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Eso era uno menos y otros 30 casos activos con los que trabajar. Había que contactar rápidamente con todos los clientes de esa lista, informarles de la muerte de Vincent y darles la oportunidad de contratar un nuevo abogado o continuar con Haller ocupándose del caso.

Un puñado de ellos decidieron buscar otra representación, pero Haller conservó la inmensa mayoría de los casos. De lejos el más sonado de todos es el caso del asesinato en Malibú. Ha atraído mucha atención del público. Está previsto que Cortes TV ofrezca en directo fragmentos de la vista del juicio a escala nacional. Dominick Dunne, el principal cronista de tribunales y crímenes para Vanity Fair, está entre los miembros de los medios que han solicitado un puesto en la sala del tribunal.

El caso le llegó a Haller con una gran condición: Elliot sólo accedería a mantener a Haller como abogado si éste accedía a no aplazar el caso.

«Walter es inocente y ha insistido en su inocencia desde el primer día -manifestó Haller al Times en su primera entrevista desde que se hizo cargo de la defensa-. Hubo retrasos al principio del proceso y ha esperado seis meses hasta el día de hoy para tener la oportunidad de limpiar su nombre en el tribunal. No estaba interesado en otro retraso de la justicia y yo estuve de acuerdo con él. Si eres inocente, ¿por qué esperar? Hemos estado trabajando prácticamente sin descanso para estar preparados y creo que lo estamos.»

No era fácil estar preparado. Quien mató a Vincent también se llevó su maletín del coche. Contenía el portátil de Vincent y su calendario.

«No fue difícil reconstruir el calendario, pero el portátil fue una gran pérdida -explicó Haller-. Era ciertamente el punto de almacenaje central de la información y la estrategia del caso. Los archivos en papel que encontramos en la oficina estaban incompletos. Necesitábamos el portátil y al principio pensé que estábamos completamente perdidos.»

Sin embargo, entonces Haller encontró algo que el asesino no se había llevado. Vincent hizo una copia de seguridad del disco de su ordenador en una tarjeta de memoria que llevaba en el llavero. Entre los megabytes de datos, Haller empezó a encontrar elementos de estrategia para el juicio de Elliot. La selección del jurado se realizó la semana pasada y Haller asegura que estará perfectamente preparado cuando se inicien los testimonios hoy.

«No creo que Elliot vaya a tener ningún menoscabo en su defensa -manifestó Haller-. Estamos con las pilas puestas y preparados para empezar.»

Elliot no ha respondido a las llamadas para que comentara su caso y ha evitado hablar con los medios; con excepción de la conferencia de prensa celebrada tras su detención, en la cual negó vehementemente su implicación en los asesinatos y lamentó la pérdida de su esposa.

Fiscales e investigadores del departamento del sheriff del condado de Los Ángeles señalaron que Elliot mató a su esposa, Mitzi, de 39 años, y a Johan Rilz, de 35, en un rapto de ira después de encontrarlos juntos en la casa de fin de semana propiedad de los Elliot en la playa de Malibú. Una llamada de Elliot propició la llegada de los agentes, y el productor fue detenido tras la investigación de la escena del crimen. Aunque el arma homicida nunca se encontró, las pruebas científicas determinaron que Elliot había disparado recientemente un arma. Los investigadores manifestaron que el acusado también hizo afirmaciones inconsistentes al ser interrogado inicialmente en la escena del crimen y con posterioridad. Se espera que en el juicio se revelen otras pruebas contra el magnate cinematográfico.

Elliot permanece en libertad bajo fianza de 20 millones de dólares, la cifra más alta impuesta a un sospechoso de un crimen en la historia del condado de Los Ángeles.

Los expertos legales y observadores judiciales dicen que se espera que la defensa cuestione el manejo de las pruebas en la investigación y los procedimientos de test que determinaron que Elliot había disparado un arma.

El ayudante del fiscal del distrito, Jeffrey Golantz, que está a cargo de la acusación, declinó hacer comentarios para este artículo. Golantz nunca ha perdido un juicio como fiscal y éste será su undécimo caso de homicidio.

36

El jurado salió en fila india como los Lakers al entrar en la pista de baloncesto. No llevaban todos el mismo uniforme, pero en el aire flotaba la misma sensación de anticipación: el partido estaba a punto de empezar. Se separaron en dos filas y ocuparon las dos hileras de asientos de la tribuna del jurado. Llevaban blocs de notas y bolis. Ocuparon los mismos asientos que el viernes cuando el jurado se completó y prestó juramento.

Eran casi las diez de la mañana del lunes y la sesión se iniciaba con retraso. Antes, el juez Stanton había estado con los letrados y el acusado en su despacho durante casi cuarenta minutos, repasando las reglas de última hora y aprovechando la ocasión para mirarme con ceño y expresar su desagrado por el artículo que el Los Ángeles Times había publicado esa mañana en primera página. Su principal preocupación era que el artículo se decantaba claramente del lado de la defensa y me pintaba a mí como un desamparado simpático. Aunque el viernes por la tarde había advertido al nuevo jurado de que no leyera ni mirara ninguna noticia sobre el caso o juicio, al magistrado le preocupaba que el artículo pudiera haberse filtrado.

En mi propia defensa, le expliqué al juez que había concedido la entrevista hacía diez días, para un artículo del que me habían dicho que se publicaría al menos una semana antes de que empezara el juicio. Golantz esbozó una sonrisita y dijo que mi explicación sugería que estaba tratando de afectar la selección del jurado dando la entrevista antes, pero que ahora trataba de mancillar el juicio. Contraataqué señalado que el artículo afirmaba claramente que se había contactado con la fiscalía, pero que ésta había rechazado hacer comentarios. Si el artículo era imparcial, ésa era la causa.

Stanton pareció aceptar mi explicación a regañadientes, pero nos advirtió de que no habláramos con los medios. Supe entonces que tenía que cancelar mi acuerdo con Cortes TV para hacer comentarios al final de cada jornada judicial. La publicidad me habría venido bien, pero no quería ganarme la antipatía del juez.

Pasamos a otras cuestiones. Stanton estaba muy interesado en administrar la duración del juicio. Como cualquier juez, tenía que mantener las cosas en movimiento. Contaba con un lastre de causas atrasadas y un juicio largo las retrasaría aún más. Quería saber cuánto tiempo esperaba dedicar cada parte a su exposición. Golantz manifestó que tardaría un mínimo de una semana y yo dije que necesitaba lo mismo, aunque, siendo realista, sabía que probablemente usaría mucho menos tiempo. La mayor parte de las tesis de la defensa se establecerían, o al menos se organizarían, durante la fase de acusación.

Stanton torció el gesto por los cálculos de tiempo y sugirió que tanto la fiscalía como la defensa se esforzaran en no extenderse innecesariamente. Insistió en que quería llevar el caso al jurado mientras la atención de los doce seguía siendo alta.

Examiné a los miembros del jurado al ocupar sus asientos y busqué indicaciones de imparcialidad o de cualquier otra cosa. Todavía estaba contento con los componentes del jurado, sobre todo con el número tres, el abogado. Otros eran más discutibles, pero había decidido durante el fin de semana que presentaría mi caso para el abogado, y esperaba que éste pudiera tirar del resto cuando votaran por la absolución.

Los jurados se miraban entre ellos o miraban al juez, el perro alfa de la sala. Por cuanto yo pude ver, ningún miembro del jurado levantó la mirada a las mesas de la acusación o la defensa.