Dennis tampoco había entendido por qué Alexis le había ofrecido a Jackson una cantidad de dinero tan alta. Sin embargo, aquello no la preocupaba porque el único que necesitaba entender aquel sacrificio era el propio Jackson. Teniendo en cuenta que no había tenido noticias suyas desde que sus abogados habían hecho la oferta, sospechaba que no había entendido nada.
Se dejó caer sobre la silla y, tras colocar los brazos sobre el escritorio, descansó su cabeza sobre las manos. Solo eran las once de la mañana y estaba agotada. Lo único que quería hacer desde que se había quedado embarazada era dormir y descansar. Las últimas tres semanas no solo habían sido físicamente sino también emocionalmente agotadoras. Cerró los ojos. Solo descansaría durante unos minutos. Entonces, llamaría a Jackson y le contaría lo del niño…
Algún tiempo después, oyó voces que provenían de recepción. Había sido aquello lo que la había despertado. Se incorporó lentamente y trató de aclararse la mente. Las voces, que eran de hombre, se fueron haciendo cada vez más fuertes. Eran Dennis y otro hombre que se mostraba muy insistente. Preocupada, se levantó y decidió salir para investigar el problema. Estaba a punto de llegar a la puerta cuando esta se abrió de repente, dando paso a Jackson. Llevaba una bolsa de viaje; Dennis lo seguía.
Aturdida, Alex se detuvo en seco. Por un momento, creyó que seguía dormida y que en sueños había conjurado la imagen del hombre al que tanto echaba de menos. ¡Qué sueño tan hermoso…!
Sus miradas se cruzaron durante un momento y Alex comprendió que todo era real, muy real…
– ¡No puede irrumpir aquí y hacer lo que le venga en gana, señor Witt! -le decía acaloradamente Dennis. Evidentemente Jackson se había presentado y a su vicepresidente no le había gustado conocer al hombre con el que ella había pasado una gloriosa semana.
– Acabo de hacerlo -replicó Jackson-. Si no le importa, me gustaría hablar con Alexis en privado -añadió, antes de darle un empujón a Dennis, que lo mandó de nuevo al pasillo, y cerrar bruscamente la puerta con el pestillo.
Entonces, la miró de un modo que despertó una extraña sensación en su vientre. Estaban solos. Sin saber qué hacer, dio un paso atrás. Entonces, se sobresaltó cuando Dennis empezó a golpear la puerta con el puño.
– ¡Le ordeno que abra enseguida esa puerta o llamaré a la policía! -amenazaba Dennis mientras trataba de entrar-. Alex, ¿estás bien?
– Sí, Dennis -respondió ella. A pesar de que no se sentía amenazada por la presencia de Jackson, sabía que corría el riesgo de perder del todo su corazón-. Te llamaré si tengo algún problema.
Oyó que Dennis gruñía algo al otro lado de la puerta y, de repente, todo se quedó en silencio.
– Te quiere mucho -comentó Jackson, con una sonrisa en los labios-. Y no puedo culparlo por querer protegerte de mí.
– Lo que no termina de entender es que soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma.
– Eso es una de las cosas que yo admiro en ti -dijo él. Aquel comentario afectó profundamente a Alex, que no entendía qué había ido Jackson a hacer allí. Decidió refugiarse tras la relativa seguridad de su escritorio y contemplarlo desde allí-. Veo que has vuelto a las faldas amplias.
– Son más cómodas -mintió ella. No había ganado nada de peso con su embarazo, pero había vuelto a sus trajes de siempre porque no había nadie en su empresa al que quisiera impresionar. Los vestidos que se había puesto en la isla serían solo recuerdos de otro momento y de otro lugar. Y de un hombre que había sabido sacarle su lado más sensual.
– Sin embargo, veo que sigues llevando el cabello suelto. Me gusta más así.
– Me cuesta creer que hayas viajado miles de kilómetros para hacer comentarios sobre mi aspecto físico.
