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Entonces, miró a Alex a los ojos. La angustia que aparecía reflejada en los de él la afectó de un modo que la impidió reaccionar.

– ¿Sabes lo que hizo mi madre con ese dinero? -le preguntó él a los pocos segundos. Alex negó con la cabeza-. Se fue a comprar un vestido nuevo, salió aquella noche y volvió pasada la medianoche con un tipo que no se alegró mucho de descubrir a la mañana siguiente que había un niño en la casa.

– Oh, Jackson…

– Aquella fue la primera de las muchas lecciones que aprendí de mi madre -dijo. Aparentemente, no había terminado con su relato-. Cuando cumplí los dieciséis años y encontré un trabajo para después del colegio en una empresa de electrónica, mi madre decidió que yo podía mantenerme por mí mismo mientras ella seguía a la caza de un millonario. Me dejó solo y se pasó meses sin ponerse en contacto conmigo. Cuando me llamó, me dijo cuánto lamentaba haberme dejado solo y haber sido tan mala madre conmigo. Entonces, me pidió dinero. Como un tonto, yo se lo di, esperando que aquella vez todo fuera diferente, pero no fue así. Nunca lo era. Solo me quería, y me sigue queriendo, por una sola cosa, por mi dinero y por lo que puede comprar con él. Lo único que yo he buscado siempre a cambio ha sido su cariño en vez de sentirme utilizado. Cada vez que intento olvidarme del pasado y empiezo a confiar en alguien o en algo, vuelvo a caer en la trampa. Solo con mi madre y mi antigua prometida cualquiera hubiera dicho que yo habría aprendido la lección.

No había sido así. Era un hombre, bueno y sincero, que quería creer lo mejor de cada persona, algo que, en opinión de Alex, resultaba admirable. A pesar de su actitud despreocupada ante la vida, Jackson era una persona muy vulnerable. El dolor que ella había podido ver en la expresión de su rostro revelaba la profundidad de sus heridas.

– Esos son los recuerdos que tengo de mi infancia, Alexis. No son muy agradables, ¿no te parece?

– No, no lo son -susurró ella.

Jackson la miró durante un larguísimo instante. De hecho, pareció casi una eternidad. La luz de la luna resaltaba sus masculinos rasgos y mostraba una extraña combinación de ira, frustración y necesidad. Fue la última de aquellas emociones la que ella comprendió mejor, porque ella misma la sentía.

Entonces, él sacudió la cabeza y, de repente, se puso de pie, como si se acabara de dar cuenta de todo lo que le había contado.

– Voy a darme una ducha -dijo, antes de desaparecer de cubierta.

Alex se apretó un poco más las piernas contra el pecho y descansó la barbilla sobre las rodillas. Se preguntaba si lo que Jackson acababa de compartir con ella tenía algo que ver con su fantasía. Tenía mucho sentido, considerando las experiencias pasadas que había tenido con las mujeres. Sin embargo, no podía estar segura de ello y sintió que no tenía ningún derecho a seguir husmeando. Solo podía especular.

Se quedó allí un rato, pensando en qué hacer. Por fin, decidió levantarse y bajar hacia los camarotes. Aquella vez, no iba a permitir que él siguiera evitándola. Solo había una cosa que ocupaba sus pensamientos, su corazón… Deseaba reemplazar los dolorosos recuerdos de Jackson por otros más placenteros. Así, él también tendría algo que llevarse cuando los dos se marcharan de la isla.

Después de quitarse rápidamente la camisa y el bañador, Jackson se metió en la pequeña ducha, algo que resultaba un verdadero lujo en un barco. Bajó la cabeza para que el chorro de agua le diera de lleno y le limpiara de arena y de sal. Esperaba que el agua ayudara a calmarlo y se llevara sus dudas y su confusión, pero no tuvo suerte.

No sabía en lo que había estado pensando. ¿Cómo había podido contarle los oscuros secretos de su pasado a Alexis, la mujer con la que había jurado mantener la distancia emocional? Nunca antes había compartido aquella parte de sí mismo con nadie. Sin embargo, ella le había ofrecido la comprensión, silenciosa compasión y aceptación que había anhelado siempre. Su interés por su historia había sido sincero, lo que le había hecho ser más consciente de que la estaba engañando y de que le estaba ocultando un secreto, que poco a poco iba haciendo mella en su conciencia.

Agarró el bote de champú y se puso un poco en la mano. A continuación, se frotó el cabello. ¿Cuándo se habían complicado tanto las cosas? Lo que había creído en primer lugar sobre Alexis Baylor se había diluido en los últimos días y le había hecho sentir cosas que no debía sentir. Se estaba enamorando de Alexis, y su corazón y sus sentimientos parecían pender de un hilo.

Recordó los momentos que había pasado con ella. No se acordaba de la última vez que se había divertido tanto con una mujer sin esperar nada a cambio. Ni siquiera había tenido que fingir que disfrutaba de su compañía. Demasiado fácilmente, ella le había hecho olvidar el propósito que lo había llevado a emprender aquel viaje. Además, tras escuchar la desconcertante conversación que había tenido con Dennis sobre Fred Hobson, se sentía inclinado a creer que había mucho más en toda aquella historia de que lo que Alexis sospechaba. Sin embargo, no podía estar seguro, y aquello era lo que más le molestaba.

Se aclaró el cabello y luego se enjabonó el cuerpo con gel. Se preguntó qué era lo que iba a hacer con Alexis, con su fantasía y con la innegable atracción que había entre ellos. Tal vez fuera mejor que regresaran a la isla aquella noche en vez de pasarla en el barco, para evitar caer en la tentación. La soledad le daría la oportunidad de ponerse en contacto con Mike y preguntarle qué era lo último que había averiguado sobre Fred Hobson. Necesitaba respuestas y pruebas concretas que demostraran la inocencia de Alexis.

A pesar de todo, en el fondo de su corazón, sabía que ella no era tan culpable como había pensado en un principio. El instinto le decía que confiara en sus sentimientos y que se fiara de Alexis. Aquel pensamiento le dio miedo porque ya se había visto antes en una situación similar, dando confianza y recibiendo solo traición a cambio.

Cuando terminó de ducharse, estaba resignado a regresar a la isla. Extendió la mano para cerrar el grifo en el mismo momento en el que la cortina de plástico que rodeaba la ducha se abría. Sintió un fuerte deseo al ver a Alexis, de pie junto a él y gloriosamente desnuda. Lo que más le impresionó fue que, aparte de exhibirse físicamente, también parecía estar haciéndolo emocionalmente. Había una cierta vulnerabilidad que le brillaba en los ojos y una súplica silenciosa que causó el caos en la determinación que Jackson había tomado de resistirse a ella. La sangre se le acumuló en la entrepierna con una aguda intensidad. Apretó los dientes, pero no le ayudó al ver que una tierna y seductora sonrisa empezaba a adornar los labios de Alexis. Se había dado cuenta de que él no había podido evitar tener una erección ante ella.

Sin decir palabra, entró en la ducha y lo acorraló contra la pared. El cubículo estaba diseñado exclusivamente para uno, lo que no le dejaba posibilidad alguna de escapar. Estaba tan cerca de su palpitante masculinidad que no pudo evitar rozarla con el muslo. Entonces, cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y levantó los brazos para soltarse el cabello. Jackson observó, hipnotizado, cómo el agua le mojaba el cabello, el rostro y luego todo el cuerpo. Muy pronto, estuvo completamente mojada.