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Trató de deshacerse de aquellas incertidumbres que no terminaba de comprender del todo y se culpó solo a sí mismo por su estado de frustración. Nunca había querido que las cosas fueran tan lejos entre ellos. A pesar de que el deseo que ella tenía de tener una aventura había hecho que sus propósitos resultaran más fáciles, su único fin había sido seducirla en cuerpo y alma con tácticas verbales. Acariciarle los pechos, tocarla tan íntimamente y despertar deseos que ni siquiera él mismo sabía que existían no había formado parte de su plan.

Sin embargo, como mujer que acababa de descubrir su atractivo y su sexualidad, lo había provocado de la manera más descarada y él no había podido resistirse a la tentación. En algún lugar entre su deseo de venganza y el tacto de su suave piel, sus planes para desquitarse de ella se habían desvanecido.

En menos de una hora, ella había derribado los muros de reserva y de cautela que habían regido su comportamiento con las mujeres durante la mayor parte de su vida. Se había dejado llevar por el momento y había cruzado la línea con la que se había limitado a sí mismo. Además, le había prometido que aquella noche habría más caricias, más besos… Cumpliría lo que le había dicho, pero no le haría el amor.

El ascensor anunció con un tintineo su llegada al tercer piso. Mientras Jackson salía, reafirmó su inmunidad con respecto a Alexis Baylor y se recordó sus intenciones. Seducir su mente y su alma era su prioridad. Mantener al margen sus sentimientos una necesidad.

Con aquel pensamiento grabado en la mente y sintiéndose de nuevo con el control de la situación, llamó a la puerta blanca que mostraba el número 305. Sin embargo, su resolución se evaporó unos segundos más tarde, cuando Alexis apareció delante de él, ataviada con un maravilloso y pecaminoso vestido rojo que estaba diseñado para atraer la atención de cualquier hombre. El diseño de las mangas dejaba los hombros lánguidamente al descubierto. El cuerpo del vestido era ajustado y con el escote muy bajo. El terciopelo acentuaba sus curvas hasta un poco por debajo de la rodilla. Llevaba las esbeltas piernas embutidas en unas relucientes medias y unas sandalias muy ligeras añadían unos cuantos centímetros a su altura. Hasta se había pintado las uñas de los pies de un tono de rojo que hacía juego con el de las uñas de las manos.

El corazón de Jackson empezó a palpitar a toda velocidad. Tuvo que tragar saliva para humedecerse un poco la boca.

– Estoy buscando a Alexis Baylor -dijo, mientras fingía confusión y se rascaba la sien-. ¿Está aquí?

– Venga ya, Jackson -replicó ella, sonriendo al oír aquellas palabras-. Deja de bromear conmigo.

Entonces, sacudió la cabeza e hizo que su hermoso cabello negro se agitara por encima de su hombro. Jackson notó que lo llevaba un poco más corto de lo que había estado aquella tarde. Además, llevaba un corte a capas que le sacaba el máximo partido. Se había aplicado también un ligero maquillaje que destacaba sus rasgos. Por último, una ligera esencia floral la rodeaba.

Evidentemente, su «transformación» había incluido también un cambio de pies a cabeza que había producido cautivadores resultados. Jackson había visto que ella tenía potencial para convertirse en una cautivadora belleza y así había sido.

Alex lo miraba con expectación, ansiosamente. A él no le costó darle el cumplido que ella se merecía.

– Estás increíble -dijo, extendiendo una mano para acariciarle suavemente la manga del vestido. Luego, lentamente siguió la línea del cuello hasta llegar a sus pechos-. También estás llena de sorpresas. No recuerdo haber elegido este vestido y me acordaría si te lo hubieras probado…

– Entonces, ¿te gusta? -replicó ella, riendo.

– Gustar es una descripción muy pobre para un vestido con el que estás para comerte. Igual que esa fresa que te tomaste esta tarde al lado de la piscina.

