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En cierto modo, mi espacio es demasiado grande, los techos demasiado altos, tal como suelen serlo en estos almacenes antiguos. Me había hecho poner falsos techos en algunos lugares, pero las ventanas rodeaban todo el perímetro en lo más alto; me había faltado dinero para derribar una pared para que entrara la luz natural. Sí que coloqué tabiques para dar una escala más humana al conjunto, creando cubículos separados, con mi escritorio en uno, el material de oficina y las impresoras en otro y una cama para cuando necesitaba descansar lejos de casa en un tercero, aunque era en la gran sala del extremo occidental donde hacía casi todo el trabajo real.

Hay un rincón con un sofá y varías butacas donde tengo las reuniones informales con los clientes, una tarima con pantalla para presentaciones más formales, una mesa larga donde planifico los trabajos en curso, un escritorio para mi ayudante, si alguna vez me pongo a buscar en serio una persona para contratarla a jornada completa. Miré los montones de papeles que había encima de la mesa larga y decidí que todavía no estaba preparada para enfrentarme a ellos.

Bajé a la esquina para dejar el chaquetón en la tintorería. Ruby Choi, que ha limpiado salsa de espaguetis de faldas de seda y alquitrán de pantalones de lana me miró dubitativamente.

– Este abrigo ha pasado demasiado. Intento, hago posible, pero no prometo nada. Cuidas más tu ropa, haces mi trabajo mucho más fácil, Vic.

– Ya, es lo mismo que el médico dice a propósito de mi cuerpo, que, lo creas o no, tiene un aspecto bastante peor que el abrigo.

Mientras subía por Oakton me detuve a tomar un capuchino y me compré un inmenso ramo de flores, unas cosas rojas, grandes y picudas que destacarían incluso en mi almacén. ¡Qué bien que hayas vuelto, V. I., te echábamos de menos!

El fax de Cheviot Labs me estaba aguardando tal como Sanford Rieff me había prometido. Había inspeccionado la jabonera con forma de rana desde sus ojos saltones hasta sus regordetes pies. Estaba fabricada en China, qué sorpresa, con una aleación de peltre en cuya superficie rugosa no se marcaban bien las huellas digitales. Debajo de las manchas de humo, Sanford había conseguido detectar grasa procedente de unos dedos humanos; quizá fuese posible sacar una muestra de ADN, auque no se mostraba optimista al respecto.

La jabonera propiamente dicha era la espalda de la jabonera en forma de rana, que había sido vaciada y tenía un agujero de drenaje. Alguien había puesto un tapón de goma en el agujero y luego vertido ácido nítrico en el recipiente. El ácido había quemado el tapón pero quedaban rastros derretidos en el conducto de drenaje.

«El ácido nítrico disuelve el jabón -concluía Sanford-, así que no había residuos de jabón en el cuenco de la jabonera, pero tomé algunas muestras de los costados; quienquiera que la usara para su propósito original gastaba un jabón con un perfume muy fuerte de rosa, seguramente Adorée, una marca barata que venden en casi todas las cadenas de perfumerías y en las tiendas de gangas. Tengo la jabonera en forma de rana a buen recaudo en una caja de especímenes. Hazme saber si quieres que te la devolvamos o si debemos guardarla hasta que sea necesaria como prueba».

Me quedé mirando el fax, deseosa de que significase algo más que lo que decía. ¿Qué hacía la jabonera en forma de rana en Fly the Flag? ¿Por qué tenía rastros de ácido nítrico? A lo mejor el ácido se usaba para la manufactura de banderas. A lo mejor servía para disolver cola, o alguna otra cosa, y alguien intentó usar la jabonera en forma de rana como recipiente pero el ácido quemó el tapón de goma.

Mi valiosa pista no parecía significar gran cosa pero aun así fui a mi escritorio y rotulé etiquetas para un conjunto de carpetas: Fly the Flag, Incendio Provocado, By-Smart, Billy, y metí el informe del laboratorio de Rieff en la carpeta de Fly the Flag. Eso resultó productivo. De pie ante mi mesa de trabajo, cerré los ojos procurando visualizar la parte trasera de la planta, donde había comenzado el fuego. Sólo había estado dentro dos veces, y ambas por muy poco tiempo. Allí abajo estaban las máquinas, la sala de secado, el almacén de las telas. Hice un bosquejo aproximado; no recordaba suficientes detalles pero estaba bastante segura de que el núcleo del incendio estaba en la sala de secado, no en el almacén de telas.

