Sin duda, concebir un hijo había formado parte de su fantasía, pero había sido lo último que le había ocupado la mente durante la noche anterior. Su única preocupación había sido que Jackson se olvidara del dolor del pasado y poder darle algo en lo que confiar y en lo que creer. Era a partir de aquel momento cuando debía pensar en las consecuencias emocionales de un embarazo.
Si descubría que estaba embarazada, sentía que debía decírselo a Jackson, aunque sin pedirle nada, sin ataduras y sin esperar nada de él. Reconocía que se había equivocado al creer que podía quedarse embarazada sin decírselo al padre. A pesar de lo que había pensado en un primer momento, no podía arrebatarle algo tan importante a Jackson, sobre todo cuando había carecido de tantas cosas a lo largo de su vida.
Sin embargo, hasta que pudiera confirmar al cabo de unas pocas semanas si estaba embarazada o no, no había nada que pudiera hacer. Solo le quedaban dos días con Jackson y pretendía aprovecharlos al máximo para poder estar segura al final de sus vacaciones de lo que sentía por él.
Jackson se estiró a su lado y se giró, abrazándola al mismo tiempo. Alexis esperó que él anunciara de algún modo que estaba despierto, pero Jackson volvió a quedarse dormido. Ella se relajó entre sus brazos y saboreó el momento. Sabía que todo aquello pasaría demasiado rápidamente. De repente, sin poder evitarlo, susurró las palabras que le inspiró su corazón:
– Te amo…
No se sorprendió en absoluto de que aquel sentimiento se le escapara de los labios con tanta naturalidad como si se lo hubiera estado diciendo a Jackson durante años.
«Te amo».
Cinco horas más tarde, las palabras de Alexis todavía resonaban con claridad en la mente de Jackson. Estaban ya de nuevo en la isla y él se dirigía a su bungalow, después de haber dejado a Alexis en el hotel, con la promesa de volver a reunirse con ella una hora más tarde para comer. Cuando la oyó pronunciar aquellas palabras, estaba en un delicioso duermevela. Al principio, había creído que había estado soñando, pero luego había comprendido enseguida que todo era verdadero.
Alexis estaba enamorada de él. Ya había conseguido exactamente lo que quería para llevar a cabo su fantasía. Tenía la implicación sentimental que había estado buscando. Lo único que le quedaba por hacer era decirle quién era y marcharse. Ya tenía la venganza que había buscado desde un principio, entonces, ¿por qué se sentía decaído en vez de victorioso?
Conocía perfectamente la respuesta a aquella pregunta. Llevaba días luchando contra sus propios sentimientos. En algún momento, su sed de venganza se había enredado con sentimientos hacia Alexis, por lo que ella se había convertido en un ser demasiado importante como para herirla tan vilmente. No podía viciar el regalo que ella le había dado solo por el robo de un código. No tenía pruebas físicas de su inocencia, pero su instinto le decía que así era. Dado que la conocía ya tan íntimamente, podía decir con toda seguridad que aquel acto de piratería no encajaba con su generosa personalidad.
Al principio, se había dejado llevar por su ira y no le había otorgado el beneficio de la duda, pero en aquellos momentos sí estaba dispuesto a concedérselo. Lo único que podía hacer era tratar de rectificar lo que había hecho… y rezar para no perder a Alexis en el proceso.
Muy agitado, se sacó la llave del bolsillo trasero y la introdujo en el mecanismo de la puerta del bungalow. Fuera cual fuera el modo en que analizara la situación, no podría evitar que, tarde o temprano, ella descubriera quién era. Alexis no era tonta y muy pronto sumaría dos y dos se daría cuenta de por qué había ido tras ella a la isla. Lo único que podría hacer en ese caso era reaccionar con sinceridad. Cuándo y cómo eran otro asunto, pero sabía que tendría que divulgar la verdad si quería tener alguna oportunidad de salvar su relación.
