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– Es posible. -Tarik lanzó una mirada a Layla-. Cedo la palabra a su gran experiencia.

– Casi seguro -respondió Layla.

Kadar se sintió como si lo hubieran aporreado. Había estado jugueteando, dándole vueltas a la idea en menor escala. Pero esto era algo completamente distinto.

– Esto es como para aturdir a cualquiera. Por ese motivo siempre hemos ido muy despacio antes de contárselo a alguien. -Tarik no apartaba la mirada del rostro de Kadar-. Yo tuve suerte. No me llevé un susto como el tuyo. Los años fueron pasando y fui aceptándolo gradualmente.

Kadar procuraba encontrar la salida de este laberinto.

– El manuscrito…

– Vagué por ahí durante mucho tiempo cuando Layla y yo nos separamos. Me instalé una temporada en Bretaña. -Sonrió-. Me hizo gracia oír hablar de la obra de De Troyes. No me divirtió tanto cuando Nasim se abalanzó sobre ella con tal ferocidad. Nos encontramos en dos ocasiones. La primera cuando Nasim era joven y la segunda hace nueve años. Él había envejecido, yo no.

– Y había oído rumores sobre tu tesoro.

– Efectivamente. -Tarik ladeó la cabeza y lo miró con curiosidad-. ¿Alguna otra pregunta?

– Solo una. Selene. ¿Le diste a ella la poción?

Cualquier rastro de regocijo desapareció de la expresión de Tarik

– No, nunca. Ella es maravillosa, pero no es como tú. Tú estabas curtido por cien batallas. Presentía que sería más seguro dártelo a ti. Selene tiene un carácter muy impetuoso y yo no podía prever ninguna de sus respuestas. Si quieres que lo tome ella también, se lo tendrás que dar tú mismo. Yo no me haré responsable.

– ¿Cuándo vas a tomar alguna responsabilidad, Tarik? -preguntó Layla-. No puedes reducir tus posibilidades a un solo hombre. ¿Y si se muere? ¿Quién protegerá el grial? ¿Quién tomará la decisión cuando sea la hora de que el mundo conozca la existencia de Eshe?

– Tú, si pudieras, darías Eshe a todas las personas sobre la faz de la tierra. ¿Y su sacrificio? -Se volvió hacia Kadar-. Estarás tentado de darle la poción a Selene. La amas y querrás mantenerla contigo. Pero una vez tomada, no hay vuelta atrás. ¿Arriesgarías su cordura? ¿Y toda la amargura y el dolor que sufriría? ¿Y qué me dices del aburrimiento y del cansancio? ¿Qué me dices del viajar constante para no echar raíces y evitar que la gente de alrededor se dé cuenta de que ella aún es joven y atractiva mientras ellos envejecen? Por no hablar del peligro de la tortura y la muerte por parte de aquellos que la teman o quieran el secreto para ellos.

– Estás pintando un panorama espantoso -comentó Kadar.

– Puede ser espantoso.

– La vida también -intervino Layla-. Pero también puede ser agradable. ¿Es que tenemos que morir todos en el vientre por temor a enfrentarnos a los rigores de la vida?

No había duda de que estaba presenciando una vieja y amarga batalla entre ellos, y Kadar ya tenía bastante con lo suyo como para tener que escuchar sus discusiones.

– La decisión no será mía. Yo no soy como tú, Tarik. Yo le daría la oportunidad de elegir.

Tarik se estremeció.

– Eso no es justo. Tú no eres capaz de…

– Sin embargo, tú estabas planeando hacerlo de todos modos. Manipulaste a Nasim para que me trajera hasta tu puerta y luego… -Movió la cabeza cuando se dio cuenta del tema que estaba discutiendo-. Por Dios santo, estoy hablando como si creyera en todo esto. Es la historia más increíble que he oído en mi vida, y no hay manera de comprobar si es verdadera o falsa.

– Obtendrás la prueba dentro de unos cien años -dijo Layla-. Suponiendo que no cometas ninguna tontería y te maten en el campo de batalla.

– Cien años. -No podía soportarlo más. Se dio la vuelta para marcharse-. Tengo que ir a contarle a Selene que habéis accedido a dejarnos utilizar el grial.

– ¿Y nada más?

