Aquel exabrupto ni siquiera hizo que ella se inmutara, lo que lo enfureció aún más.
– ¿Cómo puede no importarte? -preguntó ella con voz tranquila-. Evidentemente, ese diseño significaba mucho para ti si estabas dispuesto a llegar a tales extremos para vengarte.
– ¡Maldita sea, Alexis! ¡No puedo soportar esto! -gritó él, exasperado por aquel tono tan razonable.
– ¿Soportar qué?
– Esto. Tú… Quiero que reacciones emocionalmente. Que muestres furia, ira… Algo. Incluso un bofetón sería preferible a esta actitud tan fría.
– ¿Por qué tengo que estar enojada, Jackson? Tú me has dado exactamente lo que vine a buscar aquí: una aventura apasionada e ilícita. No podría haber pedido un amante más atento de lo que tú has sido conmigo.
Jackson ahogó un gemido. Aquellas palabras le habían atravesado el corazón. Sin embargo, sabía que se las merecía.
– Cuando acepté venir aquí, sabía que había riesgos -prosiguió Alexis muy tranquila-, y los acepté, así que no tengo que culpar a nadie más que a mí misma por dejar que este asunto haya ido tan lejos.
– ¿Y qué hay de lo que dijiste en el restaurante mientras comíamos? ¿Sobre mí? ¿Sobre nosotros? -preguntó él, desesperado.
– Le dije esas palabras a Jackson Witt, el hombre que ha hecho realidad mis fantasías, pero ya no estoy segura de quién es el verdadero Jackson Witt -replicó ella, muy tensa. Jackson habría jurado que había visto una lágrima amenazando con salir de sus ojos. Sin embargo, no lloró-. Ahora si me perdonas, tengo algunos negocios de los que ocuparme.
Aquella vez, cuando Alexis trató de seguir su camino, él no se lo impidió. Cuando se volvió, vio que ella entraba por la puerta de cristal que conducía al vestíbulo del hotel. Al ver cómo la puerta se cerraba de nuevo tras ella, Jackson pensó en la ironía de que fuera ella la que le daba la espalda y él el que se quedaba con sus sentimientos hechos pedazos.
Alexis ahogó un sollozo en la garganta. Las lágrimas que se había negado a derramar delante de Jackson le abrasaban los ojos. Sin embargo, las contuvo. No estaba dispuesta a derrumbarse cuando tenía que ir a ver a Merrilee para solicitar si podía marcharse de la isla un día antes. Ya no podía seguir en Fantasía de Seducción y correr el riesgo de volver a encontrarse con Jackson.
Con un gran esfuerzo, consiguió contener su tristeza hasta más tarde, cuando estuviera sola y pudiera dar rienda suelta a su angustia sin testigos. A una edad muy temprana había aprendido a ser fuerte…
Con decisión, se dirigió hasta el despacho de Merrilee. Rezó para que la dueña del complejo estuviera allí. Si no estaba, decidió que haría que la buscaran enseguida. Aquello era indudablemente una emergencia, considerando que su felicidad dependía de la rapidez con la que pudiera poner kilómetros entre Jackson y ella.
Había sido culpa suya enamorarse de él, pero no podía arrepentirse de lo que sentía por Jackson ni de su fantasía, que se había visto cumplida más allá de lo que había soñado nunca. Incluso comprendía las razones que lo habían llevado a buscar venganza, pero era la negativa del propio Jackson a creer en sí mismo lo que la había enfurecido tanto.
Sabía que la quería e incluso había creído todo lo que él le había dicho sobre los sentimientos que albergaba por ella. Desgraciadamente, seguía demasiado influido por las traiciones pasadas como para creer que una mujer pudiera aceptarlo solo por lo que era. Siempre había sospechado que buscaría segundas intenciones en todas las relaciones hasta que empezara a confiar en sí mismo. Hasta que eso no ocurriera, sería incapaz de comprometerse con una mujer. Y si no podía confiar en ella, no les quedaba nada más que los recuerdos de lo que habían compartido aquella semana.
