Se enjabonó el cabello, cerrando los ojos para absorber la sensación del jabón y el agua corriendo en arroyos sobre su piel. La piel se sentía demasiado tirante, demasiado sensible. Por todas partes donde se tocaba sentía dedos de excitación latiendo por su cuerpo. Se inclinó contra la pared de la ducha, frunciendo el entrecejo, tratando de comprender que le estaba sucediendo. Sentía los senos llenos y pesados, doliendo con la necesidad de ser tocados. Se sentía vacía por dentro, su cuerpo ruborizado, casi febril. El agua realmente le hacía daño sobre la piel.
Emma dio un paso fuera de la ducha embaldosada y se envolvió en una toalla, mirándose en el espejo y sintiéndose un poco aturdida. La necesidad de ser tocada crecía, no disminuía, y había venido lentamente, tan lentamente que no se había dado cuenta de lo que sucedía hasta la pasada semana. Todo parecía diferente en ella, como si todos sus sentidos estuvieran intensificados.
Un golpe en la puerta la hizo darse la vuelta con un pequeño jadeo.
– ¡Oye! Emma, da señales de vida. El reparador del teléfono está aquí.
Emma respiró hondo y exhaló. Tuvo que recomponerse y detener todas las tonterías sin sentido que podían amenazar su mundo muy cómodo. Se vistió vigorosamente y una vez más se sujetó rápidamente el pelo con un pasador, apartándoselo de la cara, haciendo una nota mental para cortárselo pronto. Lo llevaba recogido mucho más a menudo que suelto de todos modos. Correr tras los dos pequeños hacía imposible llevarlo a la moda.
Joshua la esperaba en la escalera.
– Se supone que debo quedarme contigo.
– Se supone que debes permanecer en la casa. -Emma le empujó pasando por delante de él, acariciándole el pecho con la mano. Sintió que un estremecimiento de conocimiento la atravesaba y giró la cabeza para mirarlo. Joshua siempre, siempre, había actuado como un hermano mayor. Ahora la miraba con ojos especulativos. Ella le frunció el entrecejo-. Vete, Joshua.
– Hueles bien.
– Huelo a caballos. ¿Dónde está nuestra visita y por qué le has dejado solo? -Su voz estaba matizada con exasperación. Todos perdían el juicio últimamente, no solo ella. Joshua la miraba fijamente con ojos calientes, haciéndola sentirse incómoda.
Bajó corriendo las escaleras hasta la entrada para encontrar a un joven parado con incomodidad, mirando fijamente alrededor de él con una expresión ligeramente atemorizada en la cara.
– Hola, soy Emma Reynolds, el ama de llaves. Le mostraré los teléfonos.
– Greg Patterson.
– ¿Ama de llaves? -bufó Joshua.
Emma le miró con furia.
– Muchas gracias, Joshua. Yo le mostraré los teléfonos. Si quieres, hice pan fresco. Está en la cesta para el pan en el mostrador.
Joshua le frunció el entrecejo.
– Emma…
Ella sonrió serenamente.
– Es tu favorito. Sé que es tu descanso, así que hice café también para ti. -Allí. Ella le había dado una buena razón para permanecer en la casa y no hacerlo parecía como si no se fiaran del hombre del teléfono. Ella mantuvo la sonrisa, deseando que Joshua siguiera su ejemplo.
– ¿Los niños?
– Cuidados -contestó ella, manteniendo la sonrisa.
¿Pensaba él que ella era idiota? Por supuesto que se había cerciorado de que Susan supiera que tenía que mantener a Andraya y Kyle encerrados en la guardería infantil mientras tenían compañía en casa. Él era casi tan malo como Jake. Ella había vivido con la seguridad durante dos años, comprendiéndola y aceptándola, pero no necesitaba un guardián. No iba a ser humillada teniendo a Joshua siguiéndolos de habitación en habitación. Él podía sentarse en la cocina y esperar a escuchar los gritos si era tan paranoico como Jake. Jake había dicho en casa, no necesariamente en la misma habitación.
El olor de pan recién horneado penetró en la casa, y después de una breve vacilación y una rápida mirada de advertencia al hombre de telecomunicaciones, Joshua giró bruscamente sobre sus talones y se dirigió a la cocina.
Emma concentró su atención en el trabajador. Era bajo y regordete, con pelo castaño ondulado y ojos cálidos y sonrientes. Parecía tan familiar que Emma se encontró frunciendo el entrecejo, tratando de situarlo.
– ¿Le conozco?
