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Kay Hooper

Espíritu Navideño

Antología Regalos de Amor

Gifts of Love Anthology

Holiday Spirit (2006)

*

CAPÍTULO 01

El verdadero amor es como los fantasmas,

todo el mundo habla al respecto,

y pocos lo han visto.

FRANÇOIS, DUC DE LA ROCHEFOUCAULD

(1613-1680)

En la enorme y fría sala, además de con corrientes de aire, había un intenso y profundo silencio, el tipo de silencio, reflexionó Antonia con amargura, que su abuela había perfeccionado durante cincuenta años de metódica práctica. Como la helada mirada azul de su cara, envejecida, pero aún hermosa, el silencio indicaba una ofensa extrema.

– Le pido perdón, abuela -dijo Antonia rígidamente, sus propios ojos azules aún tan fieros como cuando ella había dicho las palabras ofensivas, pero ahora su rostro estaba educado con una máscara de arrepentimiento y disculpas-. El Castillo Wingate es su hogar, no el mío, yo no tenía derecho a cuestionar la elección de invitados.

– ¿Cuestionar? -la voz de la condesa de Ware fue contenida-. Yo más bien lo habría llamado un ataque, Antonia.

Aún más rígida, Antonia dijo: -Me encontró con la guardia baja, y hablé sin pensar, abuela. Una vez más, le pido perdón.

Ablandándose muy ligeramente, Lady Ware inclinó la cabeza con aire regio.

– Observo que Sophia por lo menos se ha encargado que tus modales no sean totalmente deficientes.

Antonia enrojeció, sintiendo el leve sarcasmo.

– Si me falta algo con respecto a la gracia social, no es culpa de mamá, abuela, y no le permitiré abusar de ella.

Esta declaración directa, si bien podría calificarse de grosera, provocó una chispa de aprobación en los ojos de Lady Ware. En un tono más suave, dijo: -Muy bien, Antonia, no hay necesidad de armar un segundo ataque contra mí en nombre de tu madre. Siempre he pensado en Sophia como un ganso tonto, pero ni tú ni nadie puede afirmar que no aprecio su valor real, y ella tiene un buen corazón y una disposición generosa, y lo sé muy bien.

Contemplando a su nieta con severidad, Lady Ware continuó: -Sin embargo, eso no tiene nada que ver. Me gustaría saber, Antonia, por qué te opones con tanta violencia a la presencia de Lyonshall aquí. Después de todo, han pasado casi dos años desde que finalizó vuestro compromiso, y me atrevo a decir que se han encontrado en innumerables ocasiones en Londres desde ese episodio vergonzoso.

Antonia apretó los dientes. A los ojos de su abuela -y, de hecho, a los ojos de la sociedad- el rompimiento de Antonia con el duque de Lyonshall había sido sin duda una acción vergonzosa e inexplicable. Incluso su madre no tenía idea de qué había salido mal; Lady Sophia había sufrido más terriblemente con los chismes consiguientes, y casi se había desmayado cuando, unos meses más tarde, se había visto obligada a saludar al duque en público.

En cuanto a ella misma, Antonia se había encontrado con él en varias fiestas de sociedad. Incluso había bailado con él en Almack al comienzo de la presente temporada. Después de todo, era vital mantener una apariencia de fría cortesía. Nada ofendía tanto las sensibilidades como un desacuerdo privado desfilando ante los ojos atónitos del público; Antonia podría haber cometido un solecismo social, pero no había perdido todo el sentido de la propiedad.

– Me he encontrado con el duque -respondió ella en tono mesurado-, y espero encontrarlo de nuevo ya que a menudo somos invitados a las mismas fiestas. Pero tiene que ver, abuela, que al haberlo invitado a la casa de mi familia durante las fiestas de Navidad, dará lugar a la clase de rumores que he pasado unos cuantos dolores para silenciar. Además, no entiendo por qué me puso en una posición como ésa. Tampoco entiendo por qué ha elegido que ambos, el duque y yo, ocupemos el ala sur de la casa… solos.

