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Ahora en el mismo sitio en que había estado hacía diez horas escasas lo único que se veía era una fina capa de hielo.

– Lo han limpiado con manguera -dijo.

– ¿Cómo?

– Que han limpiado la sangre con una manguera -dijo encaminándose al coche.

Barry Hutton no estaba en casa y su novia no le había visto desde la tarde anterior. Su coche estaba aparcado delante del edificio de su empresa, cerrado y con la alarma puesta pero sin llave. Tampoco allí había rastro de Barry Hutton.

Dieron con Cafferty en el hotel, desayunando en el comedor. El hombre de Hutton era ahora de Cafferty, si es que no lo había sido ya antes, y leía el periódico en otra mesa.

– Acabo de enterarme de lo que me van a cobrar con el cambio de siglo -dijo Cafferty refiriéndose al hotel-. No tienen escrúpulos. Usted y yo nos hemos equivocado de oficio.

Rebus se sentó enfrente de su bestia negra. Siobhan Clarke se presentó y permaneció de pie.

– Han venido dos -comentó Cafferty- para tener un testigo de la conversación.

Rebus se volvió hacia Siobhan.

– Espera fuera -dijo, pero ella no se movió-. Haz el favor -insistió Rebus.

Siobhan, reticente, dio al fin media vuelta y les dejó.

– Vaya fierecilla -dijo Cafferty riendo e inclinándose de pronto con cara de preocupación-. ¿Qué tal se encuentra, Hombre de paja? Anoche pensé que no volvía a verle.

– ¿Dónde está Hutton?

– ¡Hostia, hombre, yo qué sé!

Rebus se volvió hacia el guardaespaldas.

– Ve al tanatorio de Warriston y busca el nombre de Robert Hill. Los guardaespaldas de Cafferty no duran mucho.

El hombre se le quedó mirando impávido.

– ¿No han encontrado a Barry? -preguntó Cafferty fingiendo sorpresa.

– Le has matado tú para ocupar su puesto -dijo Rebus haciendo una pausa-. Ése era el plan desde el principio, ¿verdad?

Cafferty se contentó con sonreír.

– ¿Qué dirá Bryce Callan? -añadió y vio que Cafferty ensanchaba la sonrisa. Ahora lo comprendía-. ¿Callan estaba de acuerdo? ¿Era ese el plan desde un principio?

Cafferty bajó la voz.

– No se puede ir por el mundo matando a gente como Roddy Grieve. Es perjudicial para todos.

– ¿Y tú sí puedes matar a Barry Hutton?

– Le salvé el pellejo, Hombre de paja. Me debe una.

Rebus le amenazó con un dedo.

– Tú me llevaste allí para montar la trampa en que cayó Hutton.

– Cayeron los dos -replicó Cafferty casi pavoneándose y a Rebus le entraron ganas de darle un puñetazo en la cara, lo que no pasó desapercibido a Cafferty, quien miró a su alrededor, el elegante comedor con sus sillones de cretona y antimacasares, arañas en el techo y mullidas alfombras-. Aquí desentona, ¿no cree?

– De sitios más elegantes me han echado -replicó Rebus frunciendo el entrecejo-. ¿Dónde lo metiste?

Cafferty se recostó en el asiento.

– ¿Conoce la leyenda de la Ciudad Vieja? La razón de que sea tan estrecha y empinada es que bajo ella hay enterrada una serpiente enorme -dijo Cafferty haciendo una pausa como dándole pie a que continuara él-. Hay sitio para más de una serpiente, Hombre de paja -añadió él al ver que Rebus no decía nada.

La Ciudad Vieja con las obras en curso alrededor de Holyrood, Queensberry House, Dynamic Earth, las oficinas del Scotsman…, hoteles y pisos, proveía de numerosos solares en construcción con infinidad de hoyos profundos para llenar de hormigón…

– Lo buscaremos -dijo Rebus, recordando las palabras de Cafferty en el jardín del tanatorio: «Sin cadáver no hay crimen».

Cafferty se encogió de hombros.

– Hágalo. Y presente su propia ropa como prueba porque quizá haya en ella sangre de él mezclada con la suya. A ver si al final va a resultar que quien tiene que dar explicaciones es usted… Yo no me moví de aquí en toda la noche -añadió haciendo un gesto con el brazo-. Pregunte. Hubo una fiesta de la hostia y fue una velada cojonuda. La próxima Nochevieja… ¿quién sabe dónde estaremos? Ya tendremos Parlamento, y esto… será cosa del pasado.

– No me importa cuánto tardemos -dijo Rebus.

Pero Cafferty se echó a reír. Había vuelto a tomar las riendas de su Edimburgo y eso era lo único que importaba.

AGRADECIMIENTOS

Quiero dar las gracias a Historie Scotland por facilitarme la visita a Queensberry House, al Scottish Office Constitution Group, al profesor Anthony Busuttil de la Universidad de Edimburgo, al personal del depósito de cadáveres de Edimburgo, a la plantilla de la comisaría de policía de Saint Leonard y de la jefatura de policía de Lothian y Borders, al hotel Old Manor, al Golf Lundin (en particular a Alistair Clark y a George Clark).

Me han sido de utilidad los libros y guías: Who's Who in tbe Scottish Parliament (suplemento de la edición del 16 de mayo de 1999 del Scotland on Sunday), Crime and Criminal Justice in Scotland de Peter Young (Imprenta Nacional, 1997), A Guide to tbe Scottish Parliament edición de Gerry Hassan (Imprenta Nacional, 1999) y The Battle of Scotland de Andrew Marr (Penguin, 1992).

La letra de «Wages Day» es de Ricky Ross, incluida en los discos de Deacon Blue Rainbow y Our Toun: The Greatest Hits.

Quiero igualmente dar las gracias a Angus Calder por autorizarme a citar versos de su «Love Poem» y a Alison Hendon, quien me indicó otro poema y me regaló el título de esta novela.

Ian Rankin

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