos? -preguntó Tarik-. Me imagino que sabrás que eso no te va a llevar a ninguna parte.
– Depende de la amenaza. -Kadar avanzó hacia la balaustrada y miró el azul del cielo-. Siempre me ha gustado la noche. Las estrellas, las sombras. Pero el día también es bueno. ¿Sientes la frescura de la brisa? Desde que estuve tan cerca de la muerte a causa de la espada de Balkir, he aprendido a apreciar incluso más esos pequeños placeres. -Calló unos instantes-. ¿Qué contenía la poción que me curó tan milagrosamente, Tarik?
Tarik guardó silencio.
– Por el momento, Selene está demasiado aturdida y solo piensa en cómo puede utilizar el grial para atraer a Nasim, pero, como tú mismo has dicho, la balanza empezó a inclinarse a mi favor. Había algo más que el grial en el cofre, ¿no es cierto? ¿Eshe?
Tarik asintió.
– Y Selene me lo dio.
– Te salvó la vida. No estaba seguro de que lo hiciera. Estabas medio muerto.
Kadar levantó una ceja.
– ¿Me estás diciendo que ese Eshe puede curar una herida de espada?
– No, por eso me sorprendió que te ayudara. Parece que simplemente aumenta la fuerza del cuerpo y repele la enfermedad. -Dedicó una sonrisa sardónica a Layla-. Pero quizá deberías preguntar a mi esposa. Ella tiene una experiencia mucho más amplia con Eshe que yo.
– Porque tú escondes la cabeza y no quieres tratar con ello -intervino Layla-. Sin embargo, por lo que yo sé, no es especialmente bueno para las heridas. Debería haber muerto -afirmó encogiéndose de hombros-. Es difícil valorarlo. Nunca se lo he dado a nadie en circunstancias tan extremas. Habría sido un desperdicio.
– Tú estabas suficientemente mal como para darte una oportunidad -dijo Tarik-. Tuve una gran lucha interna.
– ¿Para mantenerme vivo? -dijo Kadar mirándolo directamente a los ojos-. ¿O para prolongar mi vida?
Sonrió.
– Me dijiste que no creías que eso fuera posible.
– Pero tú sí lo crees.
– Ah, claro que lo creo. ¿Habría protegido el grial durante todos estos años si no fuera así?
– Sin embargo estás cansado de protegerlo. Pretendías pasar la responsabilidad a alguien más. Me elegiste a mí.
– Fue una elección muy dolorosa. Especialmente después de conocerte.
– Creo recordar muestras de inseguridad y remordimiento.
– No hay razón para que Tarik sienta remordimiento -añadió Layla-. Te salvó la vida y te otorgó un gran regalo.
– No creo que él lo considere un gran regalo. ¿Qué opinas, Tarik?
Negó con la cabeza.
– Es una terrible carga, terrible.
– Porque tú la consideras así -dijo Layla-. No hay motivo para que sufras tanto. Simplemente mira a Kadar. No tiene nada que ver con Chion. Podrá soportarlo.