—Ése fue siempre tu problema, Leo —dijo Van Atta, un tanto malignamente —. Siempre te llenas la cabeza de pequeños detalles y te pierdes la gran película.
Leo sacudió la cabeza para aclarar un poco sus ideas y retomó el hilo perdido de su argumento.
—Sin embargo, la viabilidad del Proyecto Cay… —hizo una pausa abrupta y tomó aire. De un plumazo. ¿Se podía ganar la libertad de un plumazo? ¿Era tan simple? Miró a Apmad intensamente—. Dígame, señora —dijo midiendo sus palabras—, ¿qué sucede si la viabilidad del Proyecto Cay es desaprobada? —Lo cancelamos —respondió simplemente.
Oh, las cosas que diría al salir de la escuela. Y además, cómo hundiría a Brucie-baby para siempre. A Leo se le crisparon los nervios. Abrió la boca para derramar destrucción…
Y la volvió a cerrar. Se miró las uñas de la mano y preguntó como de pasada:
—¿Y qué les sucede a los cuadrúmanos en ese caso?
La vicepresidenta de Operaciones frunció el. ceño, como si hubiera mordido algo desagradable. Una vez más esa tensión escondida, la única expresión que Leo había descubierto en su rostro.
—Ése es el problema más difícil de todos.
—¿Difícil? ¿Por qué difícil? Déjenlos ir. Por cierto —Leo luchaba por sofocar su creciente indignación detrás de una expresión de tranquilidad—, si Galac-Tech los dejara ir inmediatamente, antes de finalizar este año fiscal, todavía estaría a tiempo de calcular su inversión en ellos como mejor le plazca y considerarlos una pérdida aceptada fiscalmente contra las ganancias de Rodeo. Un último beneficio, como si fuera un último bocado de Orient IV.
Leo mostró una sonrisa atractiva.
—¿Dejarlos ir? Parece olvidarse, señor Graf, que la mayoría de ellos apenas son niños.
—Los más grandes podrían ayudar a cuidar a los más pequeños —insistió Leo—. Ya lo hacen, de todas formas… Tal vez podrían ser trasladados durante algunos años a algún otro sector que pudiera absorber la pérdida de su mantenimiento… A Galac-Tech no le representaría un gasto superior a todo ese número de trabajadores con pensiones. Además, sólo sería por unos años…
—El fondo de retiro de la compañía se autosustenta —observó el contable Gavin—. Una refinanciación con nuevos créditos.
—Una obligación moral —dijo Leo con desespero—. Seguramente Galac-Tech tendrá que admitir una obligación moral con ellos. Nosotros los creamos, después de todo.
El suelo se movía bajo sus pies. Todavía podía ver esa tensión en su rostro incomprensivo, pero aún no llegaba a discernir hacia dónde se inclinaba la balanza.
—Obligación moral, por cierto —acordó Apmad, con las manos entrelazadas —. ¿Y no tiene en cuenta el hecho que el doctor Cay hizo a estas criaturas fértiles? Son especies nuevas. Las llamó Homo quadrimanus, no Homo sapiens especie quadrimanus. El era el genetista y podemos suponer que sabía de qué hablaba. ¿Y qué sucede con la obligación moral de Galac-Tech hacia la sociedad en general? ¿Cómo piensa que reaccionará si estas criaturas y todos sus problemas invaden sus sistemas? Si piensa en sus reacciones exageradas por la polución química, imagínese la reacción que habría frente a una polución genética.
—¿Polución genética? —musitó Leo, mientras intentaba darle un significado racional a este término. Sonaba impresionante.
—No. Si se prueba que el Proyecto Cay es el error más costoso de Galac-Tech, lo ocultaremos de la mejor manera posible. Los trabajadores de Cay serán esterilizados y ubicados en alguna institución conveniente, donde pasarán el resto de sus vidas sin ser molestados. No es la solución ideal, pero es el mejor acuerdo que podemos ofrecer.
