Llegó al pueblo en plena primavera y se dedicó de lleno a trabajar la tierra que había conseguido. No volvió de la guerra como algunos, desechos, inservibles. Se estableció inmediatamente, se casó, adquirió algunos caballos. Como dice el proverbio, "Donde hay una buena ama de casa, cruza el patio y hallarás un rublo".
Aunque la autoridad buscaba apoyo de los pobres, en esa época nadie quería serlo; estaban muy ocupados tratando de enriquecerse. Los campesinos pobres, como Spiridon, también adquirían cuanto podían y no tardaban en mejorar su condición. Existía un término corriente en ese momento: "granjero intensivo". Se refería a quien quería tener una buena granja y hacerla prosperar, sin estar dependiendo de la mano de obra paga que le prestaban los campesinos que habían llegado tarde al reparto de las tierras. Estos trabajadores estaban llenos de ciencia, de técnica y sistemas para hacer las cosas. (Con trabajadores pagos, no tenía gracia hacerse rico). Así que Spiridon Yegorov y su mujer se convirtieron en "granjeros intensivos".
—Casarse bien es como ganar la mitad de nuestra vida, — decía siempre Spiridon. Marfa Ustinovna fue su mayor felicidad y su éxito más rotundo. Por ella no se dio a la bebida ni a las malas compañías. Le daba un hijo todos los años; dos varones y luego una mujer y, sin embargo, estos nacimientos jamás la separaron de su marido. Controlaba su peso. Llevaba la casa adelante. Además, era letrada y leía la revista "Sea su propio Agrónomo". Así fue cómo Spiridon se convirtió en un "granjero intensivo".
Los granjeros intensivos eran favorecidos; se les daban préstamos y semilla. Los éxitos se sucedían y empezaron a tener dinero en abundancia. El matrimonio se preparaba a hacerse construir una casa de ladrillos, sin saber que la buena racha estaba tocando a su fin. Spiridon era un hombre respetado en su medio. Integraba el Presidium local, era un héroe de la Guerra Civil y miembro del Partido Comunista.
Pero en ese momento se les incendió la granja. Apenas pudieron salvar a los niños de las llamas. Quedaron hambrientos y sin nada.
Pero tuvieron poco tiempo para lamentarlo. Estaban en las primeras etapas de reconstrucción de todo lo que el fuego había destruido, cuando desde Moscú tronaban con el slogan "Colectivización forzosa".
Y a todos aquellos granjeros intensivos que un tiempo fueron estimulados, se los clasificó como "kulaks" y se los exterminó sin ninguna razón justificada. Marfa y Spiridon tuvieron la suerte de no haber podido reconstruir su casa de ladrillos.
Por millonésima vez, el destino les presentaba enigmas a resolver y la fatalidad se convirtió en suerte.
En vez de formar parte de la multitud que bajo la escolta de la G.P.U. iba a morir a la tundra, Spiridon Yegorov fue designado con el cargo de "Comisario de Colectivización", siendo su misión el arrear a la gente hasta su respectiva granja colectiva. Usaba un aterrorizante revólver en la cintura. Personalmente echaba a la gente de sus casas y las despojaba de sus posesiones, unos tras otros, "kulaks" o no "kulaks", lo que viniera.
Spiridon no contaba con ninguna explicación fácil ni un análisis de las clases sociales que lo ayudaran a comprender éste y otros cambios en su vida. Nerzhin no le preguntó nada, pero dedujo que la conciencia de Spiridon no estaba tranquila, del hecho de que fue ese el momento en que empezó a beber. Aunque una vez había sido dueño de toda la aldea, comenzó a beber de una manera tan desenfrenada, que todo se arruinó en poco tiempo.
Ostentaba el rango de Comisario, pero era incapaz de dar una orden. No se dio cuenta que los paisanos mataban su ganado y se incorporaban a las granjas colectivas sin siquiera una pezuña o cuerno de vaca.
Todo esto le costó su puesto de Comisario. Pero la cosa no paró ahí. Inmediatamente se le ordenó poner las manos tras la espalda y con un policía delante y otro atrás, con los revólveres amartillados, se lo llevaron preso. En seguida lo juzgaron y como dijo él mismo "donde estábamos, nunca perdían mucho tiempo en condenar a la gente". Le dieron diez años por "contrarrevolución económica" y lo mandaron a trabajar en el Canal del Mar Blanco y, cuando lo terminaron, al Canal Moscú (Volga). Allí Spiridon hacía de carpintero y excavaba fosas. Recibía comida abundante y lo único que oprimía su corazón era pensar en la suerte de Marfa, que había quedado sola con tres hijos.
Le concedieron un segundo juicio, donde cambiaron el cargo de "contrarrevolución económica" por el de "abuso de autoridad". Eso hizo que, de la categoría de los "socialmente hostiles", pasara a la de los "socialmente amigables". Luego lo citaron y le dijeron que le confiarían un rifle y lo harían guardia de prisioneros. Y aunque el día anterior Spiridon, como cualquier "Zek" que se respete, obsequiaba a los guardias con los peores insultos, en los que hacía especial referencia a los guardias de prisioneros, tomó el rifle que le ofrecían e hizo de guardia de sus camaradas de ayer, porque así acortaba su estadía en la prisión y conseguía cuarenta rublos por mes para mandar a su casa.
Poco después, el jefe del campamento, que lucía las insignias de Comisario de Seguridad del Estado, lo felicitaba por su libertad recuperada. Se le dieron sus papeles y su designación para trabajar en una fábrica; no en una granja colectiva. Se llevó a Marfa y a los chicos y, al poco tiempo, figuraba en el cuadro de honor de la cartelera de la fábrica como uno de los mejores sopladores de vidrio. Trabajaba horas extras para tratar de recuperar lo perdido desde el incendio. Ya estaba, pensando en la adquisición de una cabaña con una huerta, y en la futura educación de sus hijos, cuando estalló la guerra. Los chicos tenían quince, catorce y trece años de edad, respectivamente. Pronto el frente había llegado casi hasta su pueblo.
En cada momento crucial de la vida de Spiridon, Nerzhin esperaba en silencio, tratando de imaginar lo que habría hecho después. En este punto creyó que, por resentimiento de haber sido encarcelado, Spiridon esperaría para darles la bienvenida a los alemanes. Pero se equivocaba de medio a medio. En un primer momento Spiridon se comportó como el héroe de una novela patriótica. Lo poco de valor que poseía, lo enterró en el suelo. En cuanto el equipo de la fábrica, fue fletado en automotores hacia el interior y se habían puesto carros a disposición de los trabajadores, colocó a su mujer y a sus hijos en un carro y avanzando "con un caballo ajeno, que gracias a la acción de un látigo ajeno, arrastraba un carro ajeno", sin interrumpir jamás la marcha, se retiró desde Pochep a Kaluga, con miles de Otros que estaban en su misma situación.