– ¿Por qué habría de decirle algo que ni yo mismo creo?

La sonrisa de Tarik era triste.

– Sin embargo estás empezando a creértelo, ¿no es cierto? Que Dios lo ayudase, así era. No creía en brujería, y si Tarik y Layla le hubieran dicho que el grial era mágico, podría haber hecho caso omiso del resto de la historia. Pero el descubrimiento de la poción a través de una curiosidad insaciable y un duro trabajo era un concepto con el que él podía identificarse. Por experiencia propia, sabía los milagros que se podían forjar con esas dos armas.

– No importa si lo creo o no. Hasta que no pueda comprobarlo, solo tengo que vivir mi vida como si esta historia fuera una locura. -Añadió haciendo una mueca-: Lo que probablemente será verdad.

– Entonces ahora tendrás más cuidado con el grial -dijo Tarik-, porque, en el fondo de tu corazón, conoces su valor.

– Tendré cuidado porque te he dado mi palabra y no por otro motivo. No puedo tener en cuenta nada de esta locura. Hay que hacer planes.

– Me sorprende que no los hayas hecho ya. -El tono de Tarik estaba teñido de un leve sarcasmo-. Parecías muy seguro de mí.

– Tengo algunas ideas al respecto -reconoció Kadar sonriendo-, pero Selene también tiene sus planes. Desea involucrar a un viejo conocido que seguramente te costará una buena cantidad de oro. ¿Sabes algo del paradero de Vaden?

– Éste es un lugar repugnante. -Selene iba sorteando con cautela los desechos que llenaban el callejón por doquier-. Además huele a estiércol y…

– Deja ya de quejarte. Tú has querido venir. -Kadar la agarró por el codo-. La posada está ahí delante. No te alejes de mi lado. Por lo que dijo Tarik, es un antro frecuentado solo por soldados y prostitutas. -Empujó la puerta-. No te sorprendas si ves cosas que no quieres ver. En un lugar como éste, nadie busca intimidad cuando quiere dar rienda suelta a su deseo.

– Entonces no se diferencia mucho de la Casa de Nicolás.

Pero sí era diferente. Aquel lugar era como comparar la limpieza inmaculada de la seda de la casa de Nicolás con el cuero.

Poca iluminación.

Ruido.

Humo.

El olor acre a sudor, a vino y a cerveza inundó la nariz de Selene mientras seguía a Kadar por la habitación. Solo había algunas velas encendidas en medio de la oscuridad. La estancia estaba abarrotada, las mesas llenas, pero no podía distinguir las caras de ningún hombre o mujer allí presentes.

– No lo veo. ¿Estás seguro de que lo encontraremos en este lugar?

– No. Tarik dijo que solía pasar aquí sus ratos libres mientras no estaba vendiendo su lanza a los señores de estos pagos. Puede que incluso no se halle en Roma. ¿Por qué estás tan empeñada en encontrarlo?

Ni ella misma lo sabía. Quizá fuera la casualidad la que repentinamente había sacado a Vaden de las tinieblas del tiempo. Casi parecía una señal.

– Él nos ayudó en el pasado. Si sigue vendiendo su lanza, Tarik podrá comprarlo para nosotros-. Frunció el ceño-. Esto está muy oscuro. Tendremos que adentrarnos hasta el fondo si queremos encontrarlo.

– En realidad yo nunca conocí a Vaden. ¿Serías capaz de reconocerlo?

– Tiene el pelo claro. -Ella solamente lo había visto una vez, luego su rostro se había ennegrecido por el humo del tiempo-. Como un león. Reconocería su pelo.

Nadie parecía prestarles mucha atención mientras se movían entre las mesas. Estaban demasiado ocupados con sus propios placeres.

– Bien, no veo ninguna cabellera clara en este lugar. Los romanos suelen ser morenos.

Selene se fijó en una mujer desnuda sentada a horcajadas sobre un joven soldado que emitía sonidos guturales desde el fondo de su garganta. Pensaba que no la iba a impresionar, pero la visión le trajo demasiados recuerdos de las mujeres que había conocido de niña.

– ¿Has poseído alguna vez a una mujer en un lugar como éste?

– Solo cuando el hambre aprieta y no queda más remedio.