Cuando se dispuso a repasar la información otra vez, el teléfono sonó.
– Bueno, por fin estás en casa. -Era Koichi-. ¿Dónde has estado? Esta es la quinta vez que llamo.
– Había mucha gente.
– ¿En el supermercado? ¿En la tienda?
– En el salón de belleza.
Koichi soltó un silbido.
– ¡Bien hecho! ¡Las mujeres han de cuidar su aspecto!
– Ahora que trabajamos juntos, ese tipo de comentario puede considerarse como acoso sexual, que lo sepas -soltó Junko entre risas.
– Entonces, ¿trabajamos juntos?
– Eso parece.
– Pensaba que éramos amantes.
– Ya te dije lo que sentía…
– Vale, vale, me acuerdo. No puedes abrirte a nadie que no haya cruzado contigo esa peligrosa línea. A sus pies, mi princesa de hielo.
Por lo visto, no la había entendido muy bien. Lo que ella había dicho exactamente era: «hasta que cometamos un asesinato juntos, hasta que ambos tengamos las manos manchadas». Junko se sintió algo decepcionada, pero no dejó que eso la perturbara más que un breve instante. Seguía sonriendo. Si siempre le decía todo lo que le molestaba de él, jamás aprenderían a confiar el uno en el otro. Quería creer que era su compañero, que finalmente había encontrado a alguien que la comprendía. De modo que prefirió cambiar de tema.
– ¿De qué va este correo?
– Es tu próximo trabajo. Es triste, pero me temo que en esta ocasión no vamos a poder cruzar juntos esa peligrosa línea. No se trata de ejecuciones.
– Gracias a Dios -dijo Junko con alivio-. No quiero tener que ir detrás de ningún niño. Tendrías que convencerme de que esta cría posee algún tipo de instinto asesino.
– ¿Permites que esas cosas te perturben?
– Por supuesto. ¿Por qué? ¿Tú no?
– No podría hacer lo que hago si me dejase llevar por cosas así. – Koichi adoptó su habitual tono de mofa-. Tienes que recordarlo, yo no poseo tu poder de destrucción total.
Junko borró la sonrisa de su cara.
– ¿Significa eso que has matado a niños? -preguntó en voz baja.
– No -repuso Koichi, de forma algo precipitada.
Junko no lo creía. Enmudeció e intentó controlar el impulso por interrogarlo. Koichi prosiguió con la conversación:
– ¿Te importa si acabo de explicarte esto?
– Adelante.
– Esta vez, nuestra misión no es ningún ajusticiamiento, sino una búsqueda de candidatos.
– ¿A qué te refieres?
– Vamos a reclutar a alguien para que trabaje con nosotros.
– ¿A esas tres? ¿Van a ser Guardianes? Yo acabo de entrar, ¿cómo se supone que voy a reclutar a alguien?
– Déjame empezar con la última pregunta, princesa. Puedes y, de hecho, eres la persona idónea para el trabajo.
– ¿Por qué?
– Esa niña de trece años tiene el mismo poder que tú. -Junko se quedó sin palabras durante unos instantes. Miró la fotografía de Kaori. Parecía hablarle con la mirada-. ¿Me estás escuchando? – preguntó Koichi.
– ¿También puede provocar incendios?
– No tiene ni por asomo el poder que tú posees. Es más una caja de cerillas que un lanzallamas. Pero sí que tiene potencial.
Junko se llevó la mano a la cara.
– Nunca he conocido a nadie de mi especie.
– Pues felicidades. A mí todavía me queda encontrar un bicho como yo.
Junko releyó el perfil de Kaori. Se empapó de cada una de las frases y estudió con suma atención su fotografía. Venía de una familia acaudalada y había recibido una buena educación. No era más que una niña.
– Entonces, ¿nuestro objetivo es la pequeña?
– Eso es.
– ¿Va a ser miembro de los Guardianes?
– Esa es la idea.
– ¿Y vamos a hacer que esta niña nos acompañe y atrape criminales junto a nosotros?
Koichi estalló en carcajadas.
– ¡Claro que no!
– No, claro. Por supuesto que no -respondió con tono aliviado.
– No estamos tan faltos de personal como para recurrir a una táctica como ésa. Nuestra misión es ponerla bajo nuestra custodia preventiva.
Junko reparó de nuevo en los ojos tristes de Kaori.
– ¿Bajo custodia preventiva? Ahora que lo mencionas, ¿qué hay de su padre? No aparece en su perfil. Fusako Eguchi es el ama de llaves, ¿verdad? ¿Por qué no hay ninguna información sobre su padre?
– Es uno de nosotros. ¿Has visto el otro correo?
Junko comprobó la bandeja de entrada y, efectivamente, había otro mensaje.
– Deja que le eche un vistazo.
– Es un informe sobre la complicada situación en la que se encuentra el objetivo, y el modo en el que se manifiestan sus poderes.
El mensaje ocupaba la pantalla con una diminuta caligrafía y Junko hizo lo que pudo por leerlo cuanto antes. El padre de la niña quería que su hija quedara bajo la custodia preventiva de los Guardianes. Su madre se oponía, había iniciado los trámites del divorcio y vivía con su hija en el Tower Hotel, en Akasaka.
Según el documento, los poderes de la niña aparecieron unos dos años atrás, y Kaori aún debía aprender a utilizarlos. Se iniciaban fuegos sospechosos a su alrededor, alguien había salido herido, y la policía ya estaba asomando las narices.
– ¿Qué pensarán sus padres? -Junko expresó su impaciencia.
– Una de las razones que explican la inestabilidad de Kaori es la relación de los mismos. Por eso empezó a provocar los incendios.
– Alguien debe enseñarle cómo utilizar su poder, cómo controlarlo. No es tan difícil -aseguró Junko-. Es como aprender a controlar tus emociones. Del mismo modo que enseñas a los niños a tranquilizarse cuando cogen una rabieta. Es cuestión de disciplina.
– ¿Eso hicieron tus padres contigo?
– Sí. Me enseñaron todo tipo de cosas. Técnicas para liberar la energía cuando no podía reprimirla. Y nadie se daba cuenta. Solía hacerlo en la piscina del colegio.
– ¿Y podrías enseñarle eso a Kaori?
– ¿A la niña? Por supuesto. Alguien tiene que hacerlo. De lo contrario, correrá demasiado peligro.
– Sabía que no nos defraudarías. El señor Kurata ha decidido traer a Kaori tan pronto porque sabe que cuenta con tu ayuda.
Junko sabía que probablemente era la persona indicada para cuidar de esa niña y enseñarle a comprender su poder y el peligro que conllevaba.
– Pero no puedes limitarte a enseñar a un niño. Los padres deben comprender la situación y también aprender. Sea cual sea el problema, deben afrontarlo los tres juntos. Tienen que responsabilizarse de su hija.
– Bueno, no creo que eso sea posible ahora mismo -apuntó Koichi.
– ¿Por qué no?
– Porque como ya te he dicho, sus padres están divorciándose.
– La niña es lo primero.
– Ya, pero resulta que no podemos hacer nada para mantener unida a la familia -suspiró Koichi, irritado-. El informe dice que la madre no quiere involucrase con los Guardianes, ¿no? Tendremos que separarlas una temporada hasta que convenzamos a la señora Kurata de que es la mejor opción. No va a acceder a que eduquemos a su hija, ni aun explicándole nuestros motivos.
– ¡No me lo creo! Cualquier madre entendería que la educación es esencial.
– Tranquilízate. Entiendo lo que tratas de decir.
– ¿Cómo quieres que me tranquilice? -Angustiada, Junko se levantó con el auricular aún en la mano. El aparato cayó de la mesa-. ¡Hay gente herida! Solo es cuestión de tiempo que mate a alguien. ¿Acaso pretendes que asesine a gente? Todavía es una niña. ¿Nadie ha pensado en la repercusión que puede tener eso sobre la vida de una cría?