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Al mirar al reloj que colgaba de la pared de su despacho, se dio cuenta de que eran las nueve menos diez de la mañana. Tenía diez minutos antes de que llegara Mike Mansel. Mike era su mejor amigo y también el detective privado que Jackson había contratado para que realizara una investigación exhaustiva sobre Alexis Baylor. Quería saberlo todo de aquella mujer, lo que comía para desayunar, con quién salía, cómo pasaba su tiempo libre, y cualquier otro detalle, por mundano que fuera, que Mike pudiera averiguar.

Como se sentía algo nervioso e impaciente, se puso a pasear de arriba abajo frente a los enormes ventanales que ocupaban una pared entera de su despacho, sito en un alto rascacielos de Atlanta. Sin embargo, aquel ejercicio no consiguió calmarlo.

Ya había hablado con sus abogados sobre la posibilidad de presentar una demanda aduciendo infracción de los derechos de autor, competencia desleal, violación del secreto comercial y muchos otros términos legales, que incluían el requerimiento de un mandato judicial que impidiera que Gametek pudiera lanzar su software al mercado mientras se seguía la batalla en los tribunales. Mientras sus abogados analizaban todas las posibilidades legales contra Gametek, Jackson ansiaba una compensación personal, un modo de igualar el marcador entre Alexis Baylor y él.

Quería quitarle algo, algo íntimo y personal que nunca le dejara olvidar quién era él. Se negaba a que otra mujer se aprovechara de él y que saliera impune. Por eso, la información que Mike descubriera sobre Alexis determinaría su plan.

– Señor Witt -anunció la voz de su joven secretaria a través del intercomunicador-, Mike Mansel ha venido a verlo.

– Gracias, Rachel -respondió él, presa de la anticipación del momento-. Hágale pasar a mi despacho y no me pase ninguna llamada hasta que él se haya marchado.

– Sí, señor.

A los pocos segundos, Mike entró en el despacho. A pesar de su actitud informal, era un investigador privado muy reputado. Jackson confiaba mucho en él y lo consideraba un profesional muy discreto.

Mike dejó el maletín que llevaba en la mano sobre una esquina del escritorio de Jackson. Este le dio a su amigo la mano antes de sentarse en su sillón.

– Gracias por darle prioridad a este caso -dijo Jackson. Sabía lo repentinamente que había requerido los servicios de Mike.

– Bueno, puedes mostrarme tu agradecimiento invitándome alguna vez a una cerveza. A mí me parece que te debo mucho por todos los clientes que me has enviado.

Mike era una de las pocas personas que no esperaba de Jackson nada más que amistad, por lo que no le había resultado nada difícil darle publicidad a él y a su agencia.

– No me debes nada, Mike. Haré que te envíen tus honorarios antes de que termine el día de hoy. Bueno, ¿qué has averiguado sobre Alexis Baylor?

– No mucho, aparte de una rutina diaria normal y bastante previsible y algunos datos más que no aluden a nada ilegal o deshonroso, ni personal ni profesionalmente -contestó Mike mientras se sentaba sobre una de las butacas que había frente al escritorio de su amigo-. Siento desilusionarte, Jackson. Esa mujer está tan limpia que reluce.

– Tal vez por eso dependa de otras personas para que le hagan el trabajo sucio -replicó Jackson con una triste sonrisa.

– Puede ser -admitió Mike-, pero me he pasado cinco días completos vigilándola y recogiendo información sobre ella para tratar de encontrar algo que dé credibilidad a tu afirmación de que esa mujer es despiadada, y te digo que no hay nada ni remotamente corrupto que yo haya podido descubrir sobre ella.

– Considérala una buena actriz, porque yo tengo el comunicado de prensa de Gametek que indica todo lo contrario. Me robó mi tecnología a través de Fred Hobson y quiero devolverle el golpe -dijo, golpeando la mesa con impaciencia-. Bueno, dime lo que has averiguado sobre ella.

