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– Y celebraremos el éxito de mi fantasía -añadió Jackson, antes de que su amigo se levantara y se marchara.

Cuando se quedó solo, decidió que, antes de llamar a Fantasías, Inc. tenía que pensar qué clase de venganza buscaba contra Alexis Baylor. Por supuesto, no podría contarle a Merrilee Schaefer-Weston cuál era su verdadera fantasía porque si no la dueña le impediría la entrada al recinto. No, era fundamental que Merrilee creyera que sus motivaciones para pedir una fantasía eran sinceras.

Solo tenía unos pocos días. Cuando creara su fantasía, lo dejaría todo preparado para que sus abogados entregaran la demanda el día anterior a la fecha en la que Alexis partiría de vacaciones. Ella conocería la existencia de la demanda y el nombre de la empresa, pero no tendría tiempo para descubrir quién era Jackson hasta que él le divulgara la verdad de su fantasía. Al cabo de una semana, cuando regresara, Jackson podría seguir con su venganza cada vez que hubiera apariciones en el tribunal. Cada vez que ella lo viera durante el juicio, sería una victoria personal para él.

Miró la fotografía que Mike había tomado y recordó lo que su amigo le había dicho. No había tenido novio desde hacía cinco años. No sabía las razones, aunque, en realidad, no importaban.

Acababa de elegir su fantasía personal. Quería que la modesta y sencilla Alexis se enamorara perdidamente de él. No había mujer que pudiera resistir una persecución romántica en toda regla. Al final, se marcharía sabiendo que le había robado algo fundamental.

El corazón.

Capítulo Dos

«No mires por la ventana y estarás bien».

Alexis Baylor se repitió una y otra vez aquella letanía mientras el pequeño hidroavión despegaba de Miami para emprender el vuelo de quince minutos que la llevaría a Fantasía de Seducción, frente a los cayos de Florida. Había tenido los ojos cerrados desde que se montó en la pequeña aeronave, pero, en aquellos momentos, empezó a respirar rápidamente para tratar de calmar la ansiedad que estaba experimentando a medida que el avión iba subiendo más y más. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que estaba haciendo por mantenerse tranquila, el estómago no hacía más que darle vueltas incluso con las más sutiles turbulencias que encontraban a medida que iban subiendo.

«Relájate, relájate, relájate…»

Tenía los músculos muy tensos y el corazón le latía a toda velocidad. Alex nunca hubiera creído que tenía miedo a volar. De hecho, el vuelo que había realizado desde San Diego a Miami había transcurrido sin novedad ni ataques de pánico. Sentada en primera clase, en un cómodo asiento de cuero y escuchando música clásica por los cascos que le habían proporcionado, se había visto seducida por la comodidad y la seguridad de verse en un resistente y enorme avión comercial. Sin embargo, en el momento en que se había montado en el pequeño hidroavión de Fantasías, Inc., una aguda aprensión y una claustrofobia insoportables se habían apoderado de ella, junto con una oleada de dolorosos recuerdos infantiles, lo que había tenido un efecto más devastador sobre ella de lo que había imaginado.

«Inspira, espira, inspira, espira…»

Por suerte, la avioneta había alcanzado la elevación necesaria para mantener una calma perfecta. Poco a poco, el pulso errático de Alexis se había ido tranquilizando, aunque no había podido abrir los ojos y mirar por la ventanilla. No tenía ningún deseo de ver el inmenso océano azul que se extendía allá abajo ni pensar en los terribles últimos momentos de vida de sus padres antes de que su avioneta privada se hubiera precipitado sobre el mar, enterrándolos bajo el agua frente a las costas de San Diego.

