Выбрать главу

El golpeteo se hizo más fuerte, pasó por debajo de su casilla y desapareció.

—Un hombre de Seguridad de la compañía —susurró Tony en el oído de Claire.

Ella asintió, casi sin atreverse a respirar. El golpeteo era producido por esas coberturas que los terrestres se ponían en los pies cuando golpeaban el suelo de cemento. Pasaron unos minutos y el ruido desapareció. Andy hizo apenas unos ronroneos.

Tony asomó la cabeza cuidadosamente fuera de la casilla, miró hacia la derecha y la izquierda, arriba y abajo.

—Muy bien. Prepárate para ayudarme a bajar el bulto tan pronto como esta próxima grúa se aleje. Tendrá que caer el último metro, tal vez el ruido de la grúa tape los demás.

Juntos, acercaron el bulto al borde de la casilla y aguardaron. La grúa mecánica se estaba acercando por el pasillo. En su elevador, llevaba una enorme caja de plástico, tan grande como un cubículo.

La grúa se detuvo debajo de ellos y giró noventa grados. El elevador comenzó a subir.

En este momento, Claire recordó que la casilla dé ellos era la única que estaba vacía.

—¡Viene hacia aquí! ¡Nos va a estrujar!

—¡Sal de ahí! ¡Baja por la escalera! —gritó Tony, Pero en lugar de hacer lo que le decía Tony, se fue hacia atrás para recoger a Andy. Lo había puesto en el fondo del cubículo, lo más lejos posible del peligroso borde mientras ayudaba a Tony a empujar el bulto hacia adelante. La casilla se oscureció cuando la caja eclipsó la abertura. Tony apenas logró pasar hacia la escalera, mientras la caja entraba en la casilla.

—¡Claire! —gritó Tony. Golpeó inútilmente el costado de la enorme caja de plástico— ¡Claire! ¡No! ¡No! ¡Estúpido robot! ¡Detente, detente!

Pero, obviamente, el robot no estaba preparado para captar la voz humana. Había un espacio de apenas unos centímetros a los costados y arriba de la caja. Claire retrocedió, tan aterrada que los gritos se le quedaron atragantados y sólo pudo emitir un leve quejido. Atrás, atrás. Sentía en la espalda la pared metálica del fondo. Se apoyó contra la pared todo lo que pudo. Estaba de pie sobre los brazos inferiores y sostenía a Andy con los superiores. El bebé había comenzado a lloriquear, lleno de miedo.

—¡Claire! —gritó Tony desde la escalera, con un tono de horror empañado por las lágrimas—. ¡ANDY!

El equipaje se comprimía junto a ellos. Pequeños crujidos surgieron de su interior. En el último momento, Claire cogió a Andy con los brazos inferiores, debajo de su torso, mientras luchaba con los superiores contra la caja, contra la gravedad. Tal vez su cuerpo serviría para salvarlo… Los brazos de la grúa robótica chirriaron por la sobrecarga…

Y comenzó a retirarse. Claire le pidió disculpas al bulto por todas las maldiciones que ella y Tony le habían soltado en las últimas horas. En su interior, ya nada estaría igual que antes, pero los había salvado.

La grúa robótica se sacudió. Los engranajes rechinaban sin cesar. La caja había quedado sobre el trinquete, que había perdido toda sincronización. Cuando la grúa se retiró, la caja cayó, como resultado de la gravedad y la fricción.

Claire miró, boquiabierta, cómo se movía y caía por la abertura. Se abalanzó hacia el borde. El ruido que hizo la caja cuando golpeó el hormigón sacudió todo el depósito. Luego, un eco aterrador, el ruido más fuerte que Claire había oído en toda su vida. La caja arrastró consigo la grúa, que quedó volcada sobre un costado, con las ruedas girando inútilmente en el aire. El poder de la gravedad era asombroso. La caja se partió en dos y el contenido se desparramó. Cientos de piezas metálicas redondas salieron del interior. Sonaron como una estampida de címbalos. Aproximadamente una docena rodaron por el corredor en todas direcciones, como si quisieran escapar. Se estrellaban contra las paredes del corredor y caían de lado. Los ecos retumbaron en el oído de Claire por un momento, en el aterrador silencio que vino después.

