Alexis consideró aquel cumplido y trató de verse a través de los ojos de Jackson. En el probador, se había convencido de su atractivo sexual, pero, mientras se miraba de nuevo en los enormes espejos, descubrió otra nueva etapa de su transformación. Efectivamente, había un aura de sensualidad que brillaba alrededor de ella, una luminosa luz que le acariciaba la piel y le encendía la mirada. Le gustaba lo que veía y lo utilizó en provecho propio cuando miró a Jackson con descarada coquetería.
– Bueno, creo que ayuda el hecho de que tengas un gusto excelente.
– Sé lo que me gusta en una mujer y tú tienes una figura muy voluptuosa digna de verse ensalzada, no ocultada.
– Estoy dispuesta a ponerme manos a la obra.
– Me alegro. Explícame, ¿por qué no habrías elegido un vestido como ese?
Lo primero que se le vino a Alexis a la cabeza fue que no era su estilo. A pesar de que era verdad, era también una conveniente excusa. En realidad, era más bien no saber lo bien que se sentiría llevando puesto algo que acentuaría tanto su figura.
– Nunca me he planteado ponerme algo que muestre tanta…
– ¿Piel?
– Sí -respondió Alex, sincerándose completamente con él-. Después de que murieran mis padres, me crié con mi tío, un hombre soltero que no sabía cómo despertar el lado femenino de una niña. Optó por educarme de un modo práctico, que no incluía vestidos bonitos.
Alex sonrió levemente. A pesar del modo poco convencional en el que su tío la había criado, ella no había tenido nunca ninguna duda de que el hombre la quería mucho. Se había ocupado de ella lo mejor que había sabido, aceptando la responsabilidad de educar a una niña cuando él siempre había disfrutado de una existencia solitaria. Alex había aprendido a adaptarse al modo de vida de su tío.
– Yo no iba vestida nada más que con vaqueros y camisetas. Crecí más como un chicote que como una niña acostumbrada a volantes y encajes.
Aquel aspecto tan austero de su vida se había extendido también a otra parte de su infancia. Las muñecas se habían visto reemplazadas por los juegos de ordenador. A través de las largas conversaciones que tenía con su tío, había aprendido el negocio informático y había empezado a compartir el sueño de su tío. No había habido influencia femenina en su vida que le explicara los secretos del maquillaje y de la peluquería, ni las sutilezas de vestirse adecuadamente para atraer la mirada de un hombre.
– Me parece que tienes muchos Placeres de Seducción de los que resarcirte -dijo Jackson.
– Es todo parte de esas oportunidades perdidas de las que te hablaba antes.
– Entonces, pruébate otra prenda y veamos adonde nos lleva todo esto.
Alex sintió que el pulso se le aceleraba. Otro desafío. Jackson era un maestro en aquel tipo de comentarios. A pesar de que a Alex no le gustaba apostar fuerte, le resultaba imposible resistirse.
Volvió al probador con un rápido giro de las piernas. Como sentía que la mirada de Jackson le quemaba el trasero, sonrió y se decidió a hacerle perder aquella fría compostura.
Mientras se probaba cada una de las prendas que él había elegido se iba haciendo más osada en la intimidad del vestidor. Coqueteaba con Jackson como no había hecho nunca con un hombre. Si su sonrisa y la dilatación de sus pupilas significaban algo, era sin duda que estaba sacándole partido a sus esfuerzos. La animaba a ser desinhibida, la elogiaba constantemente y hacía que ella gozara con su nueva sensualidad y que estuviera más segura de su atractivo sexual.
Sin embargo, aparte de rebullirse ocasionalmente en el asiento, Jackson no hacía nada. No se levantaba ni parecía perder el control…
Como se sentía muy inquieta y frustrada sexualmente porque Jackson no estuviera experimentando lo mismo que ella, cuando regresó al probador, Alex decidió buscar una nueva estrategia para excitar a Jackson hasta el punto de que no pudiera controlarse más. Quería, necesitaba, una prueba tangible de que le parecía irresistible.