Se acomodó en el asiento, tan cómodamente como su rígido cuerpo se lo permitía, y se puso a pensar decididamente en la fantasía que había reservado y pagado y que tardaría poco en experimentar. No obstante, aquello no le impidió recordar que había estado a punto de cancelar el viaje en el último momento. Para ser exactos, el día anterior, justo después de que su empresa hubiera recibido una inesperada demanda que aludía a una infracción de los derechos de autor. El querellante, Extreme Software, afirmaba que era el dueño del código propietario que ella había utilizado en su juego y trataba de evitar que Gametek comercializara Zantoid. Se había fijado la vista la semana después de que ella regresara de sus vacaciones. Sus abogados le habían asegurado que no era necesario que ella acudiera a los procedimientos, pero ella tenía intención de acudir y verse las caras con las personas que habían demandado a su empresa y que trataban de aprovecharse de su éxito.

Hasta la fecha de esa vista, Dennis Merrick, el vicepresidente de su empresa, le había asegurado que no se ganaría, nada con el hecho de que ella aplazara unas vacaciones que había reservado seis meses antes. Había insistido en que se fuera, se relajara y había prometido ocuparse él mismo de los abogados y de cualquier procedimiento legal que pudiera surgir en su ausencia. Como siempre, le había dejado muy claro que podía contar con él.

Una triste sonrisa se le dibujó en los labios. Si Dennis supiera la naturaleza de aquellas vacaciones, para las que llevaba ahorrando dos años, desde el momento en que había oído hablar de Fantasías, Inc., estaba segura de que no la habría apoyado tanto para que se marchara.

Sin embargo, la opinión de Dennis no habría contado para nada. Sabía lo que quería y no habría nada que pudiera cambiar aquello. Quería que la sedujera un atractivo hombre, sin lazos que los ataran, y regresar a su casa embarazada del niño que había deseado desde hacía tantos años. Un niño que la amara incondicionalmente y le diera la familia que nunca había tenido.

Dennis se habría ofrecido voluntario para que su fantasía se cumpliera, pero Alex no quería la complicación de mezclar su relación profesional con algo más íntimo. También estaba el hecho de que ella no conectaba con él ni a nivel físico ni emocional.

Sabía desde hacía años que Dennis sentía algo muy especial por ella, pero siempre había tenido mucho cuidado de no darle esperanzas. Lo adoraba como amigo, confiaba en él como empleado y lo respetaba como hombre, pero Dennis no hacía que el corazón le latiera a más velocidad. En realidad, no lo había conseguido ningún hombre. Ella no era el tipo de mujer, sensual y sofisticada, que inspirara el interés sexual de un hombre. Dado que, recientemente, había llegado a la conclusión de que probablemente nunca experimentaría la relación apasionada e impetuosa que sus padres habían compartido, aquella fantasía sería su última oportunidad de abandonarse a aquellos emocionantes placeres antes de sumirse en la maternidad en solitario. Aquella fantasía le haría sentirse deseada y deseable.

Alex respiró más tranquila y se rebulló un poco en su asiento. Por la naturaleza íntima y personal de su petición, la señorita Weston le había asegurado que haría todo lo posible por que el hombre de su fantasía tuviera las mismas características físicas que ella, cabello negro y ojos azules, para que tuviera muchas más posibilidades de que concibiera un niño con sus mismos rasgos físicos.

Evidentemente, no había promesa de que ella se marchara de allí embarazada, algo que solo la Madre Naturaleza podía garantizar. Sin embargo, dentro de cinco días, estaría en su momento más fértil y planeaba aprovechar al máximo aquella oportunidad.

De repente, el avión atravesó una zona de turbulencias y la avioneta se agitó, arrebatando a Alex la tranquilidad que había experimentado hasta entonces. Contuvo el aire y, automáticamente, extendió la mano para aferrarse al reposabrazos que había entre su asiento y el del otro pasajero. En vez de eso, entró en contacto con el nervudo y fibroso antebrazo de un hombre. Aquel contacto, la turbó aún más que el breve cambio de altitud. Inmediatamente, apartó la mano y la apretó con fuerza sobre su regazo.