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—¡Al diablo con todo! Todavía estoy a tiempo de volver y de alcanzar mi nave…

—Y ésa —interrumpió Leo— es precisamente la razón por la que Silver está al mando. La captura de una nave descarga es la señal para un levantamiento de los cuadrumanos aquí en el Hábitat. Y ese levantamiento es su garantía de muerte. Cuando Galac-Tech descubra que no puede controlar a los cuadrúmanos es casi seguro que su miedo hará que intenten exterminarlos violentamente. La huida debe estar asegurada pintes de que nos alcemos. La nave que debes capturar está en esa dirección. —Leo señaló hacia la nave—. Puedo confiar en Silver. Ella lo recordará. Tú no eres peor que cualquier otro —Leo sonrió entre dientes. Ante esto, Ti se dio por vencido, aunque no parecía feliz de hacerlo.

Silver, Zara, Siggy, un cuadrúmano particularmente robusto de la tripulación de las naves llamado Jon y Ti. Cinco, todos en una nave para un tripulación de dos personas y de ningún modo diseñada para un refugio nocturno. Leo suspiró. Estas naves llevaban un piloto y un ingeniero. Cinco a dos no era un número muy desfavorable. Sin embargo, Leo pensó que le hubiera gustado que las cosas estuvieran más a favor de los cuadrúmanos.

Pasaron por el tubo flexible y entraron en la nave. Silver, al final, se detuvo para abrazar a Pramod y a Claire, que se habían acercado para despedirles. — Vamos a recuperar a Andy —murmuró Silver a Claire—. Ya verás. Claire asintió y la abrazó con fuerza. En último lugar, Silver se dirigió a Leo, que contemplaba, con ciertas dudas, el tubo flexible por donde había desaparecido el resto de la tripulación. —Pensé que los cuadrúmanos iban a ser el eslabón f débil en esta operación de rapto —comentó Leo—. Ahora no estoy tan seguro. No permitas que Ti te derrumbe, Silver. No dejes que te deprima. Tenéis que salir de ésta con éxito.

—Lo sé. Lo intentaré. Leo… ¿por qué pensaste que Ti estaba enamorado de mí?

—No sé… Teníais una relación muy íntima. Tal vez el poder de la sugestión. Todas esas novelas románticas.

—Ti no lee novelas románticas. Lee Ninfa de lar Estrellas Gemelas.

—¿Tú no estabas enamorada de él? ¿Por lo menos al principio?

Ella frunció el ceño.

—Me resultaba emocionante quebrar las reglas con él. Pero Ti es… bueno, Ti es Ti. El amor, tal como aparece en los libros… yo siempre supe que no era real. Cuando me pongo a mirar a mi alrededor, a los propios terrestres que trabajan con nosotros, nadie es así. Creo que fui una estúpida por haberme gustado todas esas historias.

—Supongo que no son verídicas. Tampoco he leído ninguna, para decirte la verdad. Pero no es estúpido querer algo más, Silver.

—¿Algo más que qué?

Algo más que ser explotada por una serie de malditos egocéntricos con piernas, eso es todo. Todos nosotros no somos iguales… ¿o sí? ¿Por qué, después de todo, se sentía motivado a poner sobre las espaldas de la muchacha un peso que le era propio, justo en este momento en que necesitaba toda su concentración para llevar a cabo la tarea? Leo sacudió la cabeza.

—De todas maneras, tampoco dejes que Ti te confunda entre sus historias de Ninjas y lo que tú intentas hacer.

—Creo que ni siquiera Ti confundiría una nave de Salto de la compañía con la Liga Negra de Eridani —dijo Silver.

Leo hubiera esperado más certeza en su tono.

—Bueno… —carraspeó—. Cuídate. No dejes que te lastimen.

—Tú también ten cuidado.

No le abrazó, como había abrazado a Pramod y a Claire.

—Lo haré.

Y nunca pienses que nadie puede amarte, Silver, K gritó su mente cuando ella desaparecía en el tubo flexible. Pero era demasiado tarde para decir esas palabras en voz alta. Las compuertas se cerraron con un suspiro, casi un lamento. 102

10

La cubierta de desembarco de las naves de carga estaba helada. Claire tuvo que frotarse todas las manos para calentarlas. Sólo sus manos parecían sufrir el frío. Su corazón latía con el calor de la anticipación y el miedo. Miró de reojo a Leo, suspendido, casi impasible, junto a la puerta con ella.

