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—¿Gasolina? —repitió Leo sin podérselo creer—. ¿Gasolina? ¿Estos idiotas realmente habían transportado cien toneladas de gasolina a una estación espacial?

—¿Qué es? —preguntó el cuadrúmano.

—Gasolina. Es un combustible de hidrocarburo que se utiliza en la Tierra para hacer funcionar automóviles. Un subproducto de los desperdicios petroquímicos. El oxígeno atmosférico proporciona el oxidante. Es un líquido pesado, tóxico, volátil, inflamable, explosivo a temperatura ambiente. Por el amor de Dios, no permitáis que se abra ninguno de esos barriles.

—Sí, señor —prometió el cuadrúmano, claramente impresionado por la lista de peligros que Leo acababa de mencionar.

El supervisor de las tripulaciones orbitales llegaba en ese momento al dique, seguido de una tropilla de cuadrúmanos de su departamento.

—Hola, Graf. Mire, creo que fue un error dejarle que me convenciera de pedir este cargamento. Vamos a tener un problema de almacenaje…

—¿Usted pidió esto? —preguntó Leo.

—¿Qué? —el supervisor pestañeó y luego echó una mirada a lo que tenía delante de él—. ¿Qué… dónde están mis varillas de combustible? Me dijeron que estaban aquí.

—¿Usted mismo fue quien hizo el pedido? ¿Con sus propios dedos?

—Sí. Usted me pidió que lo hiciera. ¿Recuerda?

—Bueno —Leo respiró profundamente y le entregó el panel—, cometió un error al teclear.

El supervisor echó un vistazo al panel y palideció —¡Oh, Dios!

—Y ellos lo han enviado —murmuró Leo, mientras se pasaba las manos por lo que le quedaba de cabello—. Llenaron la nave… No puedo creerlo. Cargaron todo esto en una nave sin ni siquiera preguntarse por qué y enviaron cien toneladas de gasolina á una estación espacial sin pensar en ningún momento en que era completamente absurdo…

—Yo puedo creerlo —suspiró el supervisor—. Oh Dios. Bien. Tendremos que enviarlo de vuelta y volver a pasar el pedido. Probablemente llevará alrededor de una semana. No es porque los stocks de varillas sean escasos, a pesar de la cantidad que usted ha estado utilizando para ese «proyecto especial» que mantiene tan en secreto.

No tengo una semana, pensó Leo, con desesperación. Sólo tengo veinticuatro horas, tal vez.

—No tengo una semana —se dio cuenta de que lo decía en voz alta—. Las quiero ahora. Póngalo en un pedido urgente. —Bajó el tono de su voz al darse cuenta de que llamaba demasiado la atención.

El supervisor estaba lo suficientemente ofendido como para superar su culpa.

—No hay necesidad de que grite, Graf. Fue error mío y probablemente tendré que pagar por él, pero es realmente estúpido encargar a mi departamentos un viaje de urgencia tan seguido a éste, cuando demos esperar perfectamente. Las cosas ya están como están —señaló la gasolina—. Eh, muchachos —agregó—, detened la descarga. Este pedido es error, tiene que volver abajo. El piloto de la nave estaba a punto de salir por la cotilla del personal cuando lo oyó. ¿Qué?

Se acercó a ellos y Leo dio una breve explicación, pocas palabras, del error.

—Bien, no puede enviarla de vuelta en este viaje lijo el piloto con firmeza—. No tengo suficiente combustible como para una carga completa. Tendrá que esperar. —Se alejó, para tomarse su recreo obligatorio en la cafetería.

Los cuadrúmanos tenían una actitud de reproche, la segunda vez que invertían la dirección de su abajo. Pero limitaron su crítica a un quejido lastimoso.

—¿Está seguro esta vez, señor?

—Sí —suspiró Leo—. Pero será mejor que encentéis un lugar donde almacenar todo esto en un módulo aislado. No se puede dejar todo esto aquí.

—Sí, señor.

Volvió a dirigirse al supervisor de la tripulación de ; nave remolcadora.