—Esteri… Esteri… —tartamudeó Leo—. ¿Qué crimen han cometido para ser sentenciados a prisión de por vida? Y si se cierra Rodeo, ¿dónde encontrará o construirá otro Hábitat orbital apropiado? Si le preocupan los costos, señora, eso sí que sería muy costoso.
—Los colocaremos en algún planeta, por supuesto, por una fracción del costo.
Imaginó a Silver arrastrándose por el suelo como un pájaro con las alas quebradas.
—¡Eso es obsceno! ¡No serán más que lisiados!
—La obscenidad —replicó Apmad— ya consistió en crearlos. Hasta que la muerte del doctor Cay hizo que el departamento cayera en mis manos, no tenía la menor idea que detrás de sus experimentos I+D se escondían estas manipulaciones de los genes humanos. Mi mundo adoptaría las medidas más draconianas para asegurar que nuestros genes no se destinan a mutaciones accidentales. Andar por ahí introduciendo mutaciones en forma deliberada me parece el hecho más vil… — se detuvo para contener la respiración y volver a controlar sus emociones—. Lo correcto es la eutanasia. Aunque pueda sonar terrible, a la larga sería lo menos cruel.
El contable Gavin sonrió a su jefa. Había levantado las cejas en señal de sorpresa, las había bajado con asombro y finalmente se tranquilizó. Tal vez no estaba tomando en serio lo que ella decía. Leo no creía que estuviera bromeando.
—Sería más efectivo desde el punto de vista de los costos —agregó Gavin en un tono profesional—. Si se llevara a cabo antes de terminar este año fiscal, sí podríamos tomarlos como una pérdida total contra los gravámenes de Orient.
—¡No pueden hacer eso! —exclamó Leo—. Son personas, niños. Sería un asesinato…
—No, no lo sería —negó Apmad—. Es repugnante, es cierto, pero no es asesinato. Ésa era la otra mitad de la razón por la cual el Proyecto Cay se llevó a cabo en órbita, alrededor de Rodeo. Además del aislamiento físico, también representa un aislamiento legal. Es una concesión de noventa y nueve años. El único mandato legal en el espacio local de Rodeo es la regulación de Galac-Tech. Me temo que esto tiene mucho menos que ver con la prudencia que con el interés del doctor Cay de obstaculizar cualquier interferencia con sus esquemas. Pero si Galac-Tech decide no definir a los trabajadores de Cay como seres humanos, no se aplicarían las reglamentaciones de la compañía respecto de los crímenes.
—¿Ah, no? —a Bannerji se le iluminó el rostro.
—¿Cómo los define Galac-Tech? —demandó Leo con curiosidad—. Legalmente.
—Cultivos de tejidos experimentales posfetales —dijo Apmad.
—¿Y cómo define su asesinato? ¿Aborto retroactivo?
Apmad contrajo las fosas nasales.
—Simple eliminación —dijo.
—O simple vandalismo, tal vez —manifestó Gavin, quien le echó una mirada irónica a Bannerji—. Nuestro requerimiento legal es que el tejido experimental sea incinerado después de la eliminación. Son las reglamentaciones de los Biolaboratorios Standard IGS.
—Estréllenlos contra el Sol —sugirió Leo—. Eso sería menos costoso.
Van Atta se tocó suavemente el mentón y contempló a Leo, con cierta intranquilidad.
—Cálmate, Leo. Sólo estamos hablando de situaciones posibles. Los cuadros militares lo hacen todo el tiempo.
—Es cierto —acordó la vicepresidenta de Operaciones. Se detuvo para fruncir el ceño a Gavin, cuya impertinencia aparentemente no le complacía—. Hay que tomar algunas decisiones difíciles. No estoy ansiosa por enfrentarlas, pero parece que tendré que hacerme cargo. Es mejor que sea yo y no alguien ciego a las consecuencias a largo plazo para la sociedad en general, como el doctor Cay. Pero quizá, señor Graf, a usted le gustaría compartir la opinión del señor Van Atta y quiera demostrar cómo la visión original del doctor Cay todavía puede llevarse a cabo con buenos resultados, de manera que ninguno de nosotros tenga que tomar decisiones difíciles.