R-A-T-A-S escribí despacio. Pegamento. Los sabotajes anteriores contra la fábrica habían ralentizado la producción sin obligar a cerrarla. ¿Era el incendio un acto final porque Zamar no había hecho caso de las advertencias? ¿O acaso sólo se trataba de una advertencia más pero se les había ido la mano? El granuja a quien sorprendí en Fly the Flag dos semanas antes, aquel chavo banda que Andrés había ahuyentado de la obra donde trabajaba, era la clave. Tenía que encontrarle. Y no me vendría mal que alguien corroborase lo que había sucedido en ese incendio.

Volví a llamar a Cheviot Labs para ver si estaba Sanford Rieff. Esta vez lo encontré en su despacho. Tras agradecerle el informe y pedirle que guardara la jabonera en forma de rana en su caja fuerte, le pregunté si disponía de un perito electricista o un experto en incendios provocados que pudiera reunirse conmigo en Fly the Flag sin tardar demasiado.

– Me gustaría que un experto inspeccionara los cables conmigo para ver si es posible esclarecer dónde y cómo comenzó el fuego. La policía no se está empleando muy a fondo en este asunto.

¿Y por qué debía hacerlo yo por menos dinero aún que los polis? Me imaginé la conversación con mi contable. Porque mi orgullo profesional estaba herido: había estado observando cuando la fábrica comenzó a arder. ¿Qué debería haber visto si hubiese prestado más atención?

Por supuesto, Cheviot tenía justo el experto que necesitaba; haría que me telefoneara para fijar una cita. Para mi información, la empresa facturaba su tiempo a doscientos dólares la hora. Era bueno saberlo; era bueno saber que estaba invirtiendo miles de dólares en una investigación para la que no me habían contratado, al tiempo que desatendía el negocio que me aseguraba la subsistencia.

Si no terminaba tres comprobaciones de antecedentes para Darraugh Graham, mi cliente más importante, no tardaría en verme bajo un puente alimentándome con comida para gatos, y ni siquiera de la buena. Me daba golpecitos en los dientes con el lápiz buscando la manera de reorganizar aquel lío cuando de pronto me acordé de Amy Blount. Se había doctorado en Económicas hacía cosa de un año; mientras buscaba un empleo fijo de profesora, a veces realizaba tareas de investigación para mí, entre otros trabajos ocasionales que encontraba. Por suerte estaba libre y dispuesta a poner un poco de orden en mi oficina durante unos días. Acordamos en vernos a las nueve de la mañana para ponerla al día de mis casos.

Anduve sin rumbo por la gran sala. ¿Quién se la tenía jurada a Marcena y por qué? ¿Era culpa de ella que hubiesen agredido a Bron o culpa de Bron que la hubiesen agredido a ella? Cuando hablábamos con Conrad, Morrell había dicho que Marcena se había reunido un par de veces con Buffalo Bill Bysen después de nuestro encuentro inicial tras la plegaria matutina de dos semanas atrás. Seguramente se había valido de las experiencias bélicas imaginarias de su padre como plato fuerte, pero quizá su conversación había tocado algún asunto importante. Buffalo Bill la había armado en mi apartamento y en el servicio religioso del Mount Ararat; podría plantarme en Rolling Meadows y enfrentarme con él por sorpresa.

La idea era bien seductora pero carecía de la información suficiente para hacerle preguntas. Fly the Flag estaba relacionada con By-Smart porque fabricaba banderas para el gigante, primero sábanas y ahora toallas. Me pregunté si Buffalo Bill dedicaba suficiente atención a los pequeños detalles como para estar pendiente de las sábanas o si eso era competencia exclusiva de Jacqui. Podría hablar con Jacqui, en cualquier caso.

Billy el Niño estaba relacionado con Bron y Marcena porque había regalado a Bron su teléfono móvil, y el termo de Morrell, que Marcena estaba usando, había aparecido en el coche de Billy. Billy estaba relacionado con Fly the Flag porque salía con Josie. Había huido con Josie. O eso esperaba. Esperaba que estuviera con él y no… Bloqueé mi mente; no quería imaginar ninguna horrible alternativa.