—Sigo necesitando esas varillas de combustible.

—Bien, tendrá que esperar, porque yo no lo haré. Van Atta ya me va a sacar un buena parte de mi sangre por esto.

—Lo puede poner en mi proyecto especial. Yo firmaré.

El supervisor levantó las cejas, levemente aliviado. —Bien… lo intentaré. Lo intentaré. Pero, ¿qué me dice de su sangre?

Ya está vendida, pensó Leo.

—Eso es asunto mío. ¿No le parece? El supervisor se encogió de hombros — Supongo que sí murmuró, mientras se alejaba.

Uno de los cuadrúmanos de la tripulación de la nave remolcadora, que iba detrás del supervisor, miró a Leo, quien le devolvió la mirada con un movimiento de cabeza, enfatizado por un gesto con el dedo índice que amenazaba con cortarle el cuello y que indicaba ¡Silencio!

Se dio la vuelta y casi se llevó por delante a Pramod, que lo esperaba pacientemente detrás.

—¡No me andes espiando a escondidas! —gritó Leo. Intentó controlar sus nervios irritados—. Lo lamento. Me has asustado. ¿Qué sucede?

—Nos hemos metido en un problema, Leo.

—Por supuesto. ¿Quién me va a seguir para darme buenas noticias? No importa. ¿Qué sucede?

—Las abrazaderas.

—¿Las abrazaderas?

—Hay muchas conexiones ajustadas en el exterior. Estábamos revisando el plano del desmontaje del Hábitat para mañana…

—Ya lo sé. Sigue.

—.Pensamos que un poco de práctica podría acelerar las cosas.

—Sí, muy bien…

—Casi ninguna de esas abrazaderas se puede desenganchar. Ni siquiera con herramientas mecánicas.

—Bueno… —Leo hizo una pausa y entonces comprendió cuál era el problema—. ¿Son piezas de metal?

—La mayoría sí.

—¿Es peor del lado del sol?

—Mucho peor. No pudimos lograr que ninguna de las de ese lado pudiera aflojarse. Algunas están visiblemente fundidas. Algún idiota las debe de haber Asoldado.

—Soldadas, sí. Pero no es culpa de ningún idiota. Es por el sol.

—Leo, no hace tanto calor… —No directamente. Lo que estás viendo es una soldadura de difusión espontánea en el vacío. Las moléculas metálicas se evaporan de las superficies de las piezas en el vacío. Lentamente, eso es cierto, pero es un fenómeno calculable. En las zonas ajustadas, migran a otras superficies adyacentes y eventualmente alcanzan una buena fusión. Un poco más rápido con las piezas calientes del lado del sol, un poco más lentamente con las piezas frías del lado de la sombra. Pero apuesto a que algunas de esas piezas llevan allí más de veinte años —Oh. Pero, ¿qué hacemos ahora?

—Tendréis que cortarlas.

Pramod abrió la boca, expresando su preocupación.

—Eso lo retrasará todo.

—Sí. Y también tendremos que pensar en una manera de volver a ajustar cada conexión en la nueva remodelación… Necesitaremos más abrazaderas o algo que pueda servir igual… Ve a reunir a todo tu grupo de trabajo. Tendremos una pequeña sesión de emergencia.

Leo dejó de pensar si sobreviviría a la Gran Toma de Posesión y comenzó a preguntarse si llegaría vivo hasta la Gran Toma de Posesión. Rogó, con toda su alma, que Silver lo estuviera pasando mejor que él.

Silver deseaba de todo corazón que Leo lo estuviera? pasando mucho mejor que ella.

Se movió en el asiento durante la aceleración, cada vez más incómoda después de las primeras ocho horas de vuelo… Apoyó su mentón en el reposacabezas mullido para contemplar a la tripulación, en la cabina de la nave. Los otros cuadrúmanos estaban tan arropados y extenuados como ella. Solamente Ti parecía estar cómodo, con los pies adelante y recostado en su asiento en las fuerzas constantes de gravedad.