Su relación. Esperó que la noción de querer algo más duradero con Alexis le provocaría miedo en el corazón, pero lo único que temía era que ella lo odiara cuando lo descubriera todo. Tendría todo el derecho para despreciarlo por el modo en que la había engañado. Él conocía muy bien el dolor que provocaba la mentira.
Agarró el teléfono y marchó el número de Mike en Atlanta. Pedirle a su amigo que realizara un informe exhaustivo sobre Fred Hobson para reunir pruebas contra aquel hombre sería el primer paso para rectificar lo que había hecho con Alexis.
– He oído que va a haber una fiesta de despedida esta noche -dijo Alexis mientras se tomaba un poco de la ensalada de pollo que había pedido para comer-. ¿Te apetece?
Jackson pensó muy concienzudamente en aquella sugerencia mientras masticaba un bocado de la hamburguesa que había pedido y trataba de evocar un apetito inexistente. ¿Le apetecía compartir sus últimas horas con Alexis junto con un grupo de desconocidos? No. Lo único que quería hacer hasta que se marcharan a la tarde del día siguiente era pasar cada segundo con ella a solas… tocando su suave piel, besándola, haciéndole el amor… Sí, especialmente aquello último.
Sin embargo, sabía que por mucho que le apeteciera dejarse llevar por eróticos placeres, no podría hacerlo de nuevo hasta que hubieran hablado y hubieran aireado todos los secretos que había entre ellos. No podía permitir que se produjera otra ofensa a una ya larga lista de transgresiones si quería tener alguna posibilidad con Alexis.
– Hola. La Tierra llamando a Jackson -bromeó ella, recuperando así de nuevo su atención.
– Lo siento -dijo-. En realidad, estaba esperando que pasáramos esta última noche juntos.
– A mí también me gusta mucho esa idea -susurró, antes de tomar un sorbo de té helado-. Podríamos pasar la noche en tu bungalow, ver la puesta de sol y después tomarnos un picnic a medianoche en la playa.
– Suena perfecto -musitó Jackson sin poder negarse. Durante ese picnic, solo hablarían. No se tocarían, ni se besarían ni harían el amor.
– Tú sí que eres perfecto, Jackson -respondió ella. De repente, se había quedado muy seria, aunque había en sus rasgos una serenidad que le llegó muy hondo a Jackson-. Merrilee me dijo que tú serías todo lo que yo esperaba de estas vacaciones y mucho más. Y así ha sido.
– Yo siento lo mismo -replicó él, sintiendo la necesidad de ser sincero con ella, aunque estaba seguro de que Alexis creería que había mentido cuando supiera la verdad.
– ¿Sabes una cosa? Tengo algo en la cabeza que me gustaría decirte -musitó mientras jugueteaba con los cubiertos.
Jackson sintió que su cuerpo entero se tensaba. Se preguntó si sería lo suficientemente valiente como para expresarle sus sentimientos en voz alta y cuando él estaba completamente despierto.
– Tú dirás -comentó Jackson, tan casualmente como pudo.
– Bueno, parece que nos hemos llevado estupendamente estos días y espero que sea posible que prosigamos con lo que sea que hay entre nosotros una vez que nos marchemos de la isla -dijo ella, mirándolo fijamente a los ojos-. Sé que vivimos en lados opuestos del país y que las relaciones a larga distancia son muy difíciles, pero tal vez podríamos encontrar un modo de que funcionara.
– Alexis…
Jackson sabía que no podía ofrecerle promesas porque aún no tenía el derecho para hacérselas. Todavía no.
– No tienes por qué darme una respuesta ahora mismo -susurró ella con una expresión de inseguridad en el rostro-. Solo te pido que lo pienses. Bueno, sé que no tengo ni idea de cuál era tu fantasía y que sería un poco pretencioso por mi parte creer que esta semana has sido para ti tan especial como lo ha sido para mí. Si ese es el caso y todo eso es solo por mi parte, entonces prefiero esperar hasta mañana para dar fin a esta maravillosa fantasía. Si acaba con un adiós, lo aceptaré. Si tú descubres que te gustaría ver dónde nos lleva todo esto, ya sabes lo que siento yo.