Jude había pensado que fuera del parque se sentiría más seguro, que las aceras estarían llenas de peatones. Pero la calle lateral estaba sumida en las sombras y su aspecto era hostil e inquietante. Las pocas personas con que se cruzó parecieron asustarse al verlo, y se dio cuenta de que sería inútil pedir su ayuda. Estaba totalmente solo. Siguió corriendo y llegó a la avenida Columbus. En ésta el panorama era algo mejor, había algunas tiendas, más luces, aceras más amplias.
Cruzó la calle en el momento en que el tráfico se ponía en movimiento e, instintivamente, alzó la mano como un agente de tráfico para detener la masa de vehículos. Llegó a la otra acera entre un coro de claxonazos. Se sentía totalmente exhausto. La puerta de una tienda de comestibles coreana estaba abierta y Jude se metió en el local. Inmediatamente, se volvió para mirar a través del cristal del escaparate. Allí, en la otra acera, estaba el ordenanza, moviéndose indeciso, esperando que hubiera un hueco en el tráfico. Vio a Jude y echó a correr esquivando los coches, con los brazos levantados. Parecía aturdido por los vehículos que pasaban a su lado haciendo sonar el claxon. Retrocedió un paso en el momento en que un coche hacía un viraje para no atropellarlo. Luego siguió avanzando y se puso ante otro vehículo. Sonó el ruido de un frenazo, después un golpe sordo y violento y al fin un grito desgarrado.
La gente se aglomeró ante la tienda mirando hacia la calle. Los coches se detuvieron, una multitud pareció materializarse de la nada. Jude salió del local. Se acercó al grupo de curiosos y esperó varios minutos. Después se abrió paso hasta la parte delantera del corro de mirones. Una mujer en traje de chaqueta estaba arrodillada sosteniendo la muñeca del caído. Un hombre hablaba por un teléfono móvil, pedía una ambulancia.
Pero saltaba a la vista que ya era demasiado tarde. Era evidente que el hombre que yacía de bruces en el suelo estaba muerto. La sangre que brotaba de su nuca formaba un pequeño charco sobre el pavimento. La mujer arrodillada junto al caído le puso a éste el brazo sobre el pecho antes de levantarse y retroceder un paso.
Jude contempló el cuerpo inmóvil, las piernas separadas, el charco de sangre. Lo que más lo sorprendió e intrigó fue el rostro y la cabeza del ordenanza. El cuerpo del hombre parecía juvenil, pero el rostro estaba lleno de arrugas y parecía el de un viejo. El mechón había desaparecido por la sencilla razón de que ahora todo el pelo era totalmente blanco.
Por eso no logró alcanzarme, se dijo Jude.
Es un viejo.
CAPITULO 29
El asesinato de Raymond dejó aterrado a Jude. Cuando regresó al Chelsea, estaba temblando y le costó un gran esfuerzo relatar coherentemente lo ocurrido. Skyler, que nunca lo había visto así, salió un momento, se dirigió a la habitación en la que se alojaban unos músicos y regresó con una botella de Jack Daniels.
– Toma, bebe esto -dijo tras servirle a Jude un vaso.
Después se sirvió otro para él.
Jude relató de nuevo cómo había encontrado el cadáver de Raymond.
– O sea que debí fiarme de lo que me decía. Pero desconfiaba de él, lo admito.
– ¿Crees que lo mató un ordenanza?
– No. Creo que el asesino fue el primer tipo que vi. Él se llevó el expediente. Probablemente, el ordenanza se limitaba a seguirme a mí.
Jude bebió otro sorbo de whisky y permaneció unos momentos pensativo.
– Y hay otra cosa que no entiendo -dijo-. ¿Por qué el cadáver del ordenanza parecía el de un viejo? En el metro tuve oportunidad de verlo, o al menos vi a uno de ellos, y te prometo que el tipo parecía muchísimo más joven. Esto encaja con lo de los niños de la guardería, pero que me aspen si sé cómo.
– Tizzie lo sabe… o cree saberlo -dijo Skyler.
Jude se quedó atónito, agitado por diversas emociones.
– ¿La has visto? ¿Está bien?
– Sí, muy bien, aunque algo cansada. Lo más importante es que ha averiguado algo. Quiere que nos veamos con ella mañana en su despacho. Para hacer recuento de todo lo que sabemos.
– ¿En su oficina? ¿En la Universidad Rockefeller? ¿No será excesivamente arriesgado?
– Según Tizzie, el lugar estará tranquilo. Únicamente debemos evitar que nos sigan mientras vamos hacia allí-De acuerdo. ¡Tizzie! ¡Qué ganas tengo de verla! -De pronto, Jude miró fijamente a Skyler y añadió-: Has pasado fuera mucho rato. ¿En todo momento has estado con ella?
– Sí. Yo… Bueno, tuve una pequeña recaída.
– ¿Cómo? ¿Qué ha sucedido? ¿Te encuentras bien?
– Sí, sí, estoy bien. No ha sido nada. En realidad, el momento no podía haber sido más oportuno. Tizzie ha hecho unas cuantas llamadas y ha conseguido que me hicieran una nueva transfusión con esa medicina… ¿Cómo se llama? Urocinasa.
– ¿Has dado tu nombre?
– No. Hemos ido a una clínica de Brooklyn. El doctor decía ser practicante de no sé qué clase de medicina alternativa. Ha dicho que «por el bien de mi salud» estaba dispuesto a saltarse algunas normas. Y que quería cobrar en efectivo… y por adelantado.
– Pero, ¿ya te encuentras bien? Desde luego, tienes mejor aspecto.
– Llevaba tiempo sin sentirme tan bien.
– Estupendo -dijo Jude tumbándose en la cama-. Cristo. Menudo día.
Cerró los ojos dispuesto a dormir. Skyler se quedó a su lado un rato, montando guardia.
Jude y Skyler fueron cada uno por su lado a la oficina de Tizzie, y llegaron con cinco minutos de diferencia. A Tizzie no le costó justificar su presencia, ya que, a causa de sus investigaciones, los guardias estaban acostumbrados a que la visitaran parejas de gemelos.
La joven abrió la puerta de su despacho.
– Creo que ha llegado el momento de que pongamos las cartas sobre la mesa -dijo-. Hagamos recuento de todo lo que sabemos. Luego lo analizaremos, le daremos vueltas y, con un poco de suerte, se nos ocurrirá qué debemos hacer para salir con vida de este embrollo.
Mientras Tizzie preparaba café, Jude, sentado en un sillón, contemplaba las tallas africanas. Y no pudo por menos de evocar el día en que se conocieron. El recuerdo tuvo algo de doloroso, fue como un eco de tiempos más felices. No le sorprendió sentir aquello. Tantas cosas que él consideraba imposibles habían ocurrido desde aquel día, tantas cosas habían cambiado…
Aquellos lúgubres pensamientos le parecieron por un momento exagerados. Pero no, estaban plenamente justificados. Su vida había sufrido una inmensa mutación. Hasta hacía unas semanas, lo único que le preocupaba era su trabajo y sus amigos. Ahora su problema era la posibilidad de que lo cosieran a cuchilladas en la calle.
Miró a Skyler y de nuevo le impresionó lo que el joven había madurado, lo mucho más asentado y dueño de sí que parecía.
Skyler y Tizzie estaban sentados el uno al lado del otro en el sofá. Hacían buena pareja y Jude detectó entre ellos una nueva intimidad. Se preguntó si se habrían acostado juntos. Y también se preguntó si lo que él mismo estaba comenzando a sentir eran celos. Trató de analizar sus emociones, como quien tantea una muela con la punta de la lengua para tratar de localizar una caries. Pero lo malo de analizar emociones era que luego uno no sabía cómo interpretar los resultados de tal análisis.
Sin embargo, la nueva situación, fuera cual fuera, creaba efectivamente una cierta tensión, una especie de incomodidad. De pronto le pareció que sus dos compañeros se mostraban excesivamente solícitos con él. Tizzie le sirvió el café y Skyler se lo llevó. Y Jude siguió fijándose en pequeños detalles, en cómo se miraban Skyler y Tizzie, en cómo parecían apoyarse el uno en el otro mientras hablaban sentados en el sofá…