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El domingo empeoró su estado, ya que empezó a tener fiebre, cosa que cabía esperar. Su organismo se hallaba en estado de shock y seguía luchando con la muerte.

La fiebre duró hasta el martes y luego remitió por fin. Su inflamación cerebral mejoró ligeramente mientras continuaba en observación. Sin embargo, no estaba más cerca de recuperar la conciencia que cuando ingresó. Tenía la cabeza y los brazos vendados, y el brazo izquierdo escayolado. La herida de la mejilla se estaba curando, aunque dejaría una cicatriz. La principal preocupación del equipo médico continuaba siendo el cerebro. La mantenían sedada debido al respirador, pero, incluso sin sedación, seguía en coma profundo. No había forma de evaluar qué daños cerebrales sufriría a largo plazo o si tan siquiera sobreviviría. De ninguna manera estaba aún fuera de peligro. Todo lo contrario.

El miércoles y el jueves nada cambió y Carole continuó con la vida pendiente de un hilo. El viernes, una semana entera después de su ingreso, los nuevos escáneres mostraron una ligera mejoría, lo cual era alentador. La jefa del servicio de traumatología comentó entonces que era la única víctima que aún no había sido identificada. Nadie había acudido a reclamarla, cosa que parecía extraña. Para entonces, todos los demás, muertos o vivos, habían sido identificados.

Ese mismo viernes la camarera de día que limpiaba su habitación le hizo un comentario a la gobernanta del Ritz. Dijo que la mujer que se alojaba en la suite de Carole no había dormido allí en toda la semana. Su bolso y su pasaporte estaban en la habitación, al igual que su ropa, pero la cama nunca se había utilizado. Era evidente que la dienta se había desvanecido después de registrarse. A la gobernanta no le pareció raro; los huéspedes hacían a veces cosas extrañas, como reservar una habitación o una suite para tener una aventura clandestina y aparecer solo esporádicamente, raras veces o nunca, si las cosas no salían como estaba previsto. Lo único que le extrañaba era que el bolso estuviese allí y que el pasaporte se hallase sobre el escritorio. Estaba claro que la huésped no había tocado nada desde que se registró. Como simple formalidad, informó de ello en recepción. Allí tomaron nota, aunque Carole había reservado la habitación para dos semanas y tenían una tarjeta de crédito que garantizaba la reserva. Después de su fecha de reserva, se habrían preocupado. Sabían muy bien quién era y tal vez nunca pretendió utilizar la habitación, sino tenerla disponible con algún fin desconocido. Las estrellas de cine hacían cosas extrañas. Tal vez se alojase en otra parte. No había ningún motivo para relacionarla con el atentado terrorista en el túnel. Sin embargo, en su cuenta escribieron una nota que decía: «La dienta no ha utilizado la habitación desde que se registró». Por supuesto, esa información no debía compartirse con la prensa ni, de hecho, con nadie. Nunca se les hubiese ocurrido. Además, su desaparición, si eso era, bien podía tener que ver con su vida amorosa y una necesidad de discreción que era sagrada para ellos. Como todos los buenos hoteles, guardaban muchos secretos, y sus clientes sabían agradecérselo.

El lunes siguiente Jason Waterman llamó a Stevie. Era el primer marido de Carole y el padre de sus hijos. Ambos se llevaban bien, pero no hablaban con frecuencia. Le dijo a Stevie que hacía una semana que trataba de comunicarse con Carole llamando a su teléfono móvil y que ella no había respondido sus mensajes. No había tenido mejor suerte cuando intentó llamar a su casa durante el fin de semana.

– Está de viaje -explicó Stevie.

Le había visto varias veces y él siempre se mostraba agradable con ella. Stevie sabía que Carole había mantenido una buena relación con él por sus hijos. Llevaban dieciocho años divorciados, aunque Stevie no conocía los detalles. Ese era uno de los escasos temas de los que Carole no quería hablar con ella. Solo sabía que se divorciaron mientras Carole rodaba una película en París, dieciocho años atrás, y que en los dos años siguientes ella se quedó en París con los niños.

– Lleva el teléfono móvil, pero no funciona en el extranjero. Se marchó hace casi dos semanas. No creo que tarde en tener noticias suyas.

