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Estaba segura de que aquella experiencia sería la más sensual de toda su vida y tenía toda la intención de disfrutarla al máximo.

Consultó la hora y comprobó que todavía le quedaba media hora antes de reunirse con él para disfrutar de la tarde que habían planeado. Alex salió por las puertas de cristal que llevaban a un maravilloso jardín tropical y paseó admirando los brillantes colores de las plantas que componían el paisaje.

A las ocho, se había despertado cuando alguien llamó a la puerta de su suite. Sin embargo, en vez de encontrar al hombre de sus sueños, el portero la había saludado con un hermoso ramo de flores y una nota de Jackson, en la que le pedía que se reuniera con él para desayunar en el restaurante que tenía vistas al campo de golf. Se había duchado y se había vestido con uno de sus nuevos trajes de pantalón corto, se había recogido el cabello y había llegado a tiempo de verlo jugar el hoyo número dieciocho con un grupo de hombres.

Después, habían tomado un buen desayuno y habían charlado amigablemente, se habían reído, aunque había habido sutiles recordatorios de lo que había ocurrido entre ellos la noche anterior. Cada mirada, cada caricia solo servía para agudizar el deseo que fluía por sus venas. Alex se sentía mimada por Jackson y no la avergonzaba en absoluto recibir tantas atenciones de él. Aunque sabía que estaba empezando a tener sentimientos que implicaban al corazón, se recordaba constantemente que aquello solo era una fantasía para ambos. No podría salir nada permanente de aquella relación.

Suspiró y contempló a un grupo de personas que estaban disfrutando de un desayuno tardío. Recordó que, cuando Jackson y ella habían terminado de desayunar, él le había dicho que tenía algunas cosas de las que ocuparse y habían quedado en reunirse más tarde. Habían pasado casi dos horas y Alex estaba deseando de volverse a encontrar con él.

De repente, un fuerte graznido la sacó de sus pensamientos. Al mirar hacia un lado, vio un enorme loro con plumas de muchos colores que se estaba paseando por una barra de un lado a otro para atraer su atención.

– Buenos días, lorito -le dijo al animal, a modo de saludo.

– ¡Guapa chica! ¡Guapa chica! -exclamó el loro, haciendo que Alex se acercara para examinarlo más de cerca.

– ¡Vaya! Pero si eres un seductor…

– ¡Freddy quiere una galleta!

– Lo siento, Freddy, pero no tengo ninguna.

Aparentemente muy molesto por que no le hubiera dado una golosina, el loro se dio la vuelta y empezó a lanzar graznidos de protesta. Alex sonrió.

– Esa es precisamente la cara que me gusta verles a mis clientes.

Al darse la vuelta, Alex descubrió a Merrilee, que parecía haber estado observando el intercambio entre el loro y ella.

– ¿Y qué cara es esa?

– La que revela que se están divirtiendo. En realidad, más que un gesto es una luz interna que yo reconocería en cualquier parte.

Efectivamente, Alex se sentía radiante y feliz. Sabía perfectamente que Jackson era el único responsable de aquella alegría.

– Bueno, no puedo negar que me lo estoy pasando muy bien. En cuanto a lo de la luz interior… Supongo que mi fantasía tiene mucho que ver al respecto.

– Entonces, ¿significa eso que todo va bien con Jackson?

– Sí, tenías razón -dijo Alex mientras Merrilee y ella seguían paseando-. Él es todo lo que yo hubiera podido desear y mucho más.

– Me alegro. ¿Estás todavía decidida a seguir con la segunda parte de tu fantasía?

– Sí -confesó Alex mientras se sentaban en un banco frente al estanque-. Deseo un hijo más que nada…

Más que nada… ¿Incluso más que a Jackson? No estaba segura al cien por cien de la respuesta, pero la verdad era que su fantasía no incluía a Jackson para siempre. Sería suyo durante los días que duraran aquellas vacaciones. No habría promesas ni compromiso entre ellos, solo unas fantasías mutuas que eran las que los habían unido solo durante una semana. Nada más.

