Выбрать главу

Cuando le contestó, había lágrimas en sus ojos.

– Aún no sé muy bien por qué, pero tengo la sensación de que lo más inteligente por vuestra parte sería dejar las cosas como están. Todavía no sé mucho de mi vida, pero sí sé que te quiero y estoy convencida de que cuando rompimos lo pasé fatal. Sin embargo, algo nos ha mantenido separados desde entonces, aunque no recuerdo qué. Me casé con otro hombre y todo el mundo me dice que fui feliz con él. Tú también debes de haber tenido a otras personas en tu vida, estoy segura. Puedo sentir la fuerza que compartimos, la fuerza de quererte y de que me quieras como un amigo. Tenemos a nuestros hijos, que nos unirán para siempre. No quisiera fastidiar nada de eso ni hacerte daño. Debí decepcionarte o fallarte en algún aspecto para que te marcharas con otra persona. Aprecio de verdad el amor que compartimos ahora, como padres de los mismos hijos y como amigos. No quiero perder ese amor por nada del mundo ni hacer nada que pueda ponerlo en peligro. Algo me dice que tratar de revivir nuestro matrimonio sería muy arriesgado y tal vez desastroso. Si no te importa -dijo ella, sonriéndole cariñosamente-, me gustaría dejar las cosas como están. Me parece que ahora tenemos una relación estupenda, sin necesidad de añadirle nada. Si consigo no volver a volar en pedazos, siempre podrás contar conmigo. Espero que te parezca suficiente, Jason. A mí, lo que tenemos me parece increíble y no quiero estropearlo.

Sencillamente, no tenía sentimientos románticos hacia él, por muy guapo y amable que fuese o muy enamorado que estuviese de ella. No le amaba, aunque estaba segura de haberle amado tiempo atrás. Sin embargo, ya no. No le cabía la menor duda.

– Temía que dijeras algo así -dijo él con tristeza-. Y puede que tengas razón. Te hice la misma pregunta cuando Natalya y yo nos divorciamos, una vez que regresaste a Los Ángeles. Me diste más o menos la misma respuesta, aunque creo que entonces aún estabas enfadada conmigo. Tenías todo el derecho a estarlo. Cuando te dejé me porté como un hijo de puta y merecía todo lo que me pasó, en cantidades industriales. Las locuras de la juventud… o, en mi caso, la mediana edad. No tengo ningún derecho a lo que acabo de pedirte, pero tenía que volver a intentarlo. Siempre podrás contar conmigo, Carole. Espero que lo sepas.

– Acabo de hacerlo -dijo ella, con los ojos anegados en lágrimas-. Te quiero, Jason, de la mejor forma posible.

Se había portado de un modo extraordinario desde el accidente.

– Yo también -dijo él, y se inclinó sobre la cama para darle un beso como a una hermana.

A Carole le parecía bien dejar las cosas como estaban, y en el fondo también a él. A Jason le había parecido ver un atisbo de esperanza y quiso preguntarle. Si tenía una oportunidad, no quería perderla. Y si no, la amaría de todos modos. Siempre la había amado. Le entristecía abandonar París. A pesar de las circunstancias, había disfrutado estando con ella y sabía que volvería a echarla de menos cuando se marchase. Pero al menos pasarían la Navidad juntos.

Stevie tenía previsto permanecer con Carole en París hasta que volviese a Los Ángeles, por mucho que tardase. Había hablado con Alan varias veces y él se mostraba comprensivo con su permanencia en París. Por una vez, le parecía lógico que estuviese con Carole. Era consciente del estrés que ella estaba sufriendo y no se quejó. Stevie se lo agradeció. A veces Alan era un tipo excelente, por muy diferentes que fuesen las necesidades y objetivos de los dos, así como su visión del matrimonio.

Anthony acudió al hospital a ver a su madre antes de salir hacia Nueva York, pasó una hora con ella y le dijo, como Jason había hecho, lo agradecido que estaba de que hubiese sobrevivido. Chloe le había dicho lo mismo cuando fue a despedirse de su madre una hora antes, de camino hacia el aeropuerto. Todos se sentían profundamente aliviados.

