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– Al principio, era todo una mentira -susurró él con los ojos llenos de una profunda tristeza-, pero, a medida que estuve más y más tiempo con Alexis, me di cuenta de que había algo de verdad en esa fantasía, mucho más de lo que yo me había imaginado en un principio. No mentí cuando te dije que las relaciones que había tenido hasta entonces con las mujeres habían tenido muchas carencias y que me había sentido traicionado muchas veces. Yo había creído desde el principio que Alexis solo era otra mujer que buscaba algo mío. Instintivamente, fui dándome cuenta de que con ella todo era diferente y me abrí con ella como nunca lo había hecho con otra mujer. Así que, en cierto modo, mi fantasía se cumplió de un modo que no esperaba.

– Entonces, ¿no todo fue una farsa entre vosotros?

– No. De hecho, lo único que no fue sincero entre nosotros fue que no le conté que era el presidente de Extreme Software, la empresa que había demandado a la suya. Todo lo demás fue completamente real.

Merrilee inclinó la cabeza y lo miró con curiosidad. Jackson también se había enamorado. Tal vez no se había dado cuenta de lo mucho que quería a Alexis, pero Merrilee, que era una experta en el asunto, vio sinceros sentimientos reflejados en su rostro. Aquello le recordó el amor que ella había compartido una vez con Charlie y que había perdido tan rápidamente. Por ello, no quería que aquellos dos seres, que se necesitaban tanto el uno al otro, perdieran uno de los dones más valiosos que podía dar la vida. Sabía que alguien tendría que ceder y le había dado la sensación de que no sería Alexis, dado que ella le había confesado que Jackson sabía lo que sentía por él. La cuestión era si él estaría dispuesto a correr algunos riesgos para ganar una vida llena de felicidad.

– Merrilee… Te debo una disculpa a ti también por haberte mentido.

– Tienes razón.

– Lo siento mucho. Y también quiero me aceptes mis disculpas por haber utilizado a Alexis.

Merrilee vio que aquella era la última oportunidad que tendría para darle un empujón en la dirección adecuada. Solo podía esperar que Jackson no permitiera que Alexis desapareciera así de su vida.

– Creo que le debes mucho más que una disculpa.

– Te dije que tuvieras cuidado con lo que deseabas, amigo -le dijo Mike, tras tomar un largo sorbo de su botella de cerveza.

Jackson gruñó a modo de respuesta y miró fijamente a su amigo, que estaba sentado al otro lado de la mesa del bar. No necesitaba que Mike le dijera que ya se lo había advertido, pero sabía que se lo merecía. Efectivamente, se había llevado exactamente lo que había deseado de Fantasía de Seducción. Su amigo había tenido razón cuando le había advertido que, tal vez, tendría que pagar un precio muy personal. Había ido a la isla a robarle algo a Alexis y había terminando siendo él el que había perdido algo: una mujer que lo aceptaba y lo amaba por lo que era y que no esperaba nada a cambio. Debía admitir que nunca había esperado que su fantasía se volviera contra él.

Habían pasado casi tres semanas desde que se había marchado de la isla y había regresado a Atlanta. Con la esperanza de hacer las paces, le había enviado a Alexis un enorme ramo de flores con una nota en la que le pedía perdón, pero no había tenido noticias de ella. Había sido un modo algo cobarde de enfrentarse a la situación, pero su mayor temor había sido que Alexis lo despreciara, que era algo que jamás podría soportar de ella. Dado que ella no se había molestado en responder, había dado por sentado que era mejor que la dejara en paz y saliera completamente de su vida.

Aquel mismo día, había recibido una oferta de Gametek para limar los aspectos legales de la demanda original, a pesar de que la había retirado en cuando había llegado a Atlanta. Sin embargo, resultaba evidente que Alexis sentía que le debía algo a nivel empresarial, lo que le molestaba profundamente.

– No te vas a creer lo que he recibido hoy -le contó a Mike-. Una oferta de Gametek en la que se me ofrece un número de seis cifras.

– ¡Vaya! ¿Qué vas a hacer ahora?

– Por supuesto, voy a rechazar esa oferta. No quiero su dinero. ¿Me sugieres algo?

– Bueno, la respuesta me parece bastante sencilla. Debes ir a San Diego y enfrentarte a ella para descubrir si queda algo que os sirva para reconciliaros y subsanar este lío que has montado.

