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– ¿Por qué piensas eso? -se burló Kadar-. Yo me liberé a mí mismo. Simplemente os traje conmigo porque me divertíais. Ya sabes lo que odio aburrirme.

– Deja de tomarme el pelo.

– La risa es lo único que hace la vida soportable. Nunca he conseguido que lo aprendas. -Se volvió para marcharse-. No se te ocurra decirles nada de esto ni a Thea ni a Selene. No hay necesidad de preocuparlas.

– ¿Y cómo diantre haré para que no se enteren? Ellas viajan por toda la cañada, visitando las granjas.

– Ya encontrarás la manera. No me obligues a tomar una decisión prematura. -Cerró la puerta al salir y bajó las escaleras hacia el patío. Ya había tomado la decisión, y estaba seguro de que Ware sospechaba la verdad. Por ese motivo le había dicho que se decidiría en tres días. No se fiaba de que Ware no estallara en acción a medida que se acercara la fecha límite.

Lo más inteligente habría sido no decir nada y zarpar con Balkir la noche anterior. Lo habría hecho si el capitán no se hubiera mostrado tan exigente.

Se estaba mintiendo a sí mismo. Necesitaba esos tres días. Siempre fue el extranjero, viviendo fuera, pero por primera vez en su vida comenzó a sentirse en casa. Montdhu lo había atraído y ahora era parte de él. Deseaba pasar tiempo con Thea y Ware. Quería pasear por las colinas y hablar con las personas que se habían convertido en sus amigos.

Deseaba estar con Selene.

No, eso sería un error. Debía mantenerse alejado de Selene. La llamada de Sinan lo había llenado de frustración y rabia. Su instinto lo empujaba a aferrarse a lo que tenía allí.

Se sentía demasiado desesperado, y los hombres desesperados a veces destruyen lo que más quieren proteger.

Sí, la vigilaría desde la distancia, pero debía mantenerse alejado de Selene.

– Kadar Ben Arnaud no ha hecho ningún intento de dejar Montdhu -le dijo Murad a Balkir-. No ha hecho nada digno de mención durante los dos últimos días. Deambula por el campo. Juega a los dados en la posada del pueblo. Visita su barco, el Última esperanza.

– ¿Está preparando el barco para emprender un viaje?

Murad negó con la cabeza.

Balkir frunció el ceño.

– ¿Nada más?

– No puedo vigilarlo mientras está dentro de las murallas del castillo. Los guardianes de lord Ware no dejan entrar a nadie que no tenga que ver con la casa. Solo puedo informar de lo que hace fuera de esos muros.

Y eso era actuar como si el Estrella oscura no existiera, pensó Balkir, No era buena señal.

– ¿Ha hablado con alguien largamente?

– No fuera del castillo. Estará esta noche otra vez en su barco. ¿Quieres que vuelva y lo vigile?

La frustración de Balkir era creciente.

– Por supuesto. ¿Qué otra cosa podemos hacer? -Tomó una decisión repentina-. Espera, iré contigo.

– ¿Está aquí? -Selene subió por la pasarela del Última esperanza.

El primer oficial de Kadar, Patrick, asintió.

– En su camarote, lady Selene. ¿Queréis que le diga algo?

Se sintió enormemente aliviada. No estaba segura de encontrarlo en el barco.

– Se lo diré yo misma. -Se dirigió con presteza a la puerta que conducía al camarote. Conocía bien el camino. Recordaba la primera vez que había subido a bordo del Última esperanza. Entonces tenía trece años y Kadar acababa de regresar de un viaje. Estaba realmente impaciente por verlo, pero lo había ocultado cuidadosamente. Siempre temió que Kadar supiera que él dominaba sus pensamientos. No le hacía ningún bien. Kadar siempre parecía conocer sus sentimientos como nadie.

Se detuvo ante la puerta. ¿Y si había una mujer con él?

Bien, ¿y si así fuera? No había ido hasta allí para volver al castillo. Despediría a la joven.