– Trata de no meterte en líos, al menos durante un tiempo, hasta que llegue a casa. Se acabaron los viajes locos como este por tu cuenta. Al menos llévate a Stevie la próxima vez. -Anthony no estaba seguro de que eso hubiese cambiado nada, si hubiese estado en el lugar y momento equivocados. Sin embargo, la idea de haber estado a punto de perder a su madre en la explosión de una bomba aún le ponía los pelos de punta-. Gracias por invitar a papá a pasar la Navidad con nosotros. Ha sido muy amable por tu parte.

Anthony sabía que, de no haber sido así, su padre habría pasado solo las fiestas. Hacía algún tiempo que no había ninguna mujer importante en su vida. Además, eran las primeras fiestas que pasarían juntos los cuatro en dieciocho años. Tenía un vago recuerdo de la última que habían compartido como cuarteto y no estaba seguro de que volviese a ocurrir después de aquel año, así que significaba mucho para él, y también para su padre.

– Me portaré bien -prometió Carole, mirando a su hijo con orgullo.

Aunque ya no recordaba los detalles de su infancia, resultaba fácil ver que era un joven extraordinario, tal como su padre había dicho. Y el amor que sentía por su madre brillaba con fuerza en sus ojos, al igual que el de ella por él.

Ambos lloraron al abrazarse por última vez, aunque Carole sabía que volvería a verle pronto. Ahora tenía la lágrima fácil y todo le parecía más emotivo. Tenía mucho que aprender y asimilar. Era realmente como volver a nacer.

Cuando Anthony se disponía a salir de la habitación entró el francés alto y erguido que le había llevado flores. Carole nunca se acordaba de su nombre y no conseguía recordar ni una sola palabra en francés. Podía entender lo que decían a su alrededor los médicos y enfermeras, pero no podía responderles. Ya le resultaba bastante difícil volver a hablar su propio idioma y recordar todas las palabras. Aunque articulaba mucho mejor, el francés aún no estaba a su alcance.

Anthony se quedó paralizado. El hombre le miró con una leve sonrisa y le saludó con un gesto. Carole vio que su hijo le reconocía, pues todo su cuerpo se puso tenso y su mirada se hizo gélida. Era evidente que no se alegraba de ver a aquel hombre. A ella no le extrañó que se reconocieran, pues el francés había dicho que era amigo de la familia y conocía a sus hijos. Sin embargo, se sintió disgustada al observar la reacción de su hijo.

– Hola, Anthony -dijo Matthieu en voz baja-. Ha pasado mucho tiempo.

– ¿Qué está haciendo aquí? -dijo Anthony en tono desagradable.

Matthieu no le había visto desde que era niño. Anthony miró a su madre con gesto protector.

– He venido a ver a tu madre. He estado aquí varias veces.

Carole observó que existía una antipatía evidente entre los dos hombres.

– ¿Le recuerda? -preguntó Anthony con frialdad.

– No -respondió Matthieu por ella.

Sin embargo, Anthony le recordaba demasiado bien, al igual que lo mucho que había hecho llorar a su madre. Lo había olvidado hasta ese momento. Hacía quince años que no le veía, pero recordaba perfectamente lo desolada que estaba cuando les dijo a Chloe y a él que se marchaban de París. Carole lloraba como si fuese a rompérsele el corazón, y a él se le quedó grabado.

Hasta que llegó ese momento Anthony apreciaba a Matthieu, y mucho. Jugaban juntos al fútbol, pero le odió cuando vio llorar a su madre y supo que lloraba por él. Ahora se acordaba de que ya hubo lágrimas antes de eso, durante muchos meses. Se alegró de volver a Estados Unidos, pero no de ver a su madre tan desconsolada cuando se marcharon. Ella estuvo triste durante mucho tiempo, incluso después de volver a Los Ángeles. Sabía que al final vendió la casa y dijo que nunca volverían. Para entonces a Anthony ya no le importaba, aunque allí había hecho buenos amigos. Sin embargo, sabía que sí le importaba a su madre y que, si lo hubiese recordado, quizá le importase incluso ahora. Por eso Anthony se sintió muy preocupado al ver a Matthieu en la habitación del hospital.