Examinó las prendas que todavía no se había probado. Supo que había encontrado lo que estaba buscando cuando vio el camisón de raso y la bata a juego que él le había dado. Durante la última hora, había evitado probarse aquella sensual prenda de lencería, pero acababa de darse cuenta de que aquello era lo que necesitaba.
Se quitó rápidamente el top morado y los pantalones que acababa de probarse y los colocó sobre la pila de lo que se iba a comprar. Entonces, se deslizó dentro del suave camisón y tembló al notar la deliciosa tela contra la piel. Era un camisón precioso, desde las finas hombreras hasta la jareta que le acariciaba los tobillos. El encaje ajustaba el cuerpo, haciendo que la tela le moldeara los pechos y que se le vislumbraran los rosados pezones. Una gran abertura a un lado mostraba gran cantidad de pierna.
Alcanzó la bata a juego y se envolvió en ella, ajustándosela después con el cinturón. Entonces, respiró profundamente y salió al vestidor. Lenta, seductoramente, se subió a la plataforma.
Se miró en el espejo y, poco a poco, se volvió para contemplar el reflejo de Jackson. Aunque permanecía sentado, no cabía duda alguna de la sorpresa que había en sus ojos. Sus rasgos estaban tensos y su cuerpo irradiaba una tensión viril y primitiva. Alex sintió que debía apuntarse una victoria.
– No creíste que me lo probaría, ¿verdad?
– No estaba seguro -admitió él con voz profunda.
Alex se enroscó el borde del cinturón de raso alrededor de un dedo, con un gesto muy provocativo. Nunca habría creído que su propio descaro pudiera excitarla tanto.
– ¿Te gusta?
– ¿Cómo no me va a gustar? -susurró él, mirándola con los ojos medio cerrados-. Lo importante es que te guste a ti.
– Sí, me gusta. Y también me gusta el modo en que me estás mirando.
– ¿Cómo?
– Con ojos hambrientos -respondió ella, tras humedecerse los labios-. Como si estuvieras dispuesto a devorarme si pudieras.
– Me estás provocando…
Alex completó la representación de su seducción agarrando la goma que le sujetaba la trenza y soltándosela.
– Entonces, ¿está funcionando? -musitó, mientras se iba soltando lentamente el cabello. Al terminar, se lo peinó con los dedos y dejó que su oscura melena le cayera en ondas sobre los hombros-. No estaba segura de que te estuviera afectando, teniendo en cuenta que no te has movido de esa butaca desde que empecé a probarme toda esa ropa que tú has elegido para mí.
De repente, Jackson se puso de pie y se subió a la plataforma. Alex se volvió para mirarlo y se preguntó qué sería lo que iba a hacerle. Finalmente, había conseguido que respondiera. Contempló la imponente erección que estaba aprisionada por la cremallera de los pantalones y no pudo evitar preguntarse si se habría excedido en su insistencia.
Jackson era tan seductor, tan masculino… La salvaje energía que parecía contener su cuerpo se centraba exclusivamente en ella. Estaba a pocos centímetros de su cuerpo y la miraba fijamente. Era tan algo, tan fuerte…
– El problema es que me afectas demasiado…
– ¿Y por qué es eso un problema? A mí me parece que es algo de lo que nos podríamos beneficiar mutuamente.
– ¿Me estás sugiriendo una aventura? ¿Es eso lo que quieres, Alexis?
– Sí, eso es lo que quiero -dijo ella, confesando la mitad de su fantasía en voz alta-. ¿Y tú, Jackson? ¿Es eso lo que quieres tú también?
Él le acarició el cabello. Tomó una onda entre los dedos, aparentemente fascinado de la textura.
– Estar contigo es exactamente lo que quiero.
El aliento que, sin darse cuenta, Alex había estado conteniendo, se le escapó en aquel momento de los pulmones. Así, tan fácilmente, quedó establecida su relación. Ya no habría dudas ni inseguridades. Aquel atractivo hombre sería el que le diera el tipo de placer y pasión de los que solo había disfrutado en sueños. Si todo iba tal y como había planeado, él sería el padre del hijo que tanto había deseado, un niño que completaría su vida y le permitiría tener la familia que había perdido a una edad tan temprana.