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– Emma. -Dijo su nombre calladamente, la mano en el pomo de la puerta-. Si soplar velas y mirar a Kyle y Andraya montar jaleo es importante para ti, o para ellos, entonces por supuesto que estaré allí.

– Gracias, Jake -dijo Emma-. Creo que Kyle y Andraya se divertirán.

Jake abrió la puerta y la dejó pasar.

– Mejor que te des una ducha caliente. Susan puede vigilar a los pequeños mientras te limpias. Tengo algo de trabajo que hacer en mi oficina antes de la cena, pero si me lío, ven por mí.

Emma miró el reloj.

– El técnico de los teléfonos vendrá en cualquier momento, Jake, y necesitamos arreglar los teléfonos en tu oficina también. Lo siento, no creía que fueras a estar en casa hasta esta tarde.

– ¿Qué está mal con los teléfonos?

Emma frunció el entrecejo.

– No lo sé. Hay un eco que no me gusta. Joshua pensó que quizás las ardillas hubieran roído en las líneas, así que voy a comprobarlo todo, comenzando en casa y trabajando hacia atrás. No debería estar en tu oficina mucho tiempo. Le sacaré tan pronto como sea posible.

– Que Joshua haga un barrido de seguridad tan pronto como salga -advirtió Jake-. Y que esté con el hombre siempre.

Ella levantó el mentón en el aire.

– Permaneceré con él siempre. Soy perfectamente capaz de cuidar la casa.

– Joshua no cuida la casa -dijo con brusquedad Jake, juntando las cejas-. Te cuida a ti.

– Hemos tenido esta conversación un millón de veces, Jake. No tengo dos años. No necesito que me cuiden. Es mi trabajo, no el de Joshua.

Jake abrió la boca y la cerró. Ella tenía la mirada más atractiva y terca en la cara que jamás había visto. Su cuerpo reaccionó con un caliente instinto de necesidad, una necesidad de conquistar, un impulso de cambiar esa mirada a la sumisión, la conformidad, al hambre incluso. Pocas personas discutían jamás con él o le hacían frente, pero Emma no tenía ningún problema en darle su opinión.

La saboreó en su boca. Su cuerpo dolió. Empujó una toalla a sus manos.

– Si presientes alguna vibración extraña, llámeme a mí o a Joshua inmediatamente. -Dio un paso alejándose, frunció el entrecejo y se volvió-. Y quiero a Josh en casa. Eso no es negociable.

Emma se irguió en toda su altura.

– Absolutamente no. Yo cuido de la casa, no Joshua. Si no me gusta algo, te lo haré saber.

Una insinuación de una sonrisa parpadeó a través de la cara de Jake. Ella tenía la pequeña garra en su voz que adoraba oír. No importaba con qué frecuencia le ofreciera recontratar a un cocinero o a una enfermera, ella se negaba y él estaba agradecido. Había acabado por disfrutar del modo en que ella recorría la casa, del olor a galletas y pan recién horneado en su cocina y del sonido de su risa resonando a menudo por los vestíbulos. Ella consideraba la casa su dominio y lo protegía celosamente.

– Joshua permanece en casa, Emma. Eres demasiado confiada. -Emma le hizo muecas, tiritando, los dientes castañeteaban mientras se estiró hacia otro trapo.

– No lo soy. Sólo porque me guste la gente no quiere decir que sea confiada. Soy muy consciente de que estás preocupado por la seguridad de Kyle y Andraya. Estoy totalmente de acuerdo contigo y deben tener guardaespaldas. Nunca me he opuesto, ni una sola vez a ello.

Jake caminó de vuelta a ella, su cuerpo avasallando el suyo hasta que ella pudo sentir su calor. Ella retrocedió hasta que el culo le golpeó contra el borde de la mesa y tuvo que detenerse bruscamente. Jake le quitó las toallas mientras le soltaba hábilmente el pasador con la otra mano y lo deslizaba en el bolsillo donde tantos otros habían desaparecido antes que ese. Emma encontró imposible no advertir la manera en que los músculos ondularon bajo la camisa empapada, cuán anchos eran los hombros y cuán fuertes parecían sus brazos.