—¡Oh, Claire! —exclamó Tony en la casilla y los abrazó, a ella y a Andy, como si nunca más los fuera a soltar—. ¡Oh, Claire! —Se le quebró la voz, mientras rozaba su cabeza contra el cabello suave de Claire. Claire contempló, por encima de su hombro, el desastre que habían ocasionado allí abajo. El robot volcado había comenzado a hacer ruidos otra vez como si fuera un animal que sufría.

—Tony, creo que es mejor que nos vayamos di aquí —sugirió, con voz débil.

—Pensé que venías detrás de mí, por la escalera. Justo detrás de mí.

—Tenía que traer a Andy.

—Por supuesto. Tú lo salvaste, mientras que yo… me salvé a mí mismo. ¡Oh, Claire! No fue mi intención dejarte allí…

—Tampoco se me ocurrió que lo hicieras.

—Pero yo salté…

—Hubiera sido una estupidez no hacerlo. Mira, ¿podemos hablar de esto más tarde? De verdad, pienso que debemos salir de aquí.

—Sí, sí. Y… ¿el paquete? —Tony miró en la oscuridad de la casilla.

Claire creía que no tenían tiempo para ocuparse del paquete, pero… ¿hasta dónde podían llegar sin él? Ayudó a Tony a arrastrarlo hasta el borde, con una rapidez frenética.

—Si te sujetas allí detrás, mientras paso a la escalera, podremos bajarlo… —comenzó a decir Tony.

Claire lo empujó hasta el borde. Aterrizó sobre el desorden del suelo y rebotó en el hormigón.

—Creo que ya no es momento de preocuparse por los desperfectos. Vamos —dijo.

Tony tragó, asintió y se dirigió rápidamente hacia la escalera. Con un brazo libre ayudaba a sostener a Andy, a quien Claire tenía en sus brazos inferiores. Ya estaba de vuelta en el suelo, con esa locomoción lenta, frustrante. Claire ya empezaba a odiar el olor frío y polvoriento del hormigón.

Habían hecho unos pocos metros por el corredor cuando Claire oyó el ruido de los zapatos de un terrestre, que se movían rápidamente, con ciertas pausas inciertas, como si buscara una dirección. Una o dos hileras más allá. Los pasos pronto los encontrarían. Luego, un eco de los pasos… No, eran otras pisadas.

Lo que sucedió a continuación duró un instante, suspendido entre una respiración y la otra. Delante de ellos, un terrestre de uniforme gris apareció de un pasillo transversal, con un grito ininteligible. Tenía las piernas separadas para mantener el equilibrio y sostenía una pieza extraña en las manos, que mantenía a medio metro delante de su cara. Su rostro estaba tan pálido de miedo como el de Claire.

Delante de ella, Tony dejó caer el paquete y retrocedió con los brazos inferiores, mientras agitaba los superiores y gritaba:

—¡No!

El terrestre se estremeció. Tenía los ojos y la boca bien abiertos, por la impresión que le provocaban. Dos o tres destellos brillantes salieron de la pieza que tenía en las manos. A continuación se oyeron unos ruidos que retumbaron en todo el depósito. Luego el terrestre agitó las manos y el objeto salió volando por el aire. ¿Había funcionado mal o estaba en cortocircuito y lo había quemado o le había dado corriente? El color de su rostro pasó de blanco a verdoso.

Tony estaba gritando, tirado en el suelo, acurrucado como una pelota. Parecía agonizar.

—¿Tony? ¡Tony! —gritó Claire. Andy estaba aferrado a su cuerpo y gritaba de miedo. Sus quejidos se confundían con los de Tony en una cacofonía aterradora —. Tony, ¿qué sucede?

No vio la sangre en la camiseta, hasta que cayeron algunas gotas sobre el cemento. El bíceps del brazo inferior izquierdo, cuando se dio la vuelta para mirarla, era una masa destrozada, roja y púrpura.

—¡Tony!

El guardia de Seguridad de la compañía se abalanzó hacia ellos. Su expresión revelaba horror. Ahora tenía las manos vacías. Llevaba una radio portátil sujeta a su cinturón. Necesitó tres intentos para desprenderla.