Lady Ware le ofreció una sonrisa helada.

– Dado que ha sido recientemente renovada, después de haber sido cerrada desde hace cincuenta años, el ala sur es la parte más cómoda del castillo, Antonia, con apartamentos mucho más grandes que el resto, incluso que mis propias habitaciones. ¿Te estás quejando por tu alojamiento?

Por primera vez, Antonia tuvo la incómoda sospecha de que su abuela, célebre tanto por sus ladinas maquinaciones como por sus desastrosas gracias sociales, tenía un motivo ulterior, cuando había organizado este pequeño grupo de invitados. ¡Pero era absurdo! ¿Qué podía esperar lograr?

Ignorando la pregunta, Antonia dijo: -Abuela, confío en que entienda que la mera idea de… de alguna forma de reconciliación con Lyonshall es muy desagradable para mí. Si usted tiene esa idea en la cabeza…

Lady Ware dejó escapar un sonido que, en cualquier persona menos digna, habría sido definido como un bufido.

– No seas absurda, Antonia. ¿Supones que yo por un momento creo que Lyonshall sería capaz de darte una segunda oportunidad después de tu vergonzosa conducta? Ningún hombre con su orgullo y educación podría considerar tal cosa.

Antonia había enrojecido vivamente, y luego se había puesto pálida ante las aplastantes observaciones, y sus labios estaban apretados cuando se encontró con esa mirada de lince.

– Muy bien, entonces. Esta es su casa, y es usted quien decide donde dormirán sus invitados. Sin embargo, abuela, a riesgo de ofenderla una vez más, debo pedir que me traigan el carruaje, voy a regresar a Londres de inmediato.

La expresión de Lady Ware fue una de leve sorpresa.

– Parece que nos has mirado hacia afuera en la última hora, hija. Empezó a caer aguanieve y a nevar desde entonces; difícilmente podrías partir a Londres con un tiempo como éste. De hecho, sólo puedo esperar que Lyonshall no se haya visto obligado a hospedarse en alguna modesta posada en su viaje hasta aquí.

Enojada, -la verdad sea dicha-, intensamente incómoda ante la idea de pasar varios días en compañía de su antiguo prometido, Antonia sólo podía esperar que él se hubiera visto obligado por las inclemencias del tiempo a retrasar -indefinidamente- su llegada al castillo. Pero dudaba de que fuera así. Lyonshall no sólo poseía los mejores sementales de Inglaterra, sino que también era famoso por su desprecio ante cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino, y si tenía la intención de llegar al castillo, lo haría.

Impedida en su determinación de evitar la situación, Antonia sólo pudo hacer una reverencia y salir airadamente de la habitación con la cabeza en alto.

Lady Ware, ahora a solas en la gran habitación y cómodamente sentada en su silla ante un fuego ardiente, se rió en voz baja. Se las había arreglado para desviar los pensamientos de su nieta de lo que era realmente muy impropio: la asignación de las habitaciones, lo cual había sido su primera intención. Sophia, sin duda, protestaría por el acuerdo, con sus modos nerviosos, pero Lady Ware estaba totalmente confiada en poder manejarla.

Y puesto que el "grupo de invitados" consistía de sólo el duque, Antonia y su madre, y la propia condesa, no habría nadie para contar cuentos de lo que pasara aquí de regreso a Londres.

Lady Ware se felicitó. Siempre y cuando Lyonshall llegara al castillo, su plan debería funcionar bastante bien, pensó. El tiempo serviría para explicar por qué la fiesta en su casa no era más grande, ya que el castillo, situado en las montañas de Gales del norte, había visto un clima glacial durante cada Navidad desde hace décadas. Lady Ware había tomado en cuenta ese factor en su plan cuidadosamente diseñado. Sólo se había sentido dudosa de su capacidad de lograr que Lyonshall viniera aquí. Habitualmente, él pasaba las fiestas en su propia residencia campestre, y era notoriamente reacio a responder favorablemente a una invitación de quien, aunque en menor grado, disponía de un poder social considerable.