– Lo último que quiero experimentar cara a cara es el odio de Alexis -musitó él.

– Creo que es un riesgo que vas a tener que correr o te vas a arrepentir de eso durante el resto de tu vida, compañero. ¿Por qué crees que te ofrece esa compensación? Piénsalo, Jackson. Si sabe que las mujeres que ha habido en tu vida siempre han buscado algo en ti, ¿no te parece que ese gesto dice mucho sobre la clase de mujer que es?

Jackson sabía exactamente la clase de mujer que Alexis era. Cariñosa, abierta, sincera y completamente opuesta al tipo de mujeres que habían formado parte de su pasado. Le había escuchado, se había preocupado por él y se había enamorado de él. Su generosidad y cortesía profesional no le habían sorprendido. Entonces, sintió un puñetazo en el estómago al darse cuenta de que ella no se había llevado nada suyo, sino que le había dado mucho más de lo que había recibido. Además, le estaba ofreciendo mucho dinero, una cantidad tan alta que podría amenazar así la estabilidad económica de su propia empresa. El gesto era tan generoso como la mujer que lo había ideado.

«Te amo». Aquellas palabras le habían perseguido desde el mismo amanecer en el que ella las había pronunciado. Comprendió que la necesitaba de un modo que lo aterraba. Sin embargo, pasar el resto de su vida sin ella lo aterraba aún más.

Mike tenía razón, igual que Merrilee. Le debía a Alexis mucho más que unas cuantas palabras de disculpa escritas sobre una nota adjunta a un ramo de flores. Le debía sinceridad y verdad y, además, su confianza. Y tendría que darle todo aquello en persona.

– ¿Te apetece otra cerveza? -le preguntó Mike-. Ahora invito yo.

– Creo que no -respondió Jackson, poniéndose de pie. Estaba dispuesto a arriesgarlo todo por la mujer que le había robado el corazón-. Hay una fantasía entre Alexis y yo de la que todavía me tengo que ocupar.

Mike sonrió.

– Ya iba siendo hora de que recuperaras la cordura -dijo.

Alex estaba sentada en su despacho de Gametek, mirando al número de teléfono que Merrilee le había dado cuando la joven la había llamado unos cuantos días antes. Exactamente, tres días, y ya no podía posponer lo inevitable. Se había prometido que le diría a Jackson que estaba embarazada y su médico acababa de confirmar su estado de buena esperanza. Sin duda alguna, iba a tener un hijo.

Aquello la había llenado de alegría. Por fin tenía alguien propio al que amar. Sin embargo, saber que iba a tener un hijo de Jackson la había llenado de inseguridades. Cabía la posibilidad de que a Jackson no le interesara formar parte de la vida de su hijo. También podría ser que él la demandara para reclamar la custodia si decidía que quería tener a su lado al niño que había engendrado. A pesar de sus temores, Alex sabía que tenía derecho a saber que iba a ser padre. Ya se ocuparía ella de las consecuencias si surgían.

Sintió una profunda tristeza en el corazón y ganas de llorar. Seguro que eran las hormonas. Había recibido las flores y la tarjeta que él le había mandado para disculparse, pero no había servido para convencerla de que la quería del mismo modo en que ella lo amaba. Quería, deseaba, necesitaba su amor y su confianza, y no había nada en el breve mensaje que indicara que estaba dispuesto a darle ninguna de las dos cosas.

Jugueteó con el papel en el que estaba escrito el número de teléfono de Jackson y, sin poder evitarlo, recordó el almuerzo del día anterior, en el Dennis casi se había atragantado cuando le había dicho que estaba embarazada. Siempre habían sido muy sinceros el uno con el otro y sabía que su estado de gestación no era algo que pudiera ocultarse durante mucho tiempo. Le contó los detalles de la fantasía que había ido a cumplir durante la semana de vacaciones que había pasado en Florida y su relación con Jackson. Dennis se había quedado sin palabras. Cuando se hubo recuperado, sus instintos de protección le habían impulsado a mimarla constantemente. Alex sabía que solo era cuestión de tiempo que Dennis le pidiera que se casara con él y que tendría que rechazar su oferta porque solo había un hombre al que ella podría amar. No se casaría con nadie solo por conveniencia.