Sin embargo, no podía dejar de pensar que sus deseos parecían una proposición algo unilateral.
– ¿Qué es lo que vas a sacar tú de todo esto?
– Cinco días con una mujer que me intriga, que me excita y que me hace querer descubrir sus más profundos e íntimos secretos. Quiero seducir tu mente, tu cuerpo, tu alma… -susurró Jackson, mientras le acariciaba suavemente la mandíbula, seguía la línea de las solapas de la bata y terminaba por colocar la mano sobre el cinturón.
– Sí…
Ella deseaba lo mismo. Jackson sonrió con satisfacción. Con un ligero movimiento de los dedos, el resbaladizo cinturón se soltó y dejó que la bata se abriera ligeramente para mostrar el camisón que ocultaba.
Alex tragó saliva. Le resultaba imposible concentrarse en nada que no fuera el deseo que le abrasaba el cuerpo. Lentamente, sintió cómo Jackson la hacía girar sobre sí misma para que volviera a contemplarse en el espejo. Él se colocó detrás, dejando que ella sintiera su cuerpo a lo largo de la espalda, el trasero, los muslos… Estaba ansiosa por ver qué ocurría a continuación.
Jackson inclinó la cabeza, de modo que la boca acarició suavemente la oreja de Alex.
– Ábrete la bata -susurró.
Ella tembló ante una petición tan directa, pero, sin dudarlo, obedeció inmediatamente. Dejó que la bata se le deslizara por los hombros y le cayera en el suelo, rodeándole los pies. Se quedó solo vestida con aquel ligero camisón. Al sentir que Jackson le empezaba a acariciar la cintura, contuvo el aliento. Las sensaciones fueron haciéndose más intensas cuando él le tocó suavemente los costados y fue subiendo, poco a poco, hasta rozarle la parte inferior de los senos con la punta de los dedos. En aquel momento, Alex sintió que las rodillas se le doblaban. Un fuerte calor se abrió paso a través de ella, recorriéndole todo el cuerpo. Cuando perdió el equilibrio, Jackson le proporcionó un firme apoyo sobre el que apoyarse.
Entonces, colocó las manos sobre las de él, que eran mucho más grandes. Deseó tener el coraje de hacerlas subir para que pudieran acariciarle los erguidos pezones que, tensos y duros, se dibujaban claramente contra el encaje del cuerpo del camisón.
Ella cerró los ojos y, por fin, se armó de valor e hizo que Jackson subiera las manos. Él no se opuso y acogió los rotundos pechos entre las manos. Apretó y acarició la tersa carne para luego aprisionar el pezón entre el índice y el pulgar. Alex gimió de placer.
– ¿Te has tocado alguna vez? -murmuró él.
– Claro… -respondió ella, a pesar de que era una pregunta muy personal.
Jackson movió los dedos nuevamente sobre los erguidos senos. Ella gimió de necesidad. Echó la cabeza hacia atrás y dejó que descansara sobre su hombro.
– ¿Íntimamente?
– Sí… -admitió ella. Sin embargo, nunca había supuesto un tormento tan exquisito como aquel, tan agudo y delicioso.
– ¿Lo hacías mientras llevabas puesto algo tan sensual y suave? -insistió Jackson, mordisqueándole suavemente el cuello y saboreándole la piel con un ligero movimiento de la lengua.
– No… -musitó ella a duras penas.
– Ahh… Entonces esta será la primera vez que lo hagas -afirmó. Rápidamente, cambió la posición de las manos y atrapó las de Alex entre las suyas. Entrelazó los dedos con los de ella para que él también pudiera tocarla-. Acaricia el raso, Alexis -añadió, haciendo que ella moviera las manos sobre la tela-. Frótatelo contra la piel, contra el vientre, contra los muslos…
Alex hizo lo que él le pedía, siguiendo sus indicaciones con descarada facilidad. Con los ojos cerrados, se fue haciendo más osada y saboreó cada nueva sensación. El tacto de la tela era frío, aunque con las caricias le calentaba la piel. Jackson la hacía tocarse y sentir las curvas, la suavidad de su cuerpo, haciéndola que suspirara con la anticipación de algo más erótico. A medida que se fueron retirando las inhibiciones, fue explorando su cuerpo con un abandono que no había conocido nunca. Sintió que la respiración de Jackson se iba haciendo cada vez más pesada y que su erección se apretaba con más insistencia contra su cuerpo. Se sentía voluptuosa y muy deseable…
Rozando los límites de lo prohibido, Jackson le llevó las manos hacia los muslos y las introdujo bajo la abertura que tenía el camisón. Al sentir cómo sus propias manos le acariciaban la piel, Alex contuvo el aliento y gimió al sentir que sus dedos, y luego los de Jackson, se acercaban tentativamente hacia el húmedo calor que le empapaba las braguitas.
