—¿Recuerdas que hace mucho tiempo leímos que la línea de montaje en la fábrica Ford convertía al trabajador en una máquina, que la línea de montaje es el aspecto más inhumano de la explotación capitalista? Pero han pasado quince años, y ahora nosotros aclamamos esa misma línea de montaje, rebautizándola "Línea de la Abundancia", como la mejor y más nueva forma de producción. Si se hiciera necesario bautizar a toda Rusia, Stalin la enlazaría con el ateísmo.
Potapov siempre estaba melancólico por las mañanas. Era el único momento en que podía pensar en su vida arruinada, en su hijo creciendo sin él, en su esposa desperdiciándose sin él. Avanzando el día, el trabajo lo absorbía y no había tiempo para pensar.
Potapov aquilataba el excesivo descontento que traslucían las palabras de Khorobrov y que podrían conducirlo a sus propios errores. En consecuencia, caminó en silencio, desmañadamente, tirando hacia adelante su pierna lastimada y trató de respirar con más profundidad y regularidad.
Completaban un círculo después de otro.
Otros se les reunieron. Caminaban solos o en parejas o de a tres. Por distintas razones reservaban las conversaciones para sí, y evitaban acercarse demasiado y no alcanzar a los otros innecesariamente.
Recién amanecía. Oscurecido por nubes de nieve, el cielo estaba retrasado en sus rayos matutinos. Los faroles todavía formaban círculos amarillos en la nieve.
El aire estaba fresco; la nieve recién caída no crujía bajo los pies, sino que se aplastaba suavemente.
Erguido y alto, con un sombrero de fieltro (nunca había estado en un campo de prisioneros) Kondrashev-Ivanov caminaba con su compañero de litera, el pequeño y delgado Gerasimonovich. Éste, que llevaba una gorra con visera, no llegaba al hombro de Kondrashev.
Gerasimonovich, abrumado por su visita, había permanecido en cama, como, un inválido, durante todo el domingo, El grito de su mujer al despedirse, lo había conmovido. Esta mañana había reunido toda su energía para salir a caminar. Arropado y temblando, inmediatamente había querido volver a entrar en la prisión. Pero tropezó con Kondrashev-Ivanov y después de haber dado una vuelta en círculo por el patio, se olvidó de sus problemas por el resto de la hora.
—¿Qué? ¿No conoce a Pavel Dmitrievich Korin? — preguntó sorprendido Kondrashev-Ivanov, como si hasta el último de los escolares hubiera oído hablar de él—. ¡Oh! Según dicen... aun cuando yo nunca la vi... tiene una sorprendente pintura llamada "La Rusia que desaparece". Algunos dicen que tiene seis metros de largo... otros, doce. Y esa pintura...
Se estaba poniendo gris.
El guardia caminó por el patio, gritando que la hora de ejercicio había terminado.
Volviendo por el corredor subterráneo, los zeks, refrescados, se encontraron con un Rubin triste, barbudo, pálido y exhausto, que iba saliendo de prisa. No sólo había dormido durante la hora de cortar leña —que en todo caso, no podía ni pensar en hacer después de su disputa con Sologdin— sino que había perdido la caminata de la mañana. Después de su sueño breve y drogado, su cuerpo se sentía pesado y torpe. También estaba experimentando falta de oxígeno, cosa desconocida por todos los que pueden respirar el aire puro cada vez que lo desean. Trataba de abrirse paso hasta el patio para tener una bocanada de aire y un puñado de nieve con que frotarse.
Pero el guardia que estaba en la parte superior de la escalera no lo dejó salir.
Rubín se quedó frente al agujero de cemento, en el fondo de la escalera, donde se había colado un poco de nieve y respiró aire puro. Hizo tres movimientos circulares lentos con los brazos, respirando profundamente, luego recogió un poco de nieve y se frotó la cara con ella y volvió a entrar en la prisión.
Con energía y hambre, Spiridon también entró, después de haber limpiado el camino de automóviles desde los portones hasta la guardia.
En la jefatura de la prisión, dos tenientes —el de los cuadrados bigotes que había cumplido su guardia, y el oficial que se hacía cargo de ella, Zhavkun—, estaban estudiando las órdenes dejadas por el mayor Myslyn.
El teniente Zhavkun era un individuo rudo, de cara ancha e impenetrable. Durante la guerra había servido con el rango de sargento principal, como "verdugo agregado a un tribunal militar divisional", y se había desempeñado en esa actividad durante toda su permanencia en el servicio. Estaba muy satisfecho con su cargo en la prisión especial, y no siendo la lectura su fuerte, siempre leía dos veces las órdenes de Myshin para no equivocarse.
A las nueve menos diez recorrieron las habitaciones para realizar un control y leer en alta voz un anuncio, tal como se les había ordenado:
En el curso de los próximos tres días, todos los prisioneros tienen que entregar al mayor Myshin una lista de sus parientes cercanos, en la siguiente forma: apellido, nombre de pila, patronímico, parentesco, lugar de trabajo y domicilio.
"Se consideran pacientes cercanos los siguientes: madre, padre, esposa en matrimonio registrado. Todos los demás —hermanos, hermanas, tíos, sobrinos, primos, nietos y abuelos— no se consideran parientes cercanos.
Desde el 1° de enero, se permitirá solamente la correspondencia y visitas de los parientes cercanos, mencionados por el prisionero.
Además, desde el 1° de enero, el tamaño de la carta mensual estará limitado a no más de una hoja de cuaderno.
Esto era tan cruel y tan implacable que la mente no podía comprenderlo. Por lo tanto, al principio no hubo ni desesperación ni rebeldía; sólo algunas exclamaciones irónicas siguieron a las palabras de Zhavkun:
—¡Feliz Año Nuevo!
—¡Le deseamos felicidad!
—¡Cu, Cu!
—¡Denuncie por escrito a sus propios parientes!
—¿Es que los sabuesos no los pueden descubrir ellos mismos?
—¿Por qué no nos dicen de qué tamaño tiene que ser la letra?
Zhavkun estaba contando los prisioneros y simultáneamente trataba de memorizar quién y qué gritaba, a fin de informárselo más tarde al mayor.
De cualquier manera, los prisioneros siempre estaban descontentos, recibieran un beneficio o un perjuicio.
Los zeks salieron abatidos a realizar su trabajo.
Aun aquellos que habían estado en prisión durante largo tiempo, estaban sorprendidos ante la crueldad de la nueva medida. La crueldad tenía doble filo. Por un lado, significaba que el débil hilo de comunicación con una esposa o un hijo o un padre sólo sería, mantenido a costa de una denuncia policial formulada por ellos. Después de todo, muchos de los que estaban afuera se las arreglaban para mantener oculto el hecho de que tenían parientes entre rejas, y sólo este secreto les aseguraba empleo y vivienda. Por otra parte, significaba que las esposas y los hijos no registrados eran separados de todo contacto también los hermanos, las hermanas y primos hermanos. Sin embargo, después de la guerra, después de los bombardeos, la evacuación y el hambre, muchos zeks no tenían otros parientes. Y como a la gente no le dan tiempo para prepararse para la reclusión, ni comulgar, ni confesarse, ni saldar sus cuentas con la vida, muchos fueron los que dejaron en la libertad amigas fieles que no poseían el sello negro de la Oficina de Registro de Matrimonios, ZAGS, en su pasaporte. De manera que ahora estas muchachas leales habrían de convertirse en extrañas.