Stevie tampoco había tenido noticias suyas desde la mañana en que llegó a París, diez días antes, pero Carole le había advertido que no se pondría en contacto con ella. Stevie suponía que debía de estar viajando por ahí o escribiendo y que no quería que la molestasen. A Stevie nunca se le pasaría por la cabeza la idea de importunarla. Esperaría a que Carole contactase con ella cuando le apeteciese.

– ¿Sabe dónde está? -preguntó él preocupado.

– La verdad es que no lo sé. Primero fue a París, pero iba a viajar un poco por su cuenta.

A él le dio la impresión de que tenía un nuevo amor, pero no quiso preguntar.

– ¿Ocurre algo? -preguntó Stevie.

De pronto se inquietó por los chicos. Si les había ocurrido algo, Carole querría saberlo de inmediato.

– No es nada importante. Estoy intentando organizar las Navidades. Sé que nuestros hijos tienen previsto pasar el día de Acción de Gracias con Carole, pero ignoro qué planes tiene ella para las Navidades. He hablado con Anthony y Chloe, pero ellos tampoco saben nada. Me han ofrecido una casa en Saint Bart para pasar el Año Nuevo y no quería estropear los planes de Carole.

Sobre todo ahora que Sean había muerto, las vacaciones con sus hijos significaban mucho para ella. Jason siempre se había portado bien en ese sentido. Stevie sabía que se había vuelto a casar, aunque el matrimonio duró poco, y que tenía dos hijas más que ahora vivían en Hong Kong con su madre y eran adolescentes. Carole había mencionado que él no las veía a menudo, solo un par de veces al año. Mantenía una relación mucho más estrecha con los hijos de Carole y con ella misma.

– Le diré que le llame en cuanto tenga noticias de ella. Ya no creo que tarde mucho. Espero recibir su llamada cualquier día de estos.

– Confío en que no estuviese en París cuando estallaron esas bombas en el túnel. ¡Menudo desastre!

El atentado también había sido noticia en Estados Unidos. Un grupo fundamentalista extremista se había responsabilizado finalmente de él, cosa que también había causado protestas en el mundo árabe, que no quería en modo alguno verse relacionado con los terroristas.

– Fue horroroso. Lo vi en las noticias. Al principio me preocupé, pero fue el día en que llegó. Estoy segura de que estaba bien cómoda en el hotel descansando del vuelo y que ni se le pasó por la cabeza acercarse por allí.

Los viajes largos la agotaban y el día de llegada solía quedarse durmiendo en la habitación.

– ¿Ha intentado enviarle un correo electrónico? -preguntó Jason.

– Tiene el ordenador desconectado. La verdad es que quería pasar un tiempo sola -respondió Stevie en tono impasible.

– ¿Dónde se aloja? -preguntó él inquieto.

Stevie también empezaba a intranquilizarse. Había pensado en la posibilidad de que le hubiese ocurrido algo, pero se había dicho que era ridículo inquietarse. Estaba segura de que Carole se encontraba bien, pero la preocupación de Jason resultaba contagiosa.

– En el Ritz -dijo Stevie rápidamente.

– La llamaré y le dejaré un mensaje.

– Puede que ella esté de viaje y que no tenga respuesta en un par de días. Todavía no me preocupa demasiado.

– No estará de más que le deje un mensaje. Además, necesito saber si puedo reservar la casa y no quiero comprometerme si los chicos no quieren venir. Podría ser divertido para ellos.

– Muy bien, se lo haré saber si me llama -le aseguró Stevie.

– Veré si puedo encontrarla en el Ritz. Gracias.

Jason colgó y Stevie se sentó ante la mesa de su despacho, reflexionando. Estaba decidida a no preocuparse. Parecía muy poco probable que le hubiese ocurrido algo a Carole. ¿Cuáles eran las probabilidades de que estuviese en el lugar del atentado terrorista? Una entre cien millones. Stevie se obligó a dejar de pensar en ello mientras volvía a trabajar en el proyecto del que se estaba ocupando, consistente en reunir información para la labor de Carole a favor de los derechos de las mujeres. Estaba documentándose para un discurso que Carole tenía previsto pronunciar ante las Naciones Unidas. La ausencia de Carole le ofrecía a Stevie la oportunidad de ponerse al día.