Él vivía en Atlanta y ella en California, a miles de kilómetros. La distancia que los separaba era suficiente para que una relación normal fuera impensable. Y ella ni siquiera sabía lo que Jackson hacía para ganarse la vida…

Deseaba tener un hijo… Y también deseaba a Jackson. Sin embargo, todos sus deseos se reducían a aquellos pocos días. Debía disfrutar con Jackson y luego regresar a San Diego solo con sus recuerdos. Volvería a su vida, monótona y previsible, posiblemente con su hijo y se ocuparía de las alegaciones de la querella que la esperaba a su vuelta.

La querella de Gametek. Alex sintió que el estómago se le revolvía al recordarlo. Estar allí la había alejado mucho de la realidad, pero alguien estaba amenazando su empresa y su medio de vida. Ganaría. No podía perder la empresa que había formado parte de su vida durante tantos años.

– Ya sabes que yo nunca tuve hijos con mi marido -dijo Merrilee, haciendo que volviera al presente.

– ¿Es que no los querías?

– Claro que los quería y mucho -admitió la mujer, con una triste sonrisa-, pero mi marido era impotente y tal vez, en cierto modo, fue lo mejor.

– ¿Por qué?

– Mi marido era un hombre muy egoísta y mucho mayor que yo. Nos casamos en unas circunstancias muy especiales después de que el verdadero amor de mi vida falleciera. Oliver nunca le habría dado a un hijo ni la atención ni el tiempo que se hubiera merecido.

– Pero tú habrías adorado a ese niño…

– Sin duda. Al principio me sentí muy frustrada por no poder tener un hijo, pero, a medida que los años fueron pasando, mi marido y yo nos fuimos distanciando y yo empecé a creer firmemente que un niño debe tener dos padres que lo adoren, si es posible. Un hijo es un regalo para las dos personas que lo engendran y esa alegría y esas responsabilidades deben de ser compartidas.

Alex sabía que Merrilee no la estaba juzgando, sino que solo le estaba ofreciendo su opinión, su consejo como mujer en un asunto que conocía bien. Alex respetaba profundamente a la mujer y decidió considerar sus comentarios cuidadosamente.

– Por fin te encuentro.

La voz, profunda y sensual de Jackson la llenó de excitación y eso que solo habían pasado unas pocas horas separados. Lo miró, admirando lo guapo que estaba con un polo rojo y unos pantalones cortos azul marino.

Alex se levantó y se acercó a él.

– ¿Cómo has sabido dónde me encontraba?

– ¿Es que no te has dado cuenta todavía de que…?

– ¿Tienes tus métodos? -comentó ella, terminado la frase por él. Entonces, se echó a reír.

– El portero me dijo que habías salido por aquí y, como ese loro de allá no dejaba de gritar «¡Guapa chica! ¡Guapa chica!», deduje que no debías de estar lejos.

– Freddy es todo un personaje -observó Merrilee mientras se ponía de pie. Entonces, los miró durante un momento, llena de orgullo-. Por cierto, Jackson, ¿se ocupó Danielle de tu petición especial tal y como tú querías?

– Sí, gracias -respondió él mientras entrelazaba sus dedos con los de Alex y le apretaba ligeramente la mano-. Todo está preparado tal y como yo quería.

– Estupendo -dijo la mujer. En aquel momento, su busca empezó a sonar-. Ahora, si me perdonáis, tengo otro huésped del que ocuparme. Que os divirtáis.

– Lo haremos -prometió Alex. En cuando Merrilee se marchó, se volvió inmediatamente a Jackson y le interrogó con la mirada-. ¿Qué estás tramando, Jackson?

– ¿Quién? ¿Yo? -replicó él, fingiendo inocencia.

– Sí, tú.

– Bueno, es otra sorpresa. Esta es para mañana.

– ¿Vas a hacerme esperar un día completo para decirme lo que es?

– Sí, así que supongo que, hasta entonces, tendremos que mantenerte ocupada. Aquí hay mucho que hacer. Podemos jugar al croquet, al ajedrez gigante, pasear por la playa, montar a caballo, comer, bailar…