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– ¿Qué piensas de todo esto? Huele un poco raro, ¿no?

– No sé qué decirte -dijo Archery-. En cualquier caso, la policía le debió de interrogar en su momento.

– Quizá sí o quizá no. No me lo dijo. -Charles se recostó en la silla, apoyó los pies en el enrejado y prosiguió-: Entonces, hablamos de dinero. Huelga decir que el dinero es el motor de su existencia.

Inexplicablemente, Archery se sintió en el deber de defender a Primero. Alice Flower lo había descrito como una persona intachable.

– Pensaba que era una buena persona -dijo.

– Es un buen tipo -dijo Charles con indiferencia-. Es muy modesto con su éxito y su riqueza. -Sonrió-. De esos que lloran cuando van al banco. De todos modos, ahora viene el quid de la cuestión.

»Justo antes de que la señora Primero muriese, un colega suyo le preguntó si le gustaría montar un negocio con él, de importación y exportación. Bueno no sé muy bien de qué se trataba exactamente, ahora tampoco importa. Ambos tenían que aportar diez mil libras. Primero no tenía el dinero, ni sabía de dónde sacarlo. Por lo que a él se refería, no tenía ni la más remota esperanza. Entonces su abuela murió.

– Eso ya lo sabemos -protestó Archery-. Alice Flower me contó más o menos lo mismo…

– Vale, espera un momento. Alice Flower ignoraba lo que te voy a contar ahora. «Ése fue mi comienzo -me dijo despreocupadamente, aunque añadió enseguida-: No quiere decir que no estuviese desolado por la muerte de mi abuela.» Durante todo ese tiempo, su esposa permaneció en silencio con el rostro inexpresivo. Él no dejaba de mirarla con preocupación.

»-Puse mi parte del dinero y empezamos -dijo, y añadió con cierta premura-: Y desde entonces, no volví a mirar al pasado:

»Me vi en un pequeño dilema. Todo iba sobre ruedas y no quería meter la pata. Él me observaba con desconfianza y, de repente, entendí por qué: él ignoraba lo que yo sabía sobre el dinero de la señora Primero. Ella murió sin hacer testamento, habían pasado dieciséis años, yo era un reportero y, a su juicio, estaba interesado en él, no en su abuela.

– Me parecen muchas cosas para adivinarlas en una sola mirada desafiante -dijo Archery.

– Tal vez fue cuestión de intuición. Pero déjame que te lo cuente. Entonces, hice una pregunta. Era una posibilidad remota, pero dio resultado. Le dije: «Así que consiguió sus diez mil libras, ¿justo lo que usted necesitaba?» Lo dije con la mayor naturalidad. Él no me contestó, pero su mujer me miró y dijo: «Eran exactamente diez mil libras después de pagar el impuesto sobre sucesiones. En realidad, debería entrevistarme a mí, Roger me lo ha contado tantas veces que me lo sé mejor que él.»

»Bueno, no podía quedarme ahí. Persistí: «Tengo entendido que tiene usted dos hermanas, señora Primero -dije-. ¿También heredaron ellas la misma cantidad de dinero que usted?» Advertí un brillo suspicaz en su mirada. Después de todo, no era asunto mío y no tenía nada que ver con el artículo que se suponía que yo iba a escribir. «¿Han triunfado ellas como usted en los negocios?», pregunté, intentando justificarme. Fue una salida genial. Perdóname por presumir así, pero es verdad, pude ver cómo se relajaba.

»-No las veo muy a menudo -dijo.

»-¡Oh, Roger! -exclamó su esposa-, sabes muy bien que no las vemos nunca.

»Primero la fulminó con la mirada.

»-Una está casada -dijo- y la otra trabaja en Londres. Son mucho más jóvenes que yo.

»-Debe ser estupendo heredar diez mil libras cuando aún eres un niño.

»-Me imagino que siempre es estupendo, pero no he vuelto a tener el placer de heredar nunca nada más. ¿Dejamos el tema y seguimos con la historia de mi vida?