—Gracias, por haberme hecho salir de mi turno de trabajo por esto —dijo Claire—. ¿Estás seguro de que no te meterás en problemas, cuando el señor Van Atta descubra todo esto?

—¿Quién se lo va a decir? —dijo Leo—. Por otra parte, creo que Bruce está perdiendo el interés por torturarte. Todo es tan obviamente fútil. Mucho mejor para nosotros. Además, también quiero hablar con Tony e imagino que tendré muchas más posibilidades de contar con su atención después de que os hayáis vuelto a encontrar. —Sonrió, de modo tranquilizador.

—Me pregunto en qué estado estará.

—Puedes estar segura de que está mucho mejor, o el doctor Minchenko no lo expondría a las tensiones del viaje, por más que lo hiciera para seguir de cerca su evolución.

El ruido de máquinas le dijo a Claire que la nave había llegado a su puesto de desembarque. Extendió las manos y las contrajo inmediatamente. El cuadrúmano que manejaba la cabina de control hizo señas a otros dos en el dique y colocaron los tubos flexibles en su correcta posición y los ajustaron. El tubo del personal se abrió en primer lugar. El ingeniero de la nave asomó la cabeza para volver a verificar todo, luego se perdió de vista. El corazón de Claire latía con toda su fuerza en el pecho y se le había secado la garganta.

Finalmente, apareció el doctor Minchenko y se detuvo un instante, sujetándose con una mano al pasamanos en la escotilla. Era un hombre fuerte, de rostro correoso. Tenía el cabello tan blanco como el uniforme del servicio médico de Galac-Tech que llevaba puesto. Había sido un hombre grande, pero ahora se había encogido a su tamaño actual, como un melocotón maduro. Pero, al mismo tiempo, todavía era consistente. A Claire le daba la impresión de que sólo necesitaba que lo rehidrataran y que así volvería a su condición de casi nuevo.

El doctor Minchenko se alejó de la escotilla y cruzó el dique hacia ellos, siempre sujetándose con firmeza de los ganchos en la puerta.

—Bueno, ¿qué tal, Claire? —dijo con una voz de sorpresa—. Y ¿aja… Graf? —agregó con menos cordialidad—. Así que era usted. Permítame decirle que no me gusta que me obliguen a autorizar una violación del protocolo médico. Tendrá que pasar el doble de tiempo en el gimnasio durante el período de su extensión. ¿Oye?

—Sí, doctor Minchenko. Gracias —dijo Leo con rapidez. Como Claire sabía, Leo no había ido nunca al gimnasio—. ¿Dónde está Tony? ¿Podemos ayudar para que lo lleven a la enfermería?

—Ah —dijo, a la vez que miró a Claire más de cerca— Ya o veo. Tony no está conmigo, querida. Sigue en el hospital allí abajo.

Claire quedó sin aliento.

—Oh, no. ¿Está peor?

—No, en absoluto. Tenía todas las intenciones de traerlo conmigo. En mi opinión, necesita la caída libre para su completa recuperación. El problema es administrativo, no médico. Y en este momento estoy tratando de resolverlo.

—¿Bruce ordenó que lo retuvieran allí? —preguntó Leo.

—Exacto. —Frunció el ceño—. Y no me gusta que interfieran con mis responsabilidades médicas. Es mejor que tenga una explicación convincente y sólida. Daryl Cay nunca habría permitido una canallada de esta naturaleza.

—¿Usted… no oyó todavía las nuevas órdenes? —dijo Leo cuidadosamente, con una mirada de advertencia a Claire.

—¿Qué nuevas órdenes? Voy a ver a ese pequeño cretino… quiero decir, a ese hombre, ahora mismo. Tengo la intención de llegar al fondo de todo esto… — Se dio la vuelta para mirar a Claire. Ahora su tono era más amable—. Todo está bien, vamos a poner las cosas en claro. Las hemorragias internas de Toy ya se han detenido y ya no hay indicios de infección. Vosotros, los cuadrúmanos, sí que sois fuertes. Tenéis una salud que responde en la gravedad mucho mejor que la nuestra en caída libre. Bueno, os diseñamos explícitamente para que no sufrierais un desacondicionamiento. Me hubiera gustado que el experimento que lo confirma no hubiera sucedido bajo tales condiciones inquietantes. Por supuesto —suspiró—, la juventud tiene mucho que ver con todo esto… Hablando de juventud, ¿cómo está el pequeño Andy? ¿Ya duerme mejor?