Abrió su buzón, sacó del bolsillo un pequeño cortaplumas y lo utilizó para arrancar la pequeña tira de plástico en la que aparecía escrito su nombre.
No estoy paranoico, se dijo al iniciar el largo ascenso de la escalera. No es paranoia pensar que te siguen si alguien anda realmente tras de ti. Dadas las circunstancias, quitar su nombre del buzón era una precaución sensata aunque -se daba perfecta cuenta de ello- no demasiado eficaz.
Encontró a Tizzie y a Skyler sentados en la sala de estar, a considerable distancia el uno del otro. Tizzie tenía un aspecto terrible. Llevaba el pelo revuelto y parecía haberse echado encima el vestido de cualquier manera. La joven tenía los codos apoyados en la mesa y la barbilla reposada en las manos. Skyler llevaba vaqueros y camiseta negra -propiedad, naturalmente, de Jude-, y estaba sentado en el sofá, con una torva expresión en el rostro. En el ambiente se percibía una gran tensión emocional, como si un huracán hubiera pasado por el pequeño apartamento. Los dos miraron a Jude como esperando que él les aclarase las cosas.
Jude decidió comenzar con un comentario positivo.
– Bueno, me alegro de que al menos estéis bien.
Tizzie le clavó la mirada en él.
– ¿A qué te refieres? -preguntó-. ¿Por qué íbamos a estar mal?
__Pues no lo sé, pero están ocurriendo demasiadas cosas raras.
Jude miró a Skyler, que daba la sensación de estar paralizado por algún tipo de shock, fue a sentarse junto a Tizzie y la tomó de la mano, aunque la joven apenas pareció darse cuenta de ello.
– Escucha -dijo Jude-, traté de ponerme en contacto contigo para contarte lo que estaba sucediendo, pero no sabía dónde estabas. Me doy cuenta de que todo esto parece absurdo y de que probablemente lo es. Yo mismo no alcanzo a explicármelo. Llevo todo el día dándole vueltas al misterio y no he conseguido sacar nada en claro.
Tizzie, que lo miraba con curiosidad, no dijo nada.
– Lo único que sé es que este tipo -continuó Jude, señalando a Skyler con la mano libre- se materializó de pronto ante mí en mi propia casa. Al principio no logré sacarle mucho. Se llama Skyler, y dice que creció en un extraño lugar que parece sacado de La isla del doctor Moreau.
– ¿Qué isla es ésa? -preguntó Skyler.
– Ninguna, es el título de un libro. No tiene importancia -respondió Jude, irritado.
Al oír la voz de Skyler, Tizzie, se volvió a mirarlo estremecida, y él le mantuvo la mirada con ojos en los que refulgía un intenso brillo.
– Tiene exactamente tu misma voz -dijo la joven a Jude-. Es asombroso. Sois idénticos.
– Y no sabes ni la mitad de la historia. El caso es que en esa isla, de la que no conoce ni el nombre, hay otras personas como él…
– El grupo de edad -intervino Skyler.
– Sí, lo que sea. Los educaron en el culto a la ciencia en vez de en el culto a la religión, y se someten a estrictos regímenes físicos para mantenerse en forma y saludables; pero, básicamente, no son sino prisioneros. No les permiten salir de la isla y, si lo hacen, los persiguen unos individuos llamados ordenanzas que utilizan sabuesos para seguir el rastro. Y de cuando en cuando, algún habitante de la isla muere.
Tizzie miraba a Skyler con ojos en los que brillaba el asombro.
– Pero Skyler se las arregló para escapar. Y, tras pasar un par de semanas en Georgia, vino a Nueva York. Me localizó por una foto mía que apareció en el periódico, pues, como salta a la vista, nos parecemos como dos gotas de agua. Y eso es algo para lo que ni él ni yo encontramos explicación.
Ahora Tizzie miraba a Jude.
– Existe una posibilidad… Tal vez sea pariente mío o… -empezó a decir Jude, y vaciló por un instante-. O puede que incluso sea mi gemelo -dijo al fin.
