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Al llegar a la casa encargaron pizzas. Cuando los chicos se fueron a sus habitaciones Jason entró en la cocina en busca de algo que beber y encontró a Carole allí.

– De verdad, ¿cómo te encuentras? -le preguntó él en tono muy serio.

Aunque Carole tenía un aspecto más saludable que la última vez que la vio en París, aún estaba pálida. Desde su regreso había hecho muchas cosas. Conociéndola como la conocía, Jason pensó que seguramente se habría excedido.

– Lo cierto es que me encuentro bien -dijo Carole. Ella era la primera sorprendida.

– Desde luego, nos diste a todos un susto de muerte -comentó Jason.

Por supuesto, se refería al atentado y a todo lo que sucedió a continuación.

Su ex marido se había portado de maravilla con ella en aquellos días y Carole todavía se sentía conmovida por todo lo que él le había dicho.

– Yo también me llevé un susto de muerte. Tuve muy mala suerte, pero al final todo salió bien.

– Así es -dijo él, sonriéndole.

Hablaron durante un rato y luego Jason se fue a la cama. Antes de irse a dormir Carole se entretuvo unos minutos en su despacho. Le gustaba esa hora de la noche en la que todo permanecía en silencio a su alrededor. Siempre le había encantado ese instante, sobre todo cuando sus hijos eran pequeños. Necesitaba aquel momento de intimidad.

Echó un vistazo a su reloj y vio que acababan de dar las doce de la noche. Eran las nueve de la mañana en Francia. Habría podido llamar a Matthieu, y quería hacerlo en algún momento, para desearle Feliz Navidad. Pero decidió no llamarlo. Ahora tenían tiempo, mucho tiempo, y él no tardaría en estar en Los Ángeles junto a ella. Se alegraba de volver a tenerle en su vida. Era como un regalo inesperado. Carole se sentó delante de su escritorio, echó una ojeada a su ordenador y vio las últimas anotaciones que había hecho en su libro. Ahora lo tenía ordenado en su cabeza y sabía qué quería escribir.

Miró hacia el jardín, con la fuente iluminada y el estanque. Sus hijos estaban en casa, en sus habitaciones. Jason estaba también allí, como el amigo y hermano afectuoso que era ahora. Entre ellos, la transición del presente al pasado se había efectuado sin contratiempos. Participaría en una película. Además de sobrevivir a un atentado terrorista, había recuperado la memoria. Stevie se casaría al cabo de una semana. Carole cerró los ojos y en silencio dio gracias a Dios por las bendiciones que le concedía. Luego los abrió con una sonrisa. Tenía todo lo que siempre había querido y más. Y lo mejor de todo era que se tenía a sí misma. No se había traicionado en el proceso ni en el transcurso de su vida. Nunca renunció a sus ideales ni a sus valores, ni tampoco a las cosas que le importaban. Era fiel a sí misma y a las personas que amaba. Miró la pulsera que Matthieu le había regalado y volvió a leer la inscripción: «Sé fiel a ti misma». Que ella supiera, lo había sido. Aún no le había contado a su familia lo de Matthieu. Sin embargo, lo haría cuando llegase el momento. Sabía que Anthony seguramente pondría pegas al principio, pero con un poco de suerte se tranquilizaría con el tiempo. El tenía derecho a opinar y a preocuparse por ella, y ella tenía derecho a su propia vida y a tomar las decisiones que le pareciesen más acertadas.

– ¿Qué estás haciendo? -preguntó una voz detrás de ella.

Era Chloe en camisón, de pie en el umbral del despacho. Quería dormir otra vez en la cama de su madre y a Carole también le apetecía. Le recordaba la infancia de su hija. Ya entonces le gustaba mucho dormir con ella.

– Solo estoy pensando -dijo Carole, volviéndose con una sonrisa.

– ¿En qué?

– En lo mucho que tengo que agradecer este año.

– Yo también -dijo Chloe en voz baja, y luego se acercó.a abrazar a su madre-. Me alegro mucho de que estés aquí.

Luego salió al pasillo dando brincos sobre sus largas y elegantes piernas.

– Venga, mamá, vámonos a la cama.

– Vale, jefa -dijo Carole.

Apagó las luces de su despacho y siguió a su hija por el pasillo hasta su propia habitación.

– Gracias -susurró Carole, levantando los ojos hacia el cielo con una sonrisa.

No cabía duda de que estaban pasando una feliz Navidad.

Danielle Steel

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