Apenas la semana anterior, la columna de cotilleos favorita de la ciudad había vuelto a centrar la atención de los medios de comunicación en ella:
La heredera Molly Somerville, la esposa separada del quarterback Kevin Tucker de los Stars, ha intentado pasar desapercibida en la ciudad del viento. ¿Es por aburrimiento, o por el corazón partido tras su fracasado matrimonio con el señor Fútbol? Nadie la ha visto en ninguno de los locales nocturnos de la ciudad, en los que Tucker sigue apareciendo acompañado por sus bellezas extranjeras.
Al menos, la columna no decía nada de que uno de sus pasatiempos era «escribir libros infantiles». Eso le había dolido, aunque últimamente ni siquiera había sido capaz de pasar el tiempo. Cada mañana se decía a sí misma que aquél sería el día en que tendría alguna idea para un nuevo libro de Daphne o al menos un artículo para Chik, y cada mañana se encontraba mirando un papel en blanco. Mientras, su situación financiera se iba deteriorando. Necesitaba desesperadamente la segunda parte del anticipo que tenía que cobrar por Daphne se cae de bruces, pero Helen todavía no lo había aprobado.
La colorida decoración del restaurante le pareció, de repente demasiado chillona, y el animado parloteo demasiado estridente para sus nervios. No le había hablado a nadie sobre su bloqueo, y mucho menos a la mujer que tenía enfrente en la mesa. Por eso habló con cautela.
– Quiero que el próximo libro sea muy especial. Estoy barajando varias ideas, pero…
– No, no -la interrumpió Helen, alzando la mano-. Tómate tu tiempo. Lo entendemos. Últimamente te han pasado muchas cosas.
Si su editora no estaba preocupada por no recibir un manuscrito, ¿por qué la había invitado a comer? Molly recolocó una de las diminutas barcas de masa de trigo en su plato. Siempre le habían encantado, pero tenía problemas para comer desde la pérdida del bebé.
Helen tocó el borde de su vaso de margarita.
– Tengo que hacerte saber que hemos recibido una serie de peticiones de NHAH acerca de los libros de Daphne.
Helen interpretó mal la cara de asombro de Molly y le aclaró:
– Niños Heterosexuales por una América Heterosexual. Son una organización antigay.
– Ya sé qué es NHAH, pero ¿por qué se han interesado por los libros de Daphne?
– No creo que les hubieran echado un vistazo si la prensa no hubiera hablado tanto de ti. Los reportajes de las noticias debieron de llamarles la atención, así que me telefonearon hace varias semanas para comentarme ciertas inquietudes.
– ¿Y cómo pueden tener inquietudes? ¡Daphne no tiene vida sexual!
– Sí, ya… Pero eso no impidió que Jerry Falwell descalificara a Tinky Winky de los Teletubbies por ser violeta y llevar un bolso.
– A Daphne se le permite llevar bolso. Es una chica. La sonrisa de Helen pareció forzada.
– No creo que el bolso sea el problema. Están… preocupados acerca de posibles trasfondos homosexuales.
Fue una suerte que Molly no estuviera comiendo, porque se habría atragantado.
– ¿En mis libros?
– Eso me temo, aunque todavía no ha habido ninguna acusación. Como te decía, creo que tu boda les llamó la atención y vieron una oportunidad de darse publicidad. Me pidieron si podían mirarse el libro Daphne se cae de bruces, y como no preveía ningún problema, les envié una copia de la maqueta. Por desgracia, fue una equivocación.
A Molly le empezó a doler la cabeza.
– ¿Qué posibles inquietudes pueden tener?
– Pues… Mencionaron que utilizas muchos arcos iris en todos tus libros. Y como es el símbolo del orgullo gay…
– ¿Ahora es delito dibujar un arco iris?
– Hoy en día parece que sí -dijo Helen secamente-. Y hay algunas cosas más. Todas son ridículas, por supuesto. Por ejemplo, has dibujado a Daphne besando a Melissa en al menos tres libros diferentes, incluido Se cae de bruces.
– ¡Son amigas íntimas!
– Sí, ya… -Al igual que Molly, Helen había abandonado cualquier pretensión de comer, y tenía los brazos cruzados sobre el borde de la mesa-. Además, Daphne y Melissa van cogidas de la mano y brincando por la senda del caracol de mar. Hay un diálogo.
– Una canción. Van cantando una canción.
– Es verdad. Y la letra dice: «¡Es primavera, es primavera! ¡Somos mariquitas, somos mariquitas!»
Molly empezó a reírse por primera vez en dos meses, pero la sonrisa forzada de su editora la detuvo.
– Helen, no me estarás diciendo que piensan realmente que Daphne y Melissa se lo montan, ¿verdad?
– No son sólo Daphne y Melissa. Benny…
– ¡No sigas por ahí! Ni siquiera la persona más paranoica podría acusar a Benny de ser gay. Es tan macho que…
– Han señalado que en Daphne planta un huerto de calabazas se lleva prestado un lápiz de labios.
– ¡Si lo utiliza para pintarse de monstruo y asustar a Daphne! Eso es tan ridículo que ni siquiera merece una respuesta.
– Y estamos de acuerdo. Pero, por otra parte, no sería sincera si no te confesara que estamos un poco nerviosos con todo esto. Creemos que NHAH quiere utilizarte para darse bombo, y quieren hacerlo a costa de cargarse Daphne se cae de bruces.
– ¿Y qué? Cuando algunos grupos marginales acusaron a J. K. Rowling de satanismo en los libros de Harry Potter, su editor no les hizo ningún caso.
– Perdona, Molly, pero Daphne no es tan conocida como Harry Potter.
Ni Molly tenía la influencia y el dinero de J. K. Rowling.
Las posibilidades de que Helen autorizara el resto de su anticipo parecían cada vez más remotas.
– Escucha, Molly, ya sé que es ridículo, y Birdcage apoya los libros de Daphne al cien por cien, de eso no hay ninguna duda. Pero somos una editorial pequeña, y he creído que era justo decirte que estamos recibiendo una presión bastante grande acerca de Daphne se cae de bruces.
– Seguro que eso se acabará en cuanto la prensa se canse de la historia de… de mi matrimonio.
– Eso puede tardar un poco. Ha habido muchas especulaciones… -dijo Helen, arrastrando las palabras, como sonsacándole sutilmente los detalles.
Molly sabía que era el aire de misterio que rodeaba su matrimonio lo que mantenía el interés de la prensa, pero se negaba a hacer ningún comentario sobre el tema, igual que Kevin. Sus llamadas formales de cortesía para saber de ella habían parado por insistencia de Molly. Desde el momento en que había sabido de su embarazo hasta la pérdida del bebé, su comportamiento había sido intachable, y Molly se sentía avergonzada por el resentimiento que sentía cada vez que pensaba en él, así que dejó de pensar en él.
– Creemos que es aconsejable ir con cuidado. -Su editora sacó un sobre de la carpeta que tenía a su lado y se lo entregó. Por desgracia, era demasiado grande para contener un cheque-. Por suerte, Daphne se cae de bruces todavía no ha pasado la fase final de producción, y eso nos da la oportunidad de hacer algunos de los cambios que sugieren. Sólo para evitar malentendidos.
– Yo no quiero hacer ningún cambio.
Molly sintió que se le tensaban dolorosamente los músculos de los hombros.