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Sin embargo, se negó a que nada de todo aquello estropeara aquellos momentos con Jackson. Confiaba en que Dennis se ocupara de todo y se asegurara de que los abogados investigaran la información que habían descubierto sobre Fred Hobson. Por su parte, ella, durante los próximos días, no se iba a preocupar de nada más que de los íntimos deseos que sentía por Jackson. Estaba decidida a conseguir hacer el amor con él. Les quedaba tan poco tiempo juntos, que Alex estaba decidida a llevarse con ella aquel memorable recuerdo.

Lo miró y vio que estaba en el timón, dirigiendo el barco hasta el otro lado de Fantasía de Seducción. Parecía tan relajado en aquel puesto como si fuera un curtido marinero. Como siempre, estaba muy guapo, solo con un bañador azul marino. El viento agitaba sus cabellos, mientras la visión de su glorioso tórax, bronceado por el beso del sol, le provocaba una sensación en el vientre y en el corazón a la que, poco a poco, se estaba acostumbrando.

Sin embargo, a pesar de su actitud relajada, parecía estar muy preocupado y distante desde que se habían marchado del hotel. De hecho, desde que ella había terminado la conversación con Dennis. No sabía por qué.

– No sé cómo me sorprendes continuamente con la habilidad que tienes para saber lo que me hará feliz, pero lo has vuelto a conseguir -dijo Alex, sonriendo-. Dime, ¿cómo conseguiste alquilar un barco tan imponente como este?

– Me estoy empezando a dar cuenta de que todo es posible en las islas de Merrilee -respondió, mientras examinaba el mar-. Le pregunté si habría posibilidad alguna de reservar un barco y su ayudante, Danielle, llamó a un lugar de St. Lucie y consiguió que llevaran el barco a la isla. Se me ocurrió que sería una escapada muy agradable.

– Y lo es. Una escapada de nuestra escapada, con mucha intimidad, ya que estamos en medio del océano…

– Sí, eso también.

– Pareces saber exactamente lo que estás haciendo. Me siento muy impresionada con tus conocimientos de navegación.

– Finjo muy bien.

– Venga, en serio, ¿dónde aprendiste a navegar?

Jackson se encogió de hombros.

– Tengo un barco de treinta pies, más pequeño que este, con el que salgo a navegar los fines de semana. Es mi manera de escaparme cuando la vida se vuelve demasiado estresante.

De nuevo revelaba algo sobre su intimidad. Alex había respetado su reserva, pero esperaba que él le diera alguna vez algo con más peso que los pequeños retazos de su vida con los que le había ilustrado hasta entonces.

– Entonces, ¿tienes una vida ajetreada? -preguntó ella, esperando obtener más detalles.

– ¿Acaso no la tenemos todos?

Nada. Alexis se mordió los labios por la frustración de no haber conseguido sacarle nada. Había respondido su pregunta con una pregunta que ella no tenía por qué responder. Suspiró, decidió no prestarle más atención a aquel tema y, en vez de eso, reavivó algunos de los recuerdos de su infancia para poderlos compartir con Jackson.

– No he estado en un barco desde que era una niña -le dijo-. En realidad, desde que mis padres murieron. Ellos tenían un barco y salíamos a navegar por la costa de San Diego casi todos los fines de semana. A ellos les encantaba navegar y volar, estar al aire libre… De hecho, no me había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos la navegación hasta ahora.

– ¿Qué le ocurrió al barco de tus padres cuando ellos murieron?

– Mi tío lo vendió. A él no le gustaba navegar ni los pasatiempos al aire libre. Las pocas veces que vino con nosotros a un crucero, se pasó la mayor parte del tiempo con la cara de color verde y asomado por el costado del barco.

Jackson se echó a reír. De repente, la proa del barco cortó una ola y salpicó de agua toda la cubierta, refrescándolos a los dos.

– ¿Has pensado en comprarte de nuevo otro barco ahora que eres mayor?

– Tal vez lo haga algún día, cuando tenga a alguien en mi vida a quien le guste navegar tanto como a mí.

«Alguien como tú», pensó, sin poder evitarlo. Sabía que aquellos pensamientos eran inútiles. Su tiempo con Jackson estaba muy limitado. No tenía ningún derecho a desear más.

Decidió que debía disfrutar el momento, porque, en lo que se refería a su fantasía, no parecía haber avanzado mucho, por muy bien que él la hiciera sentirse. Se cubrió los ojos con la mano y miró hacia la isla. Entonces, decidió esforzarse para que cada momento que pasara con él fuera inolvidable. También llegó a la conclusión de que debía darle tanto como pensaba tomar de él para que los dos pudieran regresar a sus casas con recuerdos muy especiales, recuerdos que les pudieran durar toda una vida.

Capítulo Ocho

Alexis se reclinó más cómodamente sobre el pecho de Jackson y tomó un sorbo de la copa de vino que estaban compartiendo. Estaban relajándose en el barco, después de disfrutar de otro día lleno de diversión. La noche había caído y la luna llena había iluminado el aterciopelado cielo, que aparecía también generosamente adornado por miles de estrellas. El barco se mecía suavemente sobre el lecho del mar.

Ella estaba sentada entre las piernas abiertas de Jackson y tenía la cabeza sobre su hombro. Él le rodeaba la cintura con un brazo, en una postura cómoda que los amantes de todos los tiempos habían compartido. Sin embargo, Alex era muy consciente de que todavía tenían que cruzar ese umbral en su relación. Si tuvieran todo el tiempo del mundo, no le habría importado la lenta seducción que mantenía su cuerpo en un constante estado de excitación. La intimidad que habían alcanzado la hacía desear poder disfrutar de más de una semana con un hombre como Jackson. Sin embargo, saber que los dos se marcharían por caminos separados a los pocos días hacía que estuviera mucho más ansiosa por hacer el amor y experimentar la culminación de toda la anticipación que habían estado construyendo desde el momento en que se habían conocido en el avión.

No comprendía por qué Jackson se resistía a la descarada tensión sexual que era tan evidente entre ellos. Había pasado otro día y lo había hecho demasiado rápido. Habían pasado la tarde al otro lado de la isla de Fantasía de Seducción. Habían estado practicando el submarinismo entre los acantilados, habían montado a caballo en la playa y habían explorado las cuevas que habían encontrado a lo largo de la costa. Incluso habían construido juntos un castillo de arena. Luego, se habían peleado, tirándose bolas de arena húmeda. Después de que Alex se hubiera declarado vencedora, él la había tomado entre sus brazos y la había llevado al mar para que pudieran lavarse los restos de arena que les quedaban en la piel. Jackson le había limpiado con mucho cuidado brazos y piernas hasta que había estado completamente limpia y llena de deseo. A continuación, ella le había devuelto el favor y le había acariciado descaradamente hasta que él había terminado por declarar una tregua antes de que fueran demasiado lejos en una playa pública.

Habían cenado en un pequeño café, en traje de baño. Allí, se habían dado de comer el uno al otro con los dedos, alimentándose con gambas y otros mariscos. Después, habían regresado al barco justo cuando el sol se estaba poniendo. Jackson la había ayudado a subir al barco y ella, dejándose llevar por sus deseos de jugar, lo había empujado. Antes de eso, él la había agarrado por la cintura y habían terminado los dos cayendo al mar.

En el agua, habían jugueteado, haciéndose ahogadillas mutuamente. Entonces, Alexis lo había besado apasionadamente, tanto que estuvo a punto de ahogarlos a los dos. Con aquel beso, le había dejado muy claro el deseo que sentía por él y Jackson había respondido con una pasión muy similar.