Mike lo miró durante un largo momento y luego abrió su maletín. Entonces, sacó un expediente.

– Está todo en mi informe, pero te lo explicaré brevemente -comentó mientras tiraba la carpeta sobre la mesa-. Los padres de Alexis Baylor murieron cuando ella tenía diez años y su tío, que era el único familiar cercano que tenía, la crió. Martin Baylor no estaba casado y dedicaba todo su tiempo a su empresa, Gametek, que nunca llegó a despegar mientras él estuvo vivo. Según parece, Alexis era una niña tímida y tranquila que decidió seguir los pasos de su tío. Fue a la universidad de San Diego y se graduó en Informática con el número uno de su clase. Se puso a trabajar inmediatamente para su tío diseñando juegos de ordenador muy básicos. Cuando él murió, hace tres años, ella heredó la empresa.

– ¡Qué conveniente! -susurró Jackson mientras se acariciaba la barbilla.

– Alexis era también el único familiar que Martin tenía, así que no había nadie más que pudiera hacerse cargo de su empresa. En realidad, no heredó mucho en términos de riqueza, teniendo en cuenta que la empresa estaba al borde de la bancarrota. Por lo que he podido averiguar de otras fuentes, lleva cuatro años trabajando en Zantoid, pero no había podido lanzarlo al mercado porque carecía de un código propietario que hiciera que el juego funcionara más rápidamente y que los gráficos fueran más vibrantes y reales.

– Sí, ese es mi código propietario -comentó Jackson, furioso.

– Efectivamente, no se puede negar que el código es tuyo ni que ella esté recogiendo los beneficios de tu tecnología. Ha recibido cientos de pedidos desde que se anunció el lanzamiento del juego.

– ¿Y qué has averiguado sobre la vida personal de Alexis Baylor? -preguntó Jackson, necesitando desesperadamente encontrar algo que pudiera utilizar en beneficio propio.

– En realidad, todo el mundo la conoce por Alex. Acaba de cumplir los veintiocho años y nunca ha estado casada. Tiene citas ocasionales, pero no ha tenido un novio estable desde hace cinco años. Sin embargo, Dennis Merrick, el hombre al que ella nombró vicepresidente de la empresa a la muerte de su tío, parece tenerle mucho afecto.

¿Que aquella mujer no había tenido una relación estable en los últimos cinco años?

Jackson frunció el ceño y se preguntó el porqué.

– ¿Hay algo entre ellos?

– No. Por lo que he podido averiguar, él lleva diez años en la empresa y era la mano derecha de su tío, así que era lógico que lo nombrara vicepresidente. Parece apoyarse en él y lo consulta para tomar decisiones, pero me parece que, aunque salen juntos de vez en cuando, el interés que él siente no es correspondido. En realidad, es una mujer muy sencilla y humilde. Se pasa el día en su despacho, sale a comer a un restaurante cercano, normalmente sola y con un libro. Lee novelas románticas y con suspense, por si te lo estás preguntando -añadió, con una sonrisa-. Todos los días pide lo mismo, un sándwich de ensalada de pollo, una compota de fruta fresca y un té helado con dos limones. Trabaja en su despacho hasta las nueve o las diez de la noche. Cuando se marcha, se va directamente a su apartamento, de dos habitaciones, en San Diego. Siempre sola.

Jackson hizo un gesto de horror ante la aburrida vida social de su adversaria. Lo que Mike le estaba contando ni siquiera se acercaba a la visión de mujer fatal que él se había creado en la cabeza.

– ¿Estamos hablando de la misma mujer?

– No sé qué decirte, Jackson. Si esa mujer tiene un lado inmoral o sin escrúpulos, lo esconde muy bien. Los dos mayores caprichos que se concedió durante la semana que la estuve vigilando fueron una caja de trufas y unos artículos de ropa interior de seda que se compró en una lencería. Nada más.