– ¿No te había comentado que fui durante nueve años a campamentos de verano?
– Creo que sí que lo comentaste.
Kevin no podía imaginar ningún campamento de verano donde enseñaran aquel truco en concreto. La reina de las travesuras se lo había sacado de la manga.
Al finalizar la primera entrada, Molly le había hecho a Cody un lanzamiento fácil, más fácil aún a Dan, y había eliminado al mayor de los hermanos O'Brian, y también a su padre.
Deportistas: 0
Los últimos elegidos en clase de gimnasia: 2
Molly pasó lentamente por delante de Kevin mientras su equipo saltaba al campo.
– Bonito día.
– Creía que habías dicho que no se te daba bien el deporte.
– Dije que no me gusta el deporte, guapetón-replicó dándole un golpecito en el pecho.-Hay una pequeña diferencia.
Kevin no podía dejar que se la colara tan fácilmente, y respondió con sarcasmo.
– La próxima vez que me mires la bragueta, guapetona, procura estar de espaldas.
Molly se rió y corrió a reunirse con su equipo.
Lilly era la primera bateadora. Iba toda vestida de Gucci con colores coordinados con los diamantes centelleantes de sus anillos y pulseras. Se quitó las sandalias de leopardo y las gafas de sol y agarró el bate. Practicó un par de golpes y se colocó en el plato como si fuera suyo. En ese momento, Kevin supo que su capacidad atlética no se la debía únicamente al jinete de rodeos.
Lilly arqueó una ceja, y la luz entró en sus ojos. Verdes como los suyos.
«Ya sé que eres mi mamá de verdad y te quiero mucho.»
Kevin no quiso pasarse y lanzó una bola blanda y suave hacia el plato. Aunque realizó un buen swing, Lilly estaba algo oxidada y no tocó la bola.
– ¡Bola!
Kevin lanzó la segunda bola igual, y esta vez la enganchó de lleno. El bate chasqueó contra la pelota y, jaleada por sus compañeros de equipo, Lilly llegó a la segunda base. A Kevin lo desconcertó lo orgulloso que se sintió.
– Buen golpe -murmuró.
– Mi mejor momento ya pasó -dijo Lilly.
La siguiente en batear era la capitana Buencorazón, solemne y seria, y con la misma expresión de preocupación en la cara que Kevin había visto en el rostro de su tía.
Los cabellos castaños y lacios de Hannah eran un poco más claros que los de Molly, pero ambas tenían la misma barbilla testaruda, el mismo sesgo de los ojos. Era una niña seria, además de acicalada. Su camiseta de American Girl no mostraba indicio alguno de que había estado jugando con un par de caniches y comiendo pastel de chocolate. Kevin se fijó en que le sobresalía una pequeña libreta del bolsillo de detrás de su pantalón corto, y algo en su interior se derritió. Parecía más hija de Molly que de Phoebe y Dan. ¿Habría sido aquél el aspecto de su hija?
De repente, Kevin sintió un nudo en la garganta.
– No soy muy buena -susurró Hannah desde el plato.
«Oh, no, eso no…» Ya estaba perdido. La bola se le fue alta.
– Bola uno.
Hannah parecía aún más preocupada.
– Se me da mejor dibujar. Y escribir cosas. Soy bastante buena escribiendo.
– Corta el rollo, Hannah -gritó desde la segunda base el insensible cretino que tenía por padre.
Kevin siempre había considerado a Dan Calebow como de los mejores padres que conocía, lo que demostraba equivocado que uno puede llegar a estar. Le dedicó una nada asesina y luego lanzó una pelota alta tan suave, con tan poca fuerza, que ni siquiera llegó al plato.
– Bola dos.
Ana se mordió el labio inferior y habló en un susurro desesperado.
– Qué ganas tengo de que se acabe esto.
Kevin se derritió, igual que su lanzamiento cuando pasaba por encima del plato. Hannah golpeó la pelota con un swing picado.
