Por mí. Vive por mí.
¿Por qué nadie podía amarle? Se echó para atrás y miró fijamente su propio reflejo. Frío. Insensible. Los ojos de un depredador. Mas en ese momento no era insensible. Los pulmones subieron y bajaron y los ojos le ardieron. El leopardo saltó y rugió, arañó en busca de libertad para protegerle de sentir demasiado.
Olió la sangre de Emma mucho tiempo antes de que el médico avanzara por el vestíbulo a donde él esperaba, el pulso latiendo con fuerza, atemorizado de moverse, de girar, de ver la mirada en la cara del hombre.
– ¿Señor Bannaconni?
– Sólo dígamelo. -Jake siguió de espaldas al hombre, los hombros tensos, la espalda recta.
– Su prometida está en recuperación. Tuvimos que darle mucha sangre, pero pasó la cirugía. Hemos hecho cuanto hemos podido para corregir el daño que ocurrió en el momento del accidente, así que es posible que pueda llevar a otro niño alguna vez en el futuro, pero tiene que pasar esta noche. Está débil, señor Bannaconni. No le mentiré. No estamos fuera del bosque todavía.
Jake se balanceó, los ojos dorados brillando, así que el médico retuvo la respiración y dio un paso atrás.
– Quiero verla ahora. Lléveme a ella.
– Está en recuperación. Tendrá que esperar hasta que esté fuera y en su cuarto.
Los ojos de Jake se estrecharon y dio un paso hacia adelante. Un gruñido bajo de advertencia retumbó en su garganta. Stillman se acercó y dio un paso entre los dos hombres.
– Sugiero, Doctor, que lleve al señor Bannaconni donde su prometida inmediatamente. Si alguien puede asegurarse de que no muera, será él. No interferiría en su camino. -La voz del abogado fue suave, pero dejaba poco con lo que discutir.
El médico es estiró detrás de él y deslizó su tarjeta por el mecanismo para abrir la cerradura.
– Por aquí, señor.
Jake siguió al hombre a la sala de postoperatorio. Emma parecía pequeña y perdida, la cara blanca, los ojos cerrados. Había sangre en una bolsa y un líquido claro en otro. Brenda Hacker le disparó una rápida sonrisa de aliento mientras empujaba con el pie una silla en su dirección. Jake se sentó a horcajadas cerca de la cabeza de Emma, frente a ella, y se acomodó para una larga noche. No tenía intenciones de perder Emma en ese punto, y si puro quería significar algo, ella permanecería con él.
Capítulo 5
Diecisiete meses más tarde
– SIGUE así, Jefe, y no vamos a tener ningún tipo de equipo -dijo Drake Donovon. Se inclinó hacia adelante sobre la silla de montar y escupió en el suelo-. Siempre has sido rastrero como una serpiente, Jake, pero ahora eres definitivamente horrible.
– ¿Crees que me importa algo si les gusto o no? -gruñó Jake-. Y no me llames «Jefe». Sólo lo haces cuando estás borracho.
Drake se encogió de hombros.
– Pierde a alguien más de mi equipo y me marcho. -Su mirada inquisitiva se deslizó sobre Jake, claramente evaluándole-. Me trajiste aquí para educarte sobre tu herencia, pero no me escuchas. -Miró alrededor, su cara tensa con algo cercano al pesar-. Me cuesta mucho respirar aquí. Si no puedo serte de ayuda, necesito volver al bosque adónde pertenezco.
– De ninguna manera, Drake. Te necesito aquí. -Jake maldijo el hecho de haber sido tan caprichoso, tan nervioso, todo y todos a su alrededor le hacían querer pelear, desgarrar y rasgar cualquier cosa. Los bruscos cambios de humor no parecían aflojar, ni por un momento, y el mal carácter le golpeaba tan fuerte que en realidad se sentía incómodo incluso en su piel. Él sabía que tenía un lado cruel, pero no había sido tan consciente de que éste saltaba inadvertidamente antes de poder recuperar el control. Despreciaba esa parte de él, igual que a sus padres, tan cortante y frío. Había jurado que él nunca sería así, pero aquí estaba, el señor de la crueldad.
¿Qué diablos había dicho Emma la otra noche mientras él descansaba en su cama, su sangre palpitando por la necesidad en sus venas? El poder corrompe. Había sido otra noche en la que ella no podía dormir y se habían metido de lleno en una de sus frecuentes conversaciones sobre «No sabemos de qué diablos estamos hablando», pero esa pequeña frase se metió en su cabeza. Sus padres estaban corrompidos por la necesidad de dinero y poder. ¿Era posible que él estuviera corrompido? Odiaba admitir ante Emma que se sentía muy pegado de sí mismo.
– Te escucho, Drake -dijo Jake. Drake Donovon no era un hombre al que se pudiera maltratar. El peligro acechaba justo bajo la superficie. Él era un buen hombre para tener al lado, pero definitivamente era un enemigo peligroso e imparable. Jake se mesó el pelo con los dedos, queriendo saltar fuera de su propia piel. Si alguna vez necesitó a alguien en su vida en ese mismísimo momento, era a Drake.
Drake sacudió la cabeza. Él tenía la misma estructura que Jake, hombros anchos, ancho tórax, musculoso, cuerdas de músculos a lo largo de sus brazos y los muslos. Un hombre tremendamente fuerte, aunque ágil y flexible, se movía silenciosamente, como el agua rebosando sobre las rocas. No era difícil notar la pronunciada cojera que tenía cuando se movía. Cuando estaba inmóvil, todo se detenía. Él se volvía tan quieto que sentía todo a su alrededor. Su cabello rubio era indomable y estaba cubierto de maleza, sus ojos eran un poco raros, penetrantes y enfocados y de un verde oro brillante.
– Necesitas una mujer. Te lo dije, no puedes pasar tanto tiempo y permitir que aumente la tensión.
– He tenido mujeres, algunas veces dos en un día. Algunas veces más, maldita sea. No sirve de nada. Sigo tan duro como una piedra y me siento peor que nunca. Me desgarra día y noche hasta que creo volverme loco. No he dormido durante semanas. Apenas puedo caminar la mitad de las veces, y si un hombre se acerca a la casa, quiero arrancarle su maldita cabeza. -Sin mencionar que, cuando él yacía junto a Emma en su cama, le remordía la conciencia, como si la hubiera traicionado. Y aún peor, quería atacarla. Tenía miedo de que pudiera realmente perder el control un día y simplemente hacerla rodar bajo él, para luego enterrarse profundo y duro, tal como deseaba.
Drake parpadeó, sus ojos se entrecerraron repentinamente, y una ceja subió rápidamente.
– ¿Cerca de la casa? -Él hizo eco-. ¿Y qué es lo que te desgarra?
– Necesito sexo cada minuto, pero cuando una mujer me toca, termino despreciándolas. Mi piel se desgarra y me encuentro haciendo cosas, diciendo cosas… -se interrumpió, tensando los labios-. No estoy muy orgulloso de mí mismo. Actúo como un bastardo, y ellas regresan por más. Luego entro en la casa y todo comienza otra vez.
– Tienes a una mujer allí. Emma.
La voz del Drake irritó a Jake cuando dijo su nombre. Suave. Como el terciopelo. Se formaron nudos en su estómago.
– ¿Qué pasa con ella?
– Cuida de tu hijo. De tu casa. Hace todas las cosas que la mujer de un hombre hace por él. Pero no tienen relaciones sexuales.
– Así es. -La voz de Jake retumbó con un punto bajo, un gruñido de advertencia. No quería que Drake, con su buena apariencia y su encanto, estuviera cerca de la casa con Emma. Eso empujaba a Jake derecho por encima del borde-. No con Emma.
Drake frunció el ceño al oír la voz de Jake. Observó detenidamente los ojos de Jake y su lenguaje corporal.
– Pensé que esta mujer era simplemente tu ama de llaves, pero te pone bastante nervioso hablar de ella, Jake. -Ahora había curiosidad en la voz de Drake.
Jake no quería hablar de Emma con Drake ni con nadie. No había esperado querer estar con ella. Tener una sensación de paz incluso con su cuerpo rabiando fuera de control. Se suponía que sería ella la que querría estar con él, no a la inversa. Ella había vuelto su vida del revés y no había una condenada cosa que pudiera hacer acerca de ello. Ella le hacía sufrir físicamente, emotivamente, en todos los aspectos posibles y su humor era cada vez más frágil.