»Fingí que tomaba apuntes. En realidad, eran simples garabatos, pero le hice creer que era taquigrafía. Al terminar la entrevista, se levantó, nos dimos la mano y me dijo que estaría al tanto del Sunday Planet para ver el artículo. Al oír eso, me sentí un poco incómodo y no supe qué decir, pero su esposa me salvó, invitándome a comer. Acepté la invitación y me ofrecieron una comida espléndida: salmón ahumado, unos enormes filetes de lomo de buey y, de postre, frambuesas en licor.

– Tienes una cara muy dura -dijo Archery con admiración teñida de reprobación. Se enderezó en la silla-. Lo que has hecho no está bien, no es ético.

– Lo hice por una buena causa. ¿Es que no puedes entenderlo?

«¿Por qué los hijos siempre piensan que eres infantil y, a la vez, senil, que te pasas de práctico pero que eres irracional, capaz de mantenerlos pero al mismo tiempo completamente obtuso?»

– Por supuesto -dijo Archery con irritación-. Tanto Alice Flower como la señora Crilling dijeron que la señora Primero sólo disponía de diez mil libras, pero al parecer Roger Primero no sólo recibió un tercio de esa suma, sino la totalidad.

Charles se volvió bruscamente hacia él, haciendo caer nuevos pétalos del enrejado.

– Pero ¿por qué? Definitivamente, no hubo testamento. Lo he comprobado. Y sólo había tres herederos, Roger, Ángela e Isabel. La señora Primero no tenía más familiares y según la ley, la herencia debía ser dividida entre los tres nietos, sin embargo Roger consiguió hacerse con todo.

– No lo comprendo.

– Yo tampoco; todavía no. Quizá todo se aclare cuando haya hablado con las hermanas. Naturalmente, no he podido preguntarle a Roger dónde vivían, pero su apellido no es muy común, y puede que el nombre de la que está soltera aparezca en la guía telefónica de Londres. Todavía no he decidido cómo me las voy a arreglar para ponerme en contacto con ellas, pero tengo ya alguna idea, quizá pueda decirles que soy de Hacienda…

– Facilis descesus Averni.

– En asuntos como éste -dijo Charles resueltamente-, hay que ser frío, calculador y decidido. ¿Me dejarás el coche, mañana?

– Si es imprescindible.

– Pensaba que te gustaría ir a Victor’s Piece -dijo Charles en tono optimista- y echar un vistazo. Averiguar si Roger Primero pudo haberse escondido en algún sitio y luego subir las escaleras a hurtadillas o algo por el estilo, en vez de salir por la puerta principal aquel domingo por la noche.

– ¿No te estás dejando llevar por la imaginación?

– Es un defecto de familia. -Sus ojos se entristecieron repentinamente y, ante la consternación de Archery, ocultó su cara entre las manos. Su padre no sabía qué hacer-. Tess no me ha hablado en dos días. No me resigno a perderla. No puedo. -Si Charles hubiese tenido diez años menos, su padre le habría cogido entre sus brazos; pero si fuese así, todo aquello no estaría ocurriendo.

»Me importa un bledo -dijo Charles, controlándose- lo que hiciese o dejase de hacer su padre. Me da igual que hayan ahorcado a todos sus antepasados. Pero a ti y a ella os importa, y… ¿qué más da? -Se levantó de su silla-. Siento haberme puesto así. -Todavía con la cabeza agachada, arrastró los pies entre los pétalos despojados-. Haces lo que puedes -dijo con ceremoniosa gravedad-, pero no espero que lo comprendas, a tu edad. -Sin mirar a su padre, se dio media vuelta y entró en el hotel.

11

De la fornicación y demás pecados

mortales, y de las falsedades del mundo,

el demonio y la carne, líbranos, Señor.

La letanía

Ángela Primero vivía en un piso de Oswestry Mansions, en Baron’s Court. Tenía veintiséis años y era la mayor de las nietas de la señora Primero. Eso era todo lo que Charles sabía acerca de ella; aparte de su número de teléfono, que había conseguido sin dificultad. La llamó y le preguntó si podía ir a verla al día siguiente. Reconsideró su plan original y le dijo que representaba al Sunday Planet, y debido a que la muerte de Alice Flower había hecho reaparecer el asesinato de la señora Primero, su periódico pensaba publicar una crónica especial sobre la suerte de las demás personas relacionadas con el caso. Estaba bastante satisfecho con la farsa. Sonaba razonablemente verosímil.