Kevin corrió a por la bola, aunque no demasiado, para darle a Hannah tiempo de llegar a la primera base. Por desgracia, Cody no atrapó el pase y Ana llegó a la segunda.
Kevin oyó un coro de aplausos y vio que Lilly había llegado a la meta, dejando atrás sus pantalones Gucci.
Los últimos elegidos en clase de gimnasia: 3
Deportistas: 0
Kevin ladeó la cabeza hacia Hannah.
– No soy muy buena bateadora-dijo con su voz de niñita perdida-, pero corro muy rápido.
– Vaya por Dios -dijo Dan disgustado.
Kevin estaba a punto de decir algo reconfortante cuando vio la mirada que Hannah intercambiaba con su tía: le cayó la venda de los ojos. Sólo era una simple sonrisa. Pero no era una sonrisa corriente. Ni hablar. ¡Era la sonrisa guasona de una estafadora!
Entre sobrina y tía hubo una expresión de comprensión tan perfecta que Kevin casi se atraganta. ¡Le habían estafado! ¡Hannah era una liante de talla mundial, igual que Molly!
Kevin se volvió hacia Dan, que pareció pedir disculpas.
– Phoebe y yo todavía no estamos seguros de si lo planea por adelantado o le sale así.
– ¡Tendrías que haberme avisado!
Dan observó a su hija más pequeña con una mezcla de irritación y orgullo paternal.
– Tenías que verlo por ti mismo.
Los deportes tienen a veces la virtud de dejar las cosas claras, y justo en aquel momento todo encajó: desde el casi ahogamiento de Molly y el incidente con la canoa hasta la impropia excursión de Mermy en aquel árbol. Molly le había estado embaucando desde el principio. Cody salió a campo, claramente descontento con el rendimiento poco lucido de su lanzador, y lo siguiente que pensó Kevin era que él estaba en la segunda base mientras Dan se dirigía al montículo.
Hannah la Estafadora intercambió una mirada burlona con Molly, y Kevin vio por qué. Le tocaba batear a Phoebe.
Y entonces empezó el auténtico espectáculo. Hubo más meneos de trasero, lametones de labios y apretones de pechos de los que cualquier menor de edad debería poder presenciar. Dan empezó a sudar, Phoebe le arrulló, y, poco después, la propietaria de los Stars estaba encaramada a la primera base y la señorita Hannah había hecho suya la tercera.
El partido se había convertido en una masacre.
Los Deportistas finalmente lograron vencer a Los últimos elegidos en clase de gimnasia, pero sólo porque el capitán Cody fue lo bastante listo como para sustituir a Dan por Tess, que era inmune a los meneos de traseros y, además, nadie podía tomarle el pelo. Tess despachó rápidamente al grupo de párvulos y, educada aunque implacablemente, mandó a los ancianos a pastar. Ni siquiera ella, sin embargo, pudo evitar que su tía Molly hiciera un home run en la última entrada.
Para ser alguien que odiaba los deportes, Molly sabía ciertamente manejar un bate, y la manera en que recorrió las bases dejó a Kevin tan excitado que tuvo que agacharse y fingir que se daba un masaje en una pierna acalambrada para evitar una situación muy embarazosa. Mientras se frotaba, recordó lo poblada que estaría la cama de Molly aquella semana, con todos los niños acurrucándose a su lado. Si no había entendido mal, aquella noche le tocaba a Julie; la siguiente, a Andrew; la otra, a Hannah y la cuarta, a Tess. Tal vez podría colarse en la casita tras la hora de acostarse y secuestrar a tía Molly le había dicho que Julie tenía el sueño ligero.
Kevin suspiró y se volvió a colocar la gorra en la cabeza. Tenía que afrontarlo. No iba a haber fiesta aquella noche en el campamento. El poderoso Kevin había quedado eliminado.
Capítulo veintiuno
El bosque era escalofriante y a Daphne le castañetearon los dientes. ¿Qué pasaría si no la encontraba nadie? Gracias a Dios, se había llevado consigo su bocadillo preferido: el de lechuga y mermelada.
Daphne se pierde