Y le estaba mirando como a una mofeta que se hubiera aventurado a salir del bosque.
– ¿Qué quieres?
¿Qué había pasado con el «bésame, tonto»? Vaaaale… Kevin se quitó las gafas de sol y probó suerte con su consabida sonrisa de playboy.
– ¿Qué? ¿Cómo va todo?
¿Lo había dicho realmente? ¿Había dicho realmente «como va todo»? Se merecía todo lo que le iba a arrojar encima.
– No podría ir mejor. Bonita camiseta. Y ahora, lárgate de mi propiedad.
Se había acabado la mujer que le había deseado lo mejor la última vez que habían estado juntos.
– Yo, mmm… Me han dicho que tal vez vendas el campamento.
– Cuando tenga tiempo para hacerlo.
– Tal vez te lo vuelva a comprar.
– Tal vez no -dijo Molly poniéndose en pie. Se le habían quedado pegadas algunas briznas de hierba en la parte exterior de una de esas piernas que a Kevin tanto le gustaban-. ¿Por qué no estás en el stage de pretemporada?
– ¿Stage de pretemporada? -dijo guardándose las ga fas de sol en el bolsillo.
– Se supone que los veteranos teníais que presentaros esta mañana.
– Maldita sea, en ese caso voy a tener problemas.
– ¿Te ha enviado Phoebe?
– No exactamente.
– Entonces, ¿qué pasa?
– Quería hablar contigo, eso es todo. Decirte algunas cosas.
– Se supone que deberías estar en el stage de pretemporada.
– Eso ya lo has dicho.
– Una sola llamada y habré averiguado por qué no es tás allí.
Kevin todavía no quería hablarle de eso, así que se me tió las manos en los bolsillos y dijo:
– Antes, sería conveniente que escuchases lo que que quiero decirte.
– Déjame tu teléfono móvil.
– Está en el coche.
Molly cogió una sudadera que a Kevin le pareció recordar que era suya y se dirigió hacia la valla del extremo del prado.
– Llamaré desde la casa.
– Estoy ausente sin permiso, ¿de acuerdo? ¡Me van a traspasar!
Molly se volvió de golpe.
– ¿Traspasar? ¡No pueden hacer eso!
– Están locos, y pueden hacer todo lo que les plazca.
– No sin echar a perder la temporada. -Molly se anudó la sudadera a la cintura y, con paso firme, se plantó ante él-. Dime exactamente qué ha ocurrido. Palabra por palabra.
– No quiero -dijo Kevin con un nudo en la garganta. Y consciente de la torpeza de su lengua, añadió-: Antes quiero decirte lo guapa que estás.
Molly le miró con suspicacia.
– Estoy exactamente igual que la última vez que me viste, excepto que se me ha quemado la nariz por el sol.
– Eres hermosa. -Kevin se acercó a ella-. Y quiero casarme contigo. De verdad. Para siempre.
Molly pestañeó.
– ¿Por qué?
Las cosas no estaban yendo como él había planeado. Quería tocarla, pero al verla fruncir el ceño con tanto énfasis se lo pensó dos veces.
– Porque te quiero. En serio. Más de lo que jamás habría podido imaginar.
Un silencio perfecto.
– Molly, escúchame. Siento lo ocurrido, siento haber tardado tanto en darme cuenta de lo que quiero, pero mientras estaba contigo me lo pasaba demasiado bien como para pensar. Cuando te marchaste, sin embargo, las cosas no fueron tan bien, y ví que todo lo que habías dicho sobre mí era cierto. Tenía miedo. Dejé que el fútbol se convirtiera en toda mi vida. Era la única cosa de la que estaba seguro, y por eso este año estaba tan desasosegado. Notaba un vacío en mi interior que intentaba llenar, pero seguía equivocándome. Aunque te aseguro que ya no siento ese vacío, porque estoy contigo.
El corazón de Molly latía con tanta fuerza que temió que él pudiera oírlo. ¿Hablaba en serio? Su aspecto así lo indicaba, parecía preocupado, molesto, más serio de lo que le había visto nunca. Y si hablaba realmente en serio, ¿qué?
Como niña víctima de abusos emocionales, tenía un gran instinto de supervivencia, y no pensaba dejar de guiarse por él.
