Ella se inclinó. Era evidente que no había oído entrar al hombre que se introdujo con sigilo en la habitación.
– Él nunca me ha hecho preguntas sobre mi vida con Bert -dijo ella-, y yo estaba demasiado avergonzada de haber estado casada con un hombre como Painter. Usted no lo conoce pero mi marido es tan bueno que, aunque nunca me preguntó nada, yo me sentí en la obligación de darle algún tipo de explicación, ¿entiende? -De súbito se mostraba elocuente-. Pero imagínese qué podía decirle, qué podía darle… ¡Nada! La gente solía señalarme en la calle como si fuese un monstruo. Él tuvo que cargar con eso; él que no conocía la inmundicia. Me dijo que me llevaría lejos y que me proporcionaría una nueva vida en un lugar donde nadie me conociera, me dijo que yo no tenía la culpa, que era inocente. ¿De verdad cree usted que iba a desperdiciar la única oportunidad de mi vida, diciéndole que Tess era… era ilegítima?
Conmovido, Archery se levantó pesadamente. Con la fuerza de su mirada, había intentado obligar al hombre que estaba detrás de ella a volver sobre sus pasos, pero Kershaw permaneció en su sitio, inmóvil, como si no tuviera un cuerpo que respirase ni un corazón que latiese. Su esposa había estado tan absorta en su propio relato que no se había dado cuenta de nada de lo que pasaba a su alrededor, sin embargo en ese momento pareció sentir algo en el ambiente, la sorda pasión de otras dos personas, cuyo único propósito era ayudarla. Se dio la vuelta en el sillón y, con una extraña mueca de súplica, se levantó para enfrentarse a su marido.
Archery esperaba un grito, que no se produjo. Ella se tambaleó, pero cuando intentó decir algo sus palabras quedaron sofocadas por el fuerte abrazo de Kershaw. Sólo la oyó decir:
– ¡Oh, Tom! ¡Tom! -Pero él sintió que sus energías le abandonaban y se concentraban en un único y absurdo pensamiento. Era la primera vez que oía el nombre de pila de Kershaw.
Ella no volvió a bajar. Archery supuso que no la volvería a ver hasta que todos se reuniesen de nuevo entre las flores, las damas de honor y la tarta nupcial. Pálida y retraída, Tess estaba sentada al lado de Charles, con una mano en la de él y el manuscrito en su regazo.
– Me siento tan rara -dijo ella-. Es como si tuviese una nueva identidad. Como si tuviese tres padres, sin embargo al que menos conozco es al verdadero…
Sin pizca de tacto. Charles comentó:
– Bueno, ¿no prefieres tener un padre como éste, un hombre capaz de escribir cosas tan hermosas? -Pero Tess volvió sus ojos hacia aquel hombre al que Archery tendría que aprender a llamar Tom, y supo que ella ya había elegido.
Tendió el pesado fajo de papeles a Archery y le preguntó:
– ¿Qué podemos hacer con sus obras?
– Yo podría enseñárselas a un editor que conozco. Una vez escribí parte de un libro… -Sonrió-. Sobre gatos abisinios. Conozco a alguien que podría estar interesado. Al menos podré hacer algo para reparar el daño que he causado.
– ¿Usted? No tiene nada que reprocharse. -Kershaw se colocó entre él y los novios. «Excepto destrozar un matrimonio para arreglar otro», pensó Archery. Con el rostro fruncido por el esfuerzo de encontrar las palabras, Kershaw prosiguió-: Escuche, sólo ha hecho lo que yo debí hacer hace años: hablar con ella. De veras, no pude. Quise hacer bien las cosas. Ahora entiendo que uno puede ser excesivamente discreto, demasiado diplomático. Verá, yo sabía cosas, por ejemplo, que a ella nunca le había gustado Painter y que éste había insistido para que ella se casase con él. Nunca le pregunté el motivo que la hizo cambiar de parecer cuando Painter regresó de Birmania. ¡Que Dios me ayude, creía que no era asunto mío! Ella no quería que yo le contase lo de Painter a Tess y fue un infierno intentar que lo comprendiera una niña de doce años. -Sin miedo al sentimentalismo, cogió la mano libre de su hijastra y la sostuvo durante un momento-. Recuerdo que incluso me enfadaba con Rene porque parecía contradecir cualquier cosa que intentaba decir.
En voz queda, Tess recordó las palabras de su madre:
– «No importa lo que diga papá. Tu padre no fue un asesino.»
– Y tenía razón, pero yo estaba sordo. Ahora podrá decirme todo lo que ha callado durante estos años. Y también a ti, Tess, ¿por qué no subes a verla?
Como una niña, vaciló y luego una sonrisa indecisa se dibujó en sus temblorosos labios. Pero la obediencia -feliz y razonable obediencia- era una norma en esa casa. Archery lo había comprobado, pocos momentos antes.
– No sé qué decir, ni cómo empezar -dijo ella, levantándose lentamente-. Me da miedo hacerle daño.
– Empieza por lo de tu boda -dijo Kershaw con firmeza. Archery lo observó mientras se inclinaba para recoger una de las revistas que habían caído al suelo-. Enséñale esto y déjale soñar con verte vestida así.
Tess llevaba pantalones vaqueros y una camisa blanca, era como una Olivia o una Rosalinda que hubiera perdido su linaje y hallado una nueva feminidad. Cogió la revista de manos de Kershaw y contempló la portada, en la cual una pirámide de flores coronaba el rostro más fotografiado de Inglaterra.
– Esto no es para mí -dijo Tess, pero se llevó la revista consigo y Archery las contempló mientras salían juntas de la habitación, el amor de Charles en carne y hueso y su propio amor, en la fantasía de un papel. «No es para mí, no es para mí…»
– Tendremos que marcharnos pronto -le dijo a su hijo-. Es hora de explicarle todo esto a tu madre.
Ruth Rendell