Abrió la puerta de par en par. No había ninguna mujer, comprobó aliviada. Kadar estaba sentado en su escritorio, examinando unos papeles.

Ella cerró dando un portazo.

– ¿Has estado ignorándome?

El se recostó en el respaldo de la silla.

– No deberías estar aquí.

– He intentado hablar contigo en dos ocasiones durante la cena de esta noche y te has comportado como si apenas me conocieras.

Él desvió la mirada.

– ¿Sabe Ware que estás aquí a estas horas de la noche?

– Nadie lo sabe. ¿Y qué si lo supiera? Nadie vería problema alguno en ello. No contigo.

Él se levantó.

– Te llevaré de vuelta al castillo.

– No. -Ella se humedeció los labios-. Todavía no. Tengo algo que decirte.

– Me lo puedes decir mañana. Regresaré al castillo antes del mediodía y podrás…

– No. -Negó con la cabeza-. ¿Por qué me tratas así? Ambos sabemos que no soy como las demás mujeres de por aquí. No me importa en absoluto lo que estos escoceses estimen apropiado. ¿Crees que no sé perfectamente que me rehuirían como a una leprosa si supieran lo de la Casa de Nicolás? Los señores y las damas en sus enormes castillos me tratan con amabilidad solo porque Ware es un guerrero y un poderoso aliado.

– No del todo. -Sonrió burlón-. Les he oído decir que tienes una preciosa cabellera y una dulce sonrisa.

Parecía que la abandonaba algo de la tensión inicial, y ella debía aprovechar cualquier momento de debilidad.

– Necesito hablar contigo. -Se acercó hasta ponerse frente a él-. Nunca me habías rechazado antes.

Su sonrisa desapareció.

– Siempre hay una primera vez.

– Bien, pues esta vez no será la primera. No lo permitiré. -Apretó las manos nerviosamente-. Esto es demasiado importante.

– Por eso tengo que rechazarte.

– No lo entiendo.

– Vuelve al castillo, Selene.

Ella posó la cabeza en su pecho.

– No lo hagas.

Sus músculos se pusieron rígidos.

– Esto es muy duro para mí -susurró ella-. Tienes que dejarme que te lo diga.

– ¡Dios mío!

El corazón de él latía con fuerza bajo su oreja.

– ¿Quieres que confíe en ti? Lo intentaré. No, ya confío en ti. -Restregó la cara en su pecho, luchando por sacar las palabras-. Yo… me importas mucho, Kadar. Siempre me has importado. Creo que siempre será así.

– Ahora no, Selene -dijo él con brusquedad.

– Tiene que ser ahora. No sé si volveré a tener el valor en otra ocasión. -Se dio cuenta de que estaba temblando-. Desde mi niñez, todas las personas que me importaban me han ido abandonando; mamá, Thea… y en la Casa de Nicolás veía cómo los hombres siempre abandonaban a las mujeres después de… Esto… me asustaba.

– Lo sé.

– Era más seguro estar sola o no esperar nada.

– Selene, tienes que marcharte. -El permanecía rígido, sin tocarla-. Ahora.

– Y entonces llegaste tú. Te convertiste en… mi amigo. Yo no quería, pero parecía no poder… Me asustaba más que nada en el mundo. Porque no sabía si soportaría el que tú también te fueras. Y pasaron los años y yo…

– Vamos. -La agarró por la muñeca y la arrastró hacia la puerta.

– No, no quiero…

El la ignoraba. La llevó casi a rastras a través de la cubierta, se cruzaron con un desconcertado Patrick y la obligó a bajar por la pasarela.

– Kadar, para. Tienes que escucharme…

– Ya he oído bastante. Demasiado.

Iba tirando de ella colina arriba hacia el castillo. Tropezó con un montón de brezo.

– Déjame.

– Cuando te devuelva a Ware.

– No me devolverás a nadie. -Comprobó con desesperación que todo era en vano. Había echado abajo las barreras, sacrificó su orgullo e independencia, y todo ello no significaba nada para él. Dudaba incluso que hubiera escuchado sus palabras. Luchaba por liberarse.