– Háblame de lo del traspaso.
– No quiero hablar de eso ahora. Hablemos de nosotros. De nuestro futuro.
– No puedo hablar del futuro a menos que comprenda el presente.
Kevin debería haber sabido que no iba a cejar en su empeño, pero aun así intentó despistarla.
– Te he echado tanto de menos. Sin ti, dejé de ser feliz.
Era todo lo que Molly quería oír. Y aun así…
– Lo único que tengo que hacer es llamarla.
Kevin caminó hacia la valla.
– De acuerdo, lo haremos a tu manera -dijo agarrándose a la baranda con una mano-. Quise arreglar las cosas con ellos de una vez por todas, así que fui a su casa. Dan no estaba, pero hablé con Phoebe. Le dije que te amaba y que te iba a pedir que te casaras conmigo de verdad. Le dije que quería su bendición.
Molly necesitaba algo donde sujetarse, pero no había nada cerca, así que se dejó caer sobre la hierba, se llevó las rodillas al pecho y se concentró en respirar.
Kevin la miró.
– Podrías alegrarte un poco.
– Cuéntame el resto.
– A Phoebe no le gustó -dijo apartándose de la valla-. A decir verdad, se mostró muy disgustada. Me acusó de utilizarte como póliza de seguros para mi retirada.
– No lo comprendo.
– Todo el mundo sabe que quiero acabar de entrenador, y he hablado con Dan sobre su trabajo en el despacho principal.
Y entonces Molly lo comprendió.
– Te dijo que me estabas utilizando para garantizarte un futuro con los Stars, ¿es eso?
Kevin estalló.
– ¡No necesito ninguna garantía! ¡Hace tiempo que vengo demostrando lo que valgo! No hay ningún jugador en la liga que sepa tanto de fútbol como yo, pero Phoebe me miró como si fuera un parásito y un don nadie. Molly, comprendo que quieras a tu hermana, pero el fútbol es un deporte en el que lo importante es ganar, y tengo que decirte que en estos momentos le he perdido todo el respeto.
Las piernas de Molly habían recuperado la fuerza suficiente como para incorporarse.
– Hay algo más, ¿no?
La expresión de Kevin era una mezcla de ira y confusión, como si no pudiera alcanzar a comprender cómo una vida hecha de oro había podido deslustrarse.
– Me dijo que te podía tener a ti o a los Stars, pero no ambas cosas. Me dijo que si volvía a verte, mi carrera con el equipo se había terminado. Si seguía lejos de ti, conservaría mi trabajo.
Molly sintió que algo cálido se abría en su corazón.
– ¿Y la creíste?
– ¡Pues por supuesto que la creí! ¡Y ella se lo pierde! No necesito a los Stars. Ni siquiera quiero seguir jugando con ellos.
Su tierna y entrometida hermana…
– Te estaba tomando el pelo, Kevin. Todo esto es una tomadura de pelo.
– ¿Qué quieres decir?
– Quiere que yo tenga una Gran Historia de Amor como la que tuvo ella con Dan.
– Le ví la cara. No era ninguna tomadura de pelo.
– Se le da muy bien.
– Esto no tiene sentido. ¿Qué quiere decir que quiere que tengas una historia de amor? Ya le dije que te amo.
– Es una romántica. Tanto como yo. Una historia de amor corriente no le basta. Quiere que yo tenga algo que pueda recordar toda la vida, algo que pueda sacar y examinar si te olvidas de enviar flores en nuestro aniversario o te enfureces porque he abollado el coche.
– Seguro que tú entiendes de qué estás hablando, pero yo no tengo ni idea.
– Si fueras mujer, lo entenderías.
– Pues perdóname por tener un…
– Las palabras son maravillosas, pero de vez en cuando algunas pocas mujeres tienen la suerte de tener algo más, algo inolvidable. -Aquello era algo tan básico para ella que tenía que hacérselo comprender-. ¿No lo ves? ¡Dan le salvó la vida! Estaba dispuesto a dejarlo todo por ella. Y por eso Phoebe siempre sabe que ella es lo primero, por delante del fútbol, de su ambición, de todo. Y quería que yo tuviera lo mismo contigo, por eso te convenció de que tenías que elegir.