Alex se lamió los labios, como si recordara el sabor dulce de la fruta.

– Me probé el vestido después de que tú te marcharas de la boutique, junto con otras cosas que espero que te gusten -añadió, sonriendo sensualmente.

A pesar de su determinación de permanecer físicamente inmune a Alexis, aquel nuevo descaro que ella había descubierto en su interior y del que él era parcialmente responsable lo excitaba de un modo que desafiaba a la lógica. Ella provocaba sensaciones muy agradables dentro de él… muy dentro de él.

En aquellos momentos, lo único que Alexis conocía de él era al hombre, no al rico empresario. El deseo que veía en los ojos de ella le hizo desear que aquella fantasía estuviera más basada en la realidad.

Con un imperceptible movimiento de la cabeza, Jackson se centró de nuevo en aquel momento y se dio cuenta de que estaba disfrutando con aquellas maniobras de seducción más de lo que debía.

– Después de ese comentario tan tentador, será solo culpa tuya que no pueda comportarme como un caballero y que no te quite las manos de encima en toda la noche -susurró, agarrándola suavemente por la cintura-. Quiero descubrir qué es exactamente lo que oculta este vestido.

– Tal vez te permita que lo hagas -replicó Alex, acariciándole suavemente el pecho a través de la camisa.

– Para que lo sepas desde el principio -dijo, agarrándola con fuerza de las caderas y estrechándola contra su cuerpo-, quiero que me des cosas que no le hayas dado a otro hombre -añadió. Aquella era otra verdad que se negaba a analizar-. Quiero hacerte cosas que te escandalizarían…

– Y yo deseo que lo hagas -musitó ella, frotando los muslos contra los de él.

Jackson casi gruñó de placer al sentir que un deseo primitivo, que todavía emanaba de lo ocurrido aquella tarde, se apoderaba de él. Aquel era su juego, pero le estaba costando demasiado llevarle ventaja.

– ¿Harás todo lo que yo quiera o te pida?

– Sí, todo… Cualquier cosa -prometió ella, sin reservas.

Jackson le acarició el trasero con la palma de la mano y lo empujó suavemente, haciendo que muslos, caderas y vientres entraran en un contacto electrizante.

– ¿En cualquier momento, en cualquier lugar? -le preguntó. Quería saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar con él.

Alex le rodeó el cuello con los brazos y se apretó contra él. Suavidad contra fuerza. Corazón contra corazón.

– En cualquier momento y en cualquier lugar -susurró ella mientras le acariciaba suavemente la nuca-. ¿Y tú? ¿Harás todo lo que yo quiera o te pida?

Estar a merced de Alexis no era algo que él hubiera considerado como parte de su fantasía, pero no podía negarse a aquella petición.

– Por supuesto, pero espero poder darte todo lo que desees o necesites antes de que me lo tengas que pedir.

– Hasta ahora, te has anticipado muy bien a mis necesidades -musitó ella, dedicándole una seductora e irresistible sonrisa-. ¿Qué es lo que quiero ahora, Jackson?

Él recorrió los hermosos rasgos de su rostro con la mirada. Notó el ligero rubor que le cubría las mejillas y el brillo que tenía en los ojos. Tenía los labios a pocos centímetros de los de él y sintió la tentación de atravesar aquella breve distancia, saborearlos a su antojo y ver dónde acababa todo.

El pulso se le aceleró. ¿Cómo había podido sentirse tan arrebatado por ella, tan enredado en una tela de araña que él mismo había tejido con el único propósito de atraparla entre sus hilos? ¿Se había perdido tanto en necesidades y deseos, que nada le importaba más que agradar a aquella mujer y darles a los dos exactamente lo que deseaban? En lo único en lo que podía pensar en aquellos momentos era en lo que le suplicaba aquella ardiente mirada.

Rodeándole aún la cintura con una mano, le acarició la mejilla suavemente con las yemas de los dedos de la otra.

– Ahora mismo, en estos momentos, quieres que te bese.