– Efectivamente, esa no es la razón. He venido aquí de negocios.
Alex se temió lo peor y decidió tomar asiento. Evidentemente, el asunto de la tecnología robada no había terminado todavía, a pesar de que se había demostrado la única culpabilidad de Fred Hobson.
– ¿Has recibido mi oferta?
– Sí.
– Entonces, ¿por qué estás aquí?
– Para comunicarte yo la mía.
La decepción se apoderó de Alex. No había ido a verla a ella. El dolor que sintió al oír aquellas palabras era insoportable. Quería más de lo que ella le había propuesto. Evidentemente, creía que la compensación que se merecía debía de ser mayor, a pesar de que Alex y su empresa eran totalmente inocentes. Gametek estaba al borde de la quiebra por la oferta que ella le había enviado. Una cifra mayor los haría desaparecer…
– ¿Y no se podrían haber ocupado nuestros respectivos abogados de esos asuntos?
– Supongo que sí, pero tenía una cita con un agente inmobiliario para ver una casa de vacaciones en La Jolla. Además, estoy pensando en comprarme un barco aquí. He oído que en San Diego hace mucho calor, incluso en invierno, lo que supondría un cambio muy agradable con respecto a los fríos inviernos de Atlanta.
Tenía que estar bromeando. ¿Cómo podía estar pensando en una casa de vacaciones y en un barco tan cerca de donde ella vivía? Sin embargo, parecía estar hablando completamente en serio. ¿Por qué lo hacía? ¿Para atormentarla aún más?
– ¿Cuál es tu oferta, Jackson?
– Quiero comprar Gametek.
Ella se quedó boquiabierta e incrédula. La cabeza le daba vueltas, pero no pudo encontrar palabras para responder. Poco a poco, la furia fue ocupando su lugar y le dio fuerzas. No vendería su empresa. Al menos, no sin presentar batalla.
– No.
– ¿Por qué no? -preguntó él, acercándose al escritorio-. Tu software para juegos no consigue entrar en el mercado porque carece de mi tecnología y mi tecnología es perfecta para proporcionar un marco para tu software de juegos. Zantoid estuvo a punto de tener un gran éxito y no se me ocurre mejor modo de asegurarnos que los dos obtenemos beneficios por nuestro trabajo.
Alexis se puso de pie de repente y rodeó el escritorio hasta que estuvo a pocos centímetros de él. Quería asegurarse así de que experimentaba su ira en todo su apogeo.
– ¡Maldito seas, Jackson! ¿Cómo te atreves a venir aquí pensando que puedes aprovecharte de mí y de la situación de mi empresa? -le espetó, golpeándolo en el pecho con un dedo.
– Yo había creído que era una idea estupenda -dijo él suavemente, agarrándola de la muñeca Entonces, acarició suavemente con el pulgar el lugar donde le latía el pulso-. Tal vez se me olvidó mencionar que también me gustaría que tú formaras parte del trato…
– ¿Quieres que trabaje para ti? -preguntó Alex, completamente confundida.
– Que trabajes para mí… que te cases conmigo… Más o menos todo es lo mismo.
¿Quería que se casara con él? El mundo se tambaleó bajo sus pies. Al tiempo que la alegría se adueñaba de ella, seguía necesitando saber qué había detrás de aquella proposición y si era algo más que una simple fusión de empresas.
– Supongo que debo darte explicaciones, ¿verdad? -susurró él. Ella asintió. No estaba dispuesta a ponérselo fácil. No iba a arrojarse en sus brazos sin asegurarse de que tenía primero todo lo que deseaba-. No soy un hombre de fantasía, Alexis -añadió, al tiempo que le soltaba de mala gana la mano-. Soy de carne y hueso, real. Precisamente por ser humano cometí un tremendo error y te juzgué antes de conocerte basándome en experiencias pasadas. Odio haberte hecho daño y lo siento mucho. ¿Me perdonarás alguna vez?