Un placer carnal, puro y primitivo, se apoderó de ella. Las rodillas le cedieron, por lo que Jackson tuvo que sujetarla con un fuerte brazo alrededor de la cintura. Él emitió un profundo suspiro y apretó un poco más dentro, incrementando la presión erótica y excitando a Alex hasta más allá de lo que había sentido hasta entonces.
– Abre los ojos, Alexis, y ve tú misma la transformación.
Ella levantó los párpados. Vio una sensual mujer reflejada en el espejo, que era el resultado de los estímulos de Jackson. Asombrada, contempló la cascada de cabello que le enmarcaba la cara, sus oscurecidos ojos, los labios que todavía no habían saboreado el placer de los besos de Jackson y el cuerpo cubierto de encaje y raso. Incapaz de contenerse, sintió que un calor húmedo y sedoso les empapaba un poco más los dedos.
Se mordió el labio inferior y dejó que su mirada se cruzara con la de él en el espejo.
– Jackson -susurró, temblando, a punto de experimentar el que creía sería el orgasmo más increíble de su vida. Quería experimentarlo con él, allí y en aquel momento.
Jackson lo sabía. Los ojos le brillaban con aquel conocimiento y con algo más que ella no podía descifrar. ¿Satisfacción? ¿Triunfo, tal vez?
Antes de que pudiera analizar aquella última emoción, él le distrajo completamente de aquellos pensamientos con una última caricia que sugería un éxtasis más profundo. Entonces, lentamente, fue retirando los dedos y haciendo que ella sacara la mano de debajo de la bata. A continuación, se llevó los dedos de Alex a la boca y le besó las yemas, saboreándolas por completo con suaves movimientos de lengua. Aquel gesto tan íntimo, la agitada respiración de Jackson, su deseo insatisfecho… Todo aquello se combinó en una sobrecarga emocional que llevó la necesidad que sentía a límites casi insoportables. Sin embargo, él no parecía pensar en apaciguarla. Ni allí, ni en aquel momento.
– Esta noche -susurró.
Aquellas dos palabras tenían un universo de significado y de promesas en su interior. Entonces, le dio un casto beso en la sien y la soltó.
Sin más, salió del vestidor, dejando a Alex sola sobre la plataforma, sintiéndose como si el encuentro con Jackson no hubiera sido más que un placentero sueño.
O una fantasía de seducción hecha realidad.
Capítulo Cinco
A las siete menos cinco, Jackson entró en el lujoso vestíbulo del hotel principal de Fantasía de Seducción. Se dirigió al ascensor y, una vez dentro, apretó el botón de la tercera planta, que era donde se encontraba la suite de Alexis. Solo entonces, cuando estuvo solo, empezó a dudar de sus propios motivos personales, de sus fantasías y de su búsqueda de venganza.
Durante toda la tarde, desde que había dejado a Alexis en el vestidor de la boutique, había conseguido evitar su conciencia y las complejas cuestiones que parecían abrirse paso en el interior de su cabeza, cuestiones para las que todavía tenía que encontrar respuestas.
Había estado haciendo ejercicio en el gimnasio, nadando en la piscina y tratando de relajarse en la sauna, pero, desgraciadamente, nada le había hecho olvidarse del deseo que sentía por una mujer que, sin que se diera cuenta, había conseguido llegarle muy dentro, una mujer sobre la que no debería sentir más que un deseo de venganza.