– Algo. -La siguió por el vestíbulo, mirando fijamente, un poco atemorizado de las hermosas e inmensas habitaciones que pasaban-. Hemos chocado el uno contra el otro en la tienda de ultramarinos, en la sección de productos. Me ayudó a recoger mis manzanas cuando cayeron.
Emma se rió.
– Lo recuerdo, por supuesto. Usted disfruta del malabarismo.
La mirada de él parpadeó hacia la mano izquierda de ella, notó la ausencia de un anillo mientras ella le hacía señas hacia la habitación.
– Menuda casa tiene aquí.
– Gracias. -Emma adoraba la casa, y apreciaba a cualquiera que reconociera su belleza-. Lleva bastante cuidado, pero adoro trabajar aquí.
– Siempre he querido ver esta propiedad. Nadie puede entrar en la propiedad sin una escolta. El terreno es increíble y la casa aún más.
– Es un rancho que trabaja con ganado -explicó Emma.
– ¿Está aquí a menudo el señor Bannaconni?
Emma lanzó una pequeña sonrisa sobre el hombro, pero no contestó la pregunta. Su lealtad era sólidamente con Jake, y como tal, nunca daba información sobre él a nadie. La más pequeña observación podía acabar en un tabloide, y Jake tenía a suficientes personas acosándole. En verdad, él volaba a menudo fuera del país, así como a los muchos estados donde poseía propiedades, pero siempre volvía a casa, al rancho.
Pasaron por la larga, ancha y majestuosa escalera y el techo alto donde el leopardo de bronce se sentaba entre las plantas trepadoras. Estuvo complacida de la rápida inhalación de Patterson.
– Esta casa es asombrosa. Debe amarla.
– Sí, lo hago.
Y la llenaba de gran orgullo asegurarse de que estaba limpia. Jake insistía en que los limpiadores vinieran dos veces por semana, pero ella se las arreglaba cada día y la hacía sentirse posesiva y orgullosa de su casa.
Gesticuló hacia el teléfono en el estudio.
– Éste es en el que advierto más ruido. Los otros teléfonos sólo tienen un matiz, pero en éste es más pronunciado.
Greg dejó su equipo y miró mientras ella se apoyaba en el brazo de una silla al otro lado del cuarto.
– Esto puede llevar un rato.
– Está bien. Lo esperaba -contestó ella, su voz agradable.
Greg le dio otra rápida mirada a hurtadillas antes de devolver su mirada al teléfono que sostenía en la mano.
– ¿Están usted y el señor Bannaconni juntos? No he notado un anillo, pero eso no parece hacer mucha diferencia estos días.
Emma se tensó. ¿Estaba buscando información para los tabloides? Trató de mantener su voz ligera y casual.
– Trabajo aquí.
Greg le disparó una rápida y tímida sonrisa.
– Bien, en ese caso, hay una gran película que esperaba ver que se estrena en el teatro mañana por la noche. ¿Supongo que no le gustaría ir conmigo? -No pudo obligarse a mirarla cuando le preguntó, frotando una mancha imaginaria de tierra del teléfono en su lugar.
Emma contuvo la respiración. Nunca se había citado con nadie, no realmente. No antes de Andrew. Pero Jake se había burlado de ella, se había reído de ella realmente, diciéndole que nunca encontraría a otro hombre porque no ponía atención a los hombres. Greg parecía joven y sencillo, dócil incluso. Ciertamente no la agitaba sexualmente, pero ella necesitaba algo, un cambio, una manera de tratar con el modo en que Jake la hizo sentirse.
– Si no tiene inconveniente en que me encuentre con usted allí, y tendría que ser la última sesión. -Emma se encontró aceptando. Contuvo la respiración, esperando de repente que él digiera que no.
– ¡Genial! -Una sonrisa apasionada le encendió los ojos-. Mañana por la noche, entonces.
El corazón de Emma hizo un ruido sordo con alarma. ¿Qué había hecho? Jake le había herido el ego, y en un pequeño esfuerzo de desafío, ella había tomado una decisión para la que no estaba realmente lista. Y no era un justo para Greg. Ella no tenía verdadero interés en él. Su decisión era sobre tener miedo de sí misma, de las doloridas necesidades que no podía liberar. No era ella misma últimamente en absoluto, y sus sueños eran categóricamente humillantes. Cada uno de ellos era sobre Jake y sobre cosas de las que ella no tuvo verdadero conocimiento y no estaba segura de que quisiera realmente aprender.