– Admito que cuesta creerlo. ¿Será que, a fin de cuentas, todas esas cosas, la familia, la vida de hogar, los estudios, no tienen la importancia que se les atribuye? ¿Será que no importa que nuestros padres nos adoren o que no nos hagan caso, que nuestros hermanos nos presten su apoyo o nos hagan la vida imposible, que los abuelos nos inculquen las tradiciones del pasado o que se encuentren en la tumba? ¿Será que nada de todo ello nos marca irremediablemente?
– Yo creo que sí nos marca. A mí me parece indiscutible que dos personas que viven en el mismo ambiente tienen muchas más posibilidades de parecerse entre sí. Piensa en todas las influencias comunes: ir a la misma guardería, escuchar los mismos sermones dominicales, recibir los mismos abrazos maternos y los mismos correazos paternos. ¿Carece todo ello de importancia?
– Aparentemente, sí carece de importancia -contestó Tizzie-. Tal vez todas esas cosas no pesen mucho a la hora de formar nuestros caracteres. Quizá lo que determina nuestra identidad son otros factores.
– ¿Qué factores?
– Hay dos posibilidades -respondió ella después de dar un sorbo a su vino-. La primera es que la personalidad tenga raíces genéticas mucho más profundas de lo que creemos, que se desarrolle de forma más o menos autónoma, como una película que se va desenrollando de una bobina. Ésa es una posibilidad que resulta bastante sobrecogedora, ya que no deja mucho espacio para la enmienda… para eso que llamamos libre albedrío.
– ¿Y la segunda?
– Pues que, simplemente, no hemos logrado identificar los factores que resultan decisivos en la formación de la personalidad. Tal vez se trate de experiencias tan profundas y básicas de la primera infancia que se impongan a otras posteriores. Quizá se trate de formas distintas de enfrentarse a la propia existencia. O de aceptar las pérdidas o la idea de la muerte. O quizá sea algo mental, relacionado con el modo como nuestro cerebro interactúa con el mundo exterior, de cómo asimilamos las experiencias. Exteriormente, las cosas pueden resultar muy parecidas para dos personas cualesquiera. Pero interiormente, esas dos personas podrían estar viviendo en dos universos totalmente distintos y separados. Para ellos, la vida nunca podría ser, no ya igual, sino ni siquiera parecida.
Tizzie hizo girar el vino en su copa.
– No sé si conoces parejas de gemelos idénticos. Casi todo el mundo conoce alguna. Y lo que resulta muy curioso es que, aunque los gemelos sean muy parecidos, en cuanto los tratas un poco, no tienes la menor dificultad en distinguir al uno del otro. Y es que, como personas, son auténticamente distintos. Y, naturalmente, hay un hecho que demuestra hasta qué punto es eso cierto.
– ¿A qué te refieres?
– A que, aunque es perfectamente posible enamorarse de un gemelo, no conozco ni un solo caso en el que alguien se haya enamorado de los dos. Los cónyuges de gemelos idénticos resultan invitados fantásticos para los reality shows. Ya sabes: «¿cómo consigue usted no sentirse atraída por su cuñado?», y cosas así. Pero lo cierto es que en la vida real el conflicto no suele plantearse. Lo que resulta aún más interesante, desde el punto de vista de lo que nos es posible averiguar por medio de la investigación, es contemplar la cuestión desde la perspectiva de los gemelos. Los gemelos idénticos separados al nacer ¿se sienten atraídos por el mismo tipo de persona?
»En lo referente a sus vidas amorosas, existan muchas coincidencias. Comienzan a salir con chicas o chicos más o menos al mismo tiempo, tienen los mismos problemas y disfunciones sexuales, se divorcian más o menos las mismas veces, e incluso, en el caso de las mujeres, comienzan a tener la regla al mismo tiempo. Pero en lo de elegir pareja la cosa no está tan clara y existen opiniones contrapuestas. Según un estudio realizado en Minnesota, los cónyuges suelen ser tremendamente distintos. Sin embargo, otros estudios tienden a indicar lo contrario. Quizá lo que ocurra es que, a fin de cuentas, lo que no entendemos es el amor.