Cuando se encontró frente a la puerta del despacho de Merrilee, no sabía qué pensar o sentir. Estaba confusa. Jackson sabía perfectamente, por lo que le había dicho en el restaurante, lo que ella sentía por él. Si había sido sincero en lo que había dicho sobre los sentimientos que albergaba hacia ella, tendría que confiar en aquellos sentimientos, confiar en sí mismo y demostrar que así era.
Capítulo Diez
Merrilee encontró a Jackson haciendo ejercicio en el gimnasio del complejo a un ritmo brutal. Tenía el rostro contorsionado por una fiera concentración y los músculos de los brazos y las piernas se le abultaban con cada movimiento que hacía. Sin duda, estaba tratando de quemar el remordimiento que se había apoderado de él. Al menos, aquello era lo que Merrilee esperaba que estuviera haciendo, porque no parecía un hombre celebrando una victoria.
Sin dudarlo, se acercó a él y se detuvo frente a la máquina que estaba utilizando. Él contempló cómo se acercaba con mucha cautela.
En aquellos momentos, Merrilee no se sentía muy satisfecha con él y esperaba que en el transcurso de la conversación exhibiera algunas cualidades que demostraran que se merecía el perdón para que ella pudiera volver a tener fe en él. A pesar de que no le gustaba que le hubiera mentido para poder acceder a una de sus clientes por razones personales, quería creer que Alexis no era la única que había puesto en juego sus sentimientos a lo largo de aquella semana. Cada vez que los había visto juntos, le había parecido que se sentían muy atraídos el uno por el otro de un modo que no podía fingirse.
– Supongo que me estás buscando -dijo Jackson, entre jadeo y jadeo. Entonces, detuvo la máquina.
– Considerando que tenemos un pequeño problema con la fantasía que a mí me pediste y lo que en realidad tenías en mente, creo que tú y yo tenemos que hablar.
Jackson se bajó de la máquina y se secó con una toalla el sudor que le cubría la cara.
– Ya veo que Alexis ha ido a hablar contigo.
Efectivamente, así había sido. La joven se lo había contado todo, incluso los profundos sentimientos que estaba experimentando por él. A pesar de lo que había hecho, Alexis había admitido que todavía seguía enamorada de él, pero que el siguiente paso dependía enteramente de Jackson.
– Pareces sorprendido, lo que no debería ser así. Ella quería marcharse de la isla un día antes y yo no estaba dispuesta a consentirlo hasta saber el porqué.
– ¿Se ha marchado? -preguntó Jackson, con el pánico reflejado en el rostro.
Merrilee se alegró de ver aquella reacción, pero mantuvo la intriga durante algo más de tiempo. Ver los sentimientos que él albergaba la llenó de optimismo y le hizo creer que existía la posibilidad de un final feliz para la pareja, al menos, si Jackson estaba dispuesto a luchar por ello.
Decidió llevarlo hacia la terraza que estaba al lado del gimnasio, ya que aquella no era una conversación que quisiera compartir con otros huéspedes.
– ¿De verdad creías que ella iba a querer quedarse cuando descubriera lo que le habías hecho? -le espetó, cuando estuvieron solos.
– Sinceramente, había esperado que, si ella me daba un poco más de tiempo…
– ¿Lograrías que cambiara de opinión sobre ti después del modo en que la has traicionado?
– No tienes que esforzarte en hacer que me sienta como una serpiente, porque me parece que soy mucho peor que eso.
– Me alegro de saberlo.
– Pensé que, después de todo lo que había entre Alexis y yo, estar solos nos ayudaría a analizarlo con objetividad y yo conseguiría que ella se diera cuenta de que, a pesar de que mi fantasía había comenzado con ánimo de venganza, no había terminado de ese modo.
Aquella sincera confesión era precisamente lo que Merrilee quería escuchar, pero necesitaba saber algunas cosas más.
– Dime una cosa, Jackson. ¿Había algo de verdad en la fantasía que me contaste a mí? ¿En eso de que querías encontrar a una mujer con la que pudieras abrirte y en la que pudieras confiar o era todo una mentira con el solo propósito de colarte en la isla y estar cerca de Alexis?