– Pero… pero… -tartamudeó Tizzie a causa de la confusión-. Tú no tienes ningún hermano gemelo.
– ¿Cómo lo sabes?
– Nunca lo mencionaste.
– Quizá lo tenía sin saberlo. Ya sabes que existen gemelos que fueron separados al nacer.
– Claro que lo sé. Los gemelos separados son mi especialidad. Pero… esto es demasiado raro, una coincidencia excesiva.
– Piénsalo bien -respondió Jude con mayor firmeza y tratando de poner en orden sus pensamientos-. ¿Qué sé yo acerca de mis padres? Prácticamente, nada, salvo que eran unos investigadores excéntricos que pertenecían a una especie de secta científica. Tal vez se dedicaran a efectuar complicados experimentos. A lo mejor, cuando en el grupo nacían gemelos, los separaban y mandaban a uno lejos para que creciese en condiciones totalmente distintas, en un ambiente controlado.
– ¿Y para qué iban a hacer algo así? -preguntó Tizzie.
– Para establecer la frontera entre lo determinado por los genes y lo determinado por el aprendizaje. De ese tema hemos hablado mucho tú y yo.
– Pero… ¿qué método usaron? -preguntó Tizzie, cuya mirada iba de Jude a Skyler y de Skyler a Jude-. ¿En qué consistió el experimento?
– Aún no lo sabemos.
– Hacer algo así supondría tomarse un montón de molestias por un simple experimento -dijo ella-. Por no entrar en las implicaciones morales que representa separar a dos hermanos y no mencionarle a ninguno de ellos la existencia del otro. Criar a uno con todas las ventajas, al menos, supongo que tú habrías tenido todas las ventajas de haber vivido tus padres, mientras que el otro… -prosiguió mirando a Skyler con un atisbo de simpatía- crecía en un ambiente supuestamente controlado.
Jude advirtió que Skyler no dejaba de mirar a hurtadillas a Tizzie. Sin embargo, cuando era ella la que lo miraba a él, Skyler apartaba la vista, entre tímido y asustado.
– Efectivamente, existen casos de gemelos que son separados al nacer -seguía Tizzie-, lo sé mejor que nadie. Por regla general, ocurre que una madre soltera tiene que dar a sus hijos en adopción y que alguna estúpida organización gubernamental no tiene en cuenta el hecho de que a los niños les conviene crecer juntos.
Tizzie miraba detenidamente a Skyler y hablaba de él en tercera persona, como si no estuviera presente.
– Parece más joven que tú -le dijo a Jude.
– Quizá sea porque está más delgado Ha pasado por un montón de calamidades.
– Me gustaría saber… -dijo de pronto Skyler-. ¿Con qué frecuencia sucede esto?
– ¿El qué?
– ¿Con qué frecuencia se dan los gemelos idénticos?
– Es un fenómeno bastante infrecuente -respondió Jude.
– Cuatro nacimientos de cada mil son de gemelos idénticos -le aclaró Tizzie.
– O sea que no sería lógico que un grupo reducido de científicos aspirase a que entre sus miembros se produjese un parto de gemelos.
– Eso es verdad -dijo Jude.
– Y el hecho de que el fenómeno se produjera dos veces en un pequeño grupo, iría contra la ley de probabilidades -continuó Skyler.
– ¿Qué pretendes decir? -preguntó Jude.
– Quizá encontraron el modo de producir gemelos -respondió Skyler encogiéndose de hombros.
El hombre no esperaba que su comentario produjera el impacto que produjo. Jude, aparentemente aturdido, miró a Skyler como diciéndose: «Tal vez se me haya escapado algo.» Tizzie parecía desazonada, y así había estado a lo largo de toda la discusión o, en realidad, así había estado desde que se produjo la llamada telefónica de Jude, que la hizo saltar de la cama, ponerse el vestido y comenzar a mirar a Skyler como a un bicho raro.