Jude se dio cuenta de que la copa de su compañera estaba vacía y la interrogó con la mirada. Tizzie asintió con una sonrisa y él llamó al camarero para pedirle otro vino y otro whisky.
– En el tema de los gemelos hay muchas cosas sin explicar -continuó la joven-. Supongo que por eso me atrae. Todavía nos encontramos en la etapa de las preguntas fundamentales. Tomemos por ejemplo a los gemelos fraternos: como todos sabemos, se producen cuando dos óvulos distintos son fertilizados al mismo tiempo. Pero… ¿sabías que incluso ellos comparten una serie de rasgos físicos, mucho mayor que los hermanos normales, y que, por ejemplo, sus dentaduras son más simétricas? ¿Por qué demonios tiene que suceder eso?
»En algunos casos, tal vez los gemelos fraternos procedan de un mismo óvulo que se escinde antes de la fertilización. No lo sabemos. Para empezar, ni siquiera sabemos por qué se producen los nacimientos de gemelos, qué es lo que hace que caigan dos óvulos o que uno de ellos se divida. Pero lo que sí sabemos, al menos ahora, es que ocurre con más frecuencia de lo que se sospechaba.
– ¿A qué te refieres?
– Ahora que disponemos de los ultrasonidos para detectar embarazos incipientes, nos hemos encontrado con que el embarazo doble es un fenómeno muchísimo más frecuente de lo que las estadísticas indican. Más o menos, hay un parto de gemelos por cada noventa alumbramientos. Pero, aunque te cueste creerlo, un embarazo de cada ocho, comienza siendo de gemelos.
– Es asombroso.
– Sí que lo es. Los ginecólogos cuentan historias sumamente interesantes. Un día una mujer aparece por la consulta, el doctor la examina con ultrasonidos y descubre que lleva en su seno dos pequeños embriones. Cuatro semanas más tarde, regresa y ya sólo hay un embrión.
– El otro murió.
– Exacto.
– O sea que, mientras estábamos en el útero, unos cuantos de nosotros tuvimos hermanos gemelos de los que nunca llegamos a tener la menor noticia.
– Más que unos cuantos. Según los cálculos, entre el diez y el quince por ciento de nosotros comienza la vida uterina con un hermano acurrucado a nuestro lado, o peleándose con nosotros, o besándonos… ya que todo ello, por cierto, ocurre en el interior del seno materno.
– Y nosotros somos los supervivientes.
– Sí. La gran lucha darwiniana. Comienza con el espermatozoide nadando hacia el óvulo, pero no termina ahí, sino que continúa durante el embarazo.
– Increíble.
– Pero cierto. Esto viene ocurriendo desde tiempos inmemoriales, pero nadie se había dado cuenta. Una semana, la futura madre tiene una pequeña hemorragia a la que no atribuye importancia, y eso es todo. Una vida ha terminado antes siquiera de que tuviera oportunidad de comenzar, por así decirlo. El fenómeno incluso tiene un nombre.
– ¿Cuál?
– Gemelos evanescentes.
Jude lo anotó.
– Gemelos evanescentes. Me gusta. Suena muy teatral.
– Muchas personas sienten la vaga impresión de que en algún momento de su existencia han tenido un gemelo -continuó ella mirándolo fijamente-. No es nada que puedan concretar, sólo la sensación de que hay o ha habido alguien a quien se sintieron increíblemente unidos. En algunos casos, resulta ser cierto y, sin que el interesado lo supiera, tuvo un hermano gemelo del que fue separado y que se crió en otra parte. En los demás casos… ¿quién sabe? Quizá se trate de un recuerdo prenatal. No existe ningún motivo por el que el cerebro no pueda rememorar algo que ocurrió en el interior de la matriz.
»Por cierto… Veo que estás tomando notas con la mano izquierda, así que eres zurdo.
– Sí, ¿por qué?
– Resulta interesante.
– ¿Qué tiene de interesante?