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– Me estás recordando a Layla. -Cogió el cofre y la alcanzó en la escalera-. También me estaba preguntando si Tarik no debería haber dejado el grial a tu cuidado en vez de al mío.

– Entonces es que eres un tonto -dijo sonriéndole-. Juntos, Kadar. ¿Qué tengo que hacer para convencerte de que todo lo que hagamos debemos hacerlo juntos?

EPÍLOGO

MONTDHU

– No es tan grande como lo recordaba. -Selene se encontraba apoyada en la barandilla del barco, con su impaciente mirada fija e en el castillo de la colina-. ¿No es extraño? En mi memoria Montdhu era gigantesco.

– Es bastante grande. -El brazo de Kadar la rodeaba por la cintura-. ¿O no? ¿Desearías tener tu propio castillo?

– ¿Y dejar a Ware y Thea? ¿Por qué desearía semejante cosa? ¿Y qué hay del bebé? Necesitará compañía. Los niños no deben crecer solos. El hijo de Thea, Niall, será un buen primo y compañero.

– Que Dios lo ayude. -Hizo una pausa-. No te estaba sugiriendo llevarte muy lejos. Pensaba que vivir a cierta distancia podría ser una medida prudente.

– ¿Lo dices por la poción? -Perdió un poco de su impaciencia-. ¿Crees que podría ser peligroso para nosotros no mostrar signos de envejecimiento?

– Lo que creo es que es algo a lo que tendremos que enfrentarnos -respondió con dulzura-. Ambos sabemos que llegará algún día.

– Le he estado dando vueltas al asunto -dijo sin mirarlo-. ¿Quién sabe si Tarik y Layla tienen razón? ¿Por qué solo cinco viales?

Kadar negó con la cabeza.

– Pronto no quedaría nada si lo repartieras por toda la cañada. Me doy cuenta de cómo te sientes. Yo siento lo mismo. Pero Eshe es una responsabilidad. Tiene que haber límites.

Sospechaba que ésa sería su respuesta, pero ella todavía no podía considerar las limitaciones de Eshe con calma.

No estaba bien. Debía haber algo que pudieran hacer.

– Los límites vienen marcados por la rareza de la hierba que crece en las riberas del Nilo. Bien, es probable que esa hierba también crezca en algún otro lugar. El mundo es grande. Quizá más grande de lo que conocemos. Podríamos encontrarla. Debemos encontrarla.

Él echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

– Cielo santo, debería haberme imaginado que no aceptarías sumisa las restricciones de Tarik y Layla. Dime, ¿quieres que demos la vuelta al barco y naveguemos en busca de esta dichosa hierba?

– No seas ridículo. Podemos esperar un tiempo. Acabamos de llegar a nuestro hogar.

Hogar. Se vio abrumada por un torrente de emociones al divisar entre la neblina el castillo en la lejanía. Pronto vería a Thea y Ware.

– Tan sólido. Tan tranquilo -susurró-. Es bonito, ¿verdad?

– Ciertamente. -Kadar la estrechó aún más contra sí-. El hogar siempre suele ser bonito. Me alegro de que hayas decidido permitirnos disfrutar de él un tiempo.

– Sabes que tengo razón en cuanto a lo de buscar… Oh, mira, se está abriendo la puerta. Deben haber avistado el barco.

– Apostaría a que Ware nos ha visto desde su atalaya hace unos minutos.

– ¿Entonces por qué…? ¡Dios santo, nos van a atacar! -Selene observaba atónita cómo atravesaban las puertas los soldados, con Ware a la cabeza.

– ¿De qué te sorprendes? -Soltó una carcajada-. Es lo que cabía esperar. Este barco es desconocido para ellos, y Ware es un hombre precavido.

– No tiene gracia. No me esperaba algo así. No hemos vuelto a casa desde tan lejos para que la gente que nos ama nos hunda en el puerto.

– Entonces tendremos que asegurarnos de que sepan quiénes somos. -Seguía riéndose cuando se acercó a la barandilla e hizo gestos con el brazo, repitiendo sus palabras-. Tan sólido. Tan tranquilo.

El tenía razón. Montdhu no era más tranquilo que cualquier otro lugar, y Selene no tenía la certeza de que fuera de otro modo.

El cielo está muy bien, pero también puede resultar aburrido. Al tomar su decisión sobre Eshe, había rechazado su derecho a esconderse de la vida. Tenía que seguir adelante y afrontarla.

Sin embargo, había una diferencia entre esconderse y echar raíces. Ella deseaba esas raíces, y por Dios que encontraría la manera de alcanzar un equilibrio y mantener lo que quería.

– Lo estás haciendo fatal, Kadar. Parece que estás intentando capturar una gaviota -dijo-. Tendrás una flecha en el pecho antes de atraer su atención. Déjame a mí. -Se adelantó un paso y su voz atravesó las aguas hasta llegar a su cuñado, que acababa de llegar a la orilla-. Ware, estúpido, no te atrevas a atacarnos. ¿Estás ciego? Somos Kadar y Selene. Hemos vuelto a casa.

Iris Johansen

Iris Johansen, autora norteamericana nacida en 1938. Vive cerca de Atlanta, Georgia. Empezó a escribir una vez que sus dos hijos empezaron en el colegio, ya era una gran lectora de novela romántica. Y descubrió que era tan voraz escritora como lo era como lectora. Es uno de los grandes nombres en la novela romántica de suspense, con más de veinticinco millones de ejemplares publicados, muchos premios literarios y una legión de lectores en todo el mundo.

Trabajó varios años en una compañía aérea, y comenzó a escribir en la década de los ochenta, primero novelas románticas, después histórico románticas y finalmente policiacas. Sus libros han aparecido en numerosas ocasiones en las listas de éxitos del New York Times.

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