Su cuerpo reaccionó otra vez, la sangre se agitó caliente, algo salvaje en su interior se estiró hacia él. Respiró la necesidad, los senos subiendo y bajando, doloridos por ser tocados, los pezones apretados en duros picos que estaba desesperada por ocultar. Él comenzó a frotar los sedosos mechones de pelo mojado en un intento de secarlos. El brazo le acarició el seno y la matriz se apretó y latió. Ella contuvo la respiración y contó en la cabeza, tratando de pensar en algo que no fuera cómo su cintura se acerco hasta sus estrechas caderas y cómo el frente de sus vaqueros tenían una protuberancia impresionante.

Por un momento, sólo un momento, una imagen se alzó en su cabeza: las fuertes manos de Jake en sus hombros, empujando ligeramente hasta que ella obedecía su silenciosa orden y se arrodillaba, estirándose hacia él, deseando su forma y textura familiares, anticipando ya su sabor masculino y la manera en que él la haría sentirse, como si sólo ella le pudiera dar el exquisito éxtasis. Ella adoraría alzar la mirada, encontrándose con sus ojos mientras tomaba el control, conduciéndolo más allá de toda cordura hasta que él estuviera sinceramente impotente bajo su violento ataque erótico.

El aliento se le atascó en la garganta y el corazón latió con fuerza dentro de su pecho. Ella era virgen cuando se casó con Andrew. Sólo habían estado casados cinco cortos meses cuando ocurrió el accidente. No sabía gran cosa acerca de sexo, no sexo como las imágenes en su cabeza. Sus intentos de complacerlo habían sido graciosos y no muy exitosos.

– Oye. -Jake le tiró del pelo-. ¿Me estás escuchando?

¿Había estado hablando él? El color se apresuró por su cara.

– Sólo cuando tienes sentido.

Jake le tiró un poco más fuerte del pelo hasta que le inclinó la cabeza atrás, forzándola a mirarle a los ojos.

– No me ignores cuando hablo de seguridad, Emma. Puedes oponerte a tener a alguien en casa contigo, pero tristemente, cariño, cuando se refiere a tu seguridad, yo tengo la última palabra tanto si te gusta como si no. -Dejó caer un beso en la punta de su nariz y dejó la toalla colgando sobre su cabeza-. No quiero que Susan sea un problema para ti. Si te causa más trabajo o cualquier problema…

– No lo hará. Está vigilando a los niños por mí. Es muy buena con ellos.

Jake inclinó la cabeza.

– Me voy a la ducha. Te sugiero que hagas lo mismo. Si sientes que quieres ahorrar agua, puedes ducharte conmigo.

¿Ducharse con él? ¿Había dicho realmente eso, o era su imaginación desbocándose? ¿Qué estaba mal con ella? Emma se quedó muda, la idea de estar desnuda en la ducha con Jake enviaba su ya sangre caliente a erupcionar en una conflagración llameante que apenas podía comprender. Necesitaba una ducha, bien. Una helada sería mejor.

Arrastrando la toalla de la cabeza, tomó la escalera de atrás, queriendo evitar a Susan y a los niños hasta que estuviera limpia y centrada una vez más. Jake había logrado desconcertarla cuando ya se estaba sintiendo con un humor cambiante. Suspiró, se quitó las ropas mojadas y las lanzó al cesto de la ropa sucia antes de dar un paso bajo la ducha. Simplemente estaba echando de menos el estar cerca de un hombre. Hacía dos años. Quizá Jake tenía razón y se escondía en el rancho, aventurándose raramente fuera más que para comprar comestibles y cosas para los niños. Jake se ocupaba de todo por ella.

Suspiró. Necesitaba hacer un cambio. Jake la había mantenido a salvo en un pequeño capullo. Ella había dependido de él y Jake simplemente había soportado la carga sobre los hombros, justo como se encargaba de todo lo demás en su vida. Rugía órdenes pero raramente se enojaba, no con ella y ciertamente no con los niños. Ella quería permanecer donde estaba. Le gustaba su vida, le gustaba cocinar para Jake y para algunos de los peones, le gustaba cuidar de los niños. Ella siempre había deseado una casa y no podía pedir una mejor. Y no podía arruinarlo teniendo un asunto con Jake. Y si alguna vez fuera lo suficiente estúpida para darle control sobre ella… Se estremeció ante el